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Bolivia busca una transición bajo el fantasma de Evo

             Evo Morales intentó otra vez desconocer la voluntad de los bolivianos pero la jugada no le resultó


Evo Morales se ha ido y no por un golpe de Estado, por más que la izquierda así lo quiera marcar desde medios como teleSUR. Él decidió renunciar el domingo 10 de noviembre en vista de que el fraude electoral que ordenó cometer el pasado 20 de octubre cuando se celebraron las elecciones presidenciales y en las que compitió con su principal rival, el ex presidente Carlos Mesa, era público y notorio, pues los bolivianos así lo denunciaron desde la noche del día de los comicios cuando se lanzaron a las calles de todo el país a reclamar frente a los Tribunales Electorales Departamentales (TED) la suspensión del conteo anunciado por la hoy presidiaria, María Eugenia Choque, ex presidenta el Tribunal Supremo Electoral y gran amiga de Evo.

Para Evo Morales y su partido el Movimiento Al Socialismo (MAS), burlar la voluntad de los bolivianos se había convertido en una penosa costumbre. Su afán enfermizo por permanecer en el poder lo llevó a cooptar a su favor las instituciones del Estado con el beneplácito del Senado y la Asamblea Legislativa que eran dos focas indecentes que aplaudían cualquier idea alocada del líder cocalero ignorando las opiniones de los ciudadanos bolivianos que estaban cansándose del creciente autoritarismo masista que se traducía en persecución a opositores, ofensas en público a los que pensaban distinto a Morales, control de los medios de comunicación y manipulación de resultados electorales a través de sus camaradas en el Tribunal Constitucional o Electoral.

La gran bofetada que Morales decidió darle a los bolivianos fue en febrero del año 2016, mes y año en el que fue derrotado en un referéndum que él mismo aceptó que fuese vinculante para negarle la posibilidad de optar a una nueva reelección, no obstante, gracias a lo que arriba se mencionó, levantó su teléfono en el Palacio Quemado en La Paz y llamó a sus amigos magistrados del Tribunal Constitucional para que lo dejaran seguir en el poder con algún argumento jurídico inventado y nada racional como su “derecho a reelegirse”, es decir, el “derecho” de un caudillo a permanecer eternamente en el poder. Este acontecimiento levantó la ira de los bolivianos pero no fue suficiente para que desalojaran a Morales del poder al año siguiente.


No hay duda que el fantasma de Evo sigue espantando la transición. Todos en América Latina esperamos que Bolivia encuentre su cauce democrático y sirva como esperanza e inspiración para Cuba, Nicaragua y Venezuela

Pero en pleno año 2019 los bolivianos no estaban dispuestos a que Evo y el MAS le siguieran viendo la cara. Evo intentó el 20 de octubre coronarse presidente reelecto en primera vuelta, aun cuando las encuestas a boca de urna que los medios transmitían en vivo demostraban que la distancia entre él y Mesa cada vez era más corta, lo que obligaría por ley ir a una segunda vuelta electoral. Sin embargo, el solo hecho de pensar en una segunda vuelta que fácilmente podría perder con la unión del resto de los opositores, era una “afrenta” para el risueño indígena que se creía predestinado por su dios para convertir a Bolivia no en una “república plurinacional”, sino en su propio imperio cocalero.

En una jugada apoyada por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, Evo se juró asegurada su reelección, pero la intensa presión ciudadana en las calles de Bolivia expresada en bloqueos viales, huelgas y paros desbarató todo el plan gracias a que la Policía se decidió amotinar ante la negativa de querer reprimir a sus compatriotas, tal como se exigía desde la sede de Gobierno. Ante esta situación, la palabra “golpe” fue sacada del baúl de los recuerdos y colocada en los cintillos de la televisión pública, pero lo cierto era que el golpe quien lo había propinado sin compasión era precisamente Evo, quien pretendía seguir aplastando la voluntad de los bolivianos.

Después de que la OEA certificara serias y graves irregularidades en el proceso electoral y exigiera su anulación pero al mismo tiempo la asignación de una nueva fecha para otros comicios, Evo Morales respondió aceptando la exigencia, pero era demasiado tarde, los bolivianos querían votar en elecciones libres pero con una condición moral: que Evo no fuese candidato. Esto enloqueció al gobierno masista lo que llevó al mismo Morales a decir en una radio pública que su dimisión no estaba contemplada. Su mensaje fue como gasolina en la candela, los bolivianos recrudecieron sus movilizaciones y en la tarde del domingo 10 de noviembre, el ex comandante de la Fuerza Armada, Williams Kaliman, sugirió al dirigente cocalero su renuncia para pacificar el país. Kaliman solo sugirió, pero Evo y su vicepresidente, Álvaro García Linera, no tenían alternativa. Ya habían socavado la democracia y demolido el Estado de Derecho, su destino era renunciar y abrirle la puerta a una transición que días después trata de darle nuevamente estabilidad a los bolivianos pero que el fantasma de Evo, es decir, sus asambleístas, senadores y activistas, continúa rondando las calles del país para encontrar algún cuerpo incauto que quiera servir de base para sobrevivir.

                        La senadora Jeanine Añez es la presidente interina de Bolivia
El martes 12, en vista de que los senadores del MAS decidieron ausentarse de sus funciones para obstaculizar el proceso transicional y avivar el odio, el racismo, el fascismo, y todos los ingredientes que guardaban para una situación como la actual, la primera vicepresidenta del Senado, Jeanine Añez, juró su cargo como presidenta interina y acabó con dos días de dudas, incertidumbre y complots. La juramentación se concretó sin quórum suficiente, pero bajo lo que establece la Constitución del Estado.

Añez se aferró a los artículos 169 y 170 que son las vías de escape para coyunturas como las que hoy vive Bolivia y prometió convocar en un plazo no mayor a enero las próximas elecciones presidenciales que permitan al país transitar por el camino de la democracia, la libertad, el Estado de Derecho y el desarrollo económico que decidan los bolivianos. Aunque Evo Morales hoy está protegido en México, amparado por el asilo político que le otorgó Andrés Manuel López Obrador, según él, siguiendo la tradición pacificadora y humanista de la nación azteca, en Bolivia los miedos persisten y las estrategias tratan de adaptarse. Por un lado, la oposición que ha exigido en las calles nuevas elecciones, desea una transición tranquila, sin más convulsiones, que lleve a su país a la democracia, pero por el lado del MAS hay intenciones no menos que malignas para tomar el control del país y regresar a Evo al poder, es más, él mismo ha dicho desde México que está dispuesto a volver a Bolivia “si así lo pide el pueblo”.

No hay duda que el fantasma de Evo sigue espantando la transición. Todos en América Latina esperamos que Bolivia encuentre su cauce democrático y sirva como esperanza e inspiración para Cuba, Nicaragua y Venezuela, los tres son países con ciudadanos oprimidos y vejados por crueles dictaduras que hoy lloran la renuncia de Evo, aliado ideológico sumiso, casi irracional a las propuestas e iniciativas que surgen de La Habana y Caracas.

No soy quién para dar lecciones a los bolivianos, pero si algo pudiera sugerir es que resguarden la transición y cuiden a la democracia porque les costó recuperarla y lo lograron. Los venezolanos seguiremos luchando desde acá por la nuestra y les agradecemos los gestos de apoyo que nos envían en cada manifestación por la libertad.

➨ Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@SrVenezolano), director de Subversión en letras y estudiante de Periodismo en la Universidad del Zulia (LUZ)

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