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Sudán, la transición secuestrada | Carlos Guerrero Yamarte

Foto: AFP
Sudán no deja de ser noticia y centro de discusión internacional

Las masivas protestas que han sacudido a Sudán y que promovieron el derrocamiento de Omar al Bashir el pasado 11 de abril no iniciaron este año, pero ha sido en este tiempo cuando la situación ha escalado a peligrosos hechos de violencia que han permitido crear el complicado tablero de ajedrez en el que está sumergido este conflictivo país de África.

En el buscador de Google, Sudán aparece por todos lados, aunque el resto de las informaciones le pueden superar cuando se trata de las tensas discusiones arancelarias entre Estados Unidos y China o la tensión con Irán o la crisis en Venezuela. Pero aún así, Sudán no deja de ser noticia y centro de discusión internacional cuando se evalúa su delicada coyuntura política-social y lo que implicaría una anarquía absoluta en su golpeada región que arrasaría primero que todo a Sudán del Sur.

Omar al Bashir gobernó Sudán desde 1989 luego de liderar un golpe de Estado que lo terminó de imponer como uno de los dictadores más sanguinario del continente africano. Su régimen estuvo marcado por la represión a opositores, hostigamiento y desapariciones, una marcada cleptocracia y por una guerra civil que desmembró al país entre el norte y el sur, cuyo territorio fue reconocido en el 2011. Sin embargo, los horrores de Darfur (más de 400.000 muertos y dos millones de desplazados) le costó a Al Bashir una orden de detención internacional por crímenes de lesa humanidad pero hasta ahora el ex dictador se ha salvado de ser detenido por dichos crímenes contra los derechos humanos. 

Inicio de las revueltas

Desde diciembre del año 2018 los sudaneses han salido a las calles de la capital, Jartum, y otras ciudades para exigir, en primer término, la suspensión del alza de los productos básicos, incluyendo el pan, no obstante las movilizaciones adquirieron un cariz político y estudiantil que se fue transformando en un pacífico movimiento contestatario que exigía el fin del régimen de Al Bashir y el retorno de la democracia. Los sudaneses comenzaron a marchar por todas partes; los profesores y estudiantes se unieron en las facultades y retaban a las autoridades y estos se unieron al llamado de la Asociación de Profesionales Sudaneses (una organización integrada por sindicatos de diversas áreas) que fue acelerando la presión contra el régimen este año y entusiasmando a los ciudadanos a salir a las calles en defensa de sus derechos.


Foto: AFP

La represión no se hizo esperar, pero los sudaneses no se dieron por vencidos cuando los militares y policía local comenzaron a arrestar manifestantes y a lanzar bombas lacrimógenas y disparar fuego real. 

Con este panorama oscuro, en el seno del Ejército de Sudán comenzaron a surgir grupos revolucionarios que escucharon con mucha atención la demanda de los sudaneses que les exigían dar un paso al frente y deponer al dictador Al Bashir. Aquel llamado fue atendido el 11 de abril cuando un grupo de militares liderado por el ministro de Defensa Ahmed Awad Ibn Auf detuvo a Al Bashir, lo encerraron en su residencia y crearon el Consejo Militar Transitorio (CMT) que sería el encargado de liderar la transición política, pero las ambiciones por el poder de facciones militares influidas por el dinero y el temor a ser juzgados por sus crímenes en el pasado llevaron a excluir a los civiles de la junta provisional. Sin embargo, el ministro de la Defensa renunció al día siguiente y asumió el cargo que aún mantiene el general Abdel Fattah Abdelrahman Burhan

Transición secuestrada 

Con los militares al mando del CMT, los ciudadanos redoblaron sus manifestaciones en las calles. Algunas detonaron focos de violencia que incluían quema de neumáticos y barricadas en los barrios que sumaban enfrentamientos con los militares que buscaban disolver cualquier tipo de protesta. 

En medio de la incipiente frustración por no haber sido incluidos en el CMT, la Asociación de Profesionales Sudaneses y los partidos políticos crearon las Fuerzas para la Declaración de Libertad y Cambio (DFCF, por sus siglas en inglés). Desde esta plataforma han aglutinado las quejas ciudadanas y han mantenido comunicación con militares, pero todo se vino abajo cuando el 3 de junio los militares masacraron a cientos de manifestantes que semanas antes habían empezado a acampar a las afueras del ministerio de la Defensa exigiendo que la transición sea liderada por los civiles. 

La comunidad internacional no tardó en pronunciarse en contra de esta barbarie donde se podían observar cuerpos de manifestantes asesinados en el río Nilo. La DFCF declaró desobediencia civil y una huelga general en contra del CMT, pero los militares aseguraron que la operación liderada por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) intentaba detener al los malhechores que supuestamente estaban infiltrados en el campamento. 

Tres días después, la Unión Africana suspendió a Sudán hasta que se creara un gobierno civil. Desde Europa el llamado fue a una investigación independiente de la masacre pero Estados Unidos ha mantenido una postura cauta que ha provocado molestia. Sin embargo, el gobierno de la vecina Etiopía ha tomado en los últimos días un protagonismo mediador que ha sido impulsado por el primer ministro Abiy Ahmed quien goza de prestigio tanto dentro del CMT como en los grupos opositores. 

Foto: Presidencia de Etiopía 

Ahmed llegó el pasado viernes 7 de junio a Jartum acompañado de una comitiva que busca acercar a los militares con los manifestantes, que luego de la masacre del 3 de junio exigen el fin del régimen militar. El primer ministro etíope trata de sentar en una mesa de negociación a ambos bandos enfrentados para que se logre una transición que rompa las barreras de la violencia y se pueda establecer un cronograma electoral justo así como reconquistar la estabilidad en la región que solamente en abril vio caer a dos dictadores, en primer lugar a Abdelaziz Bouteflika en Argelia y días después a Al Bashir en Sudán. 

La diplomacia etíope sabe que el tiempo juega en su contra, ya que países vecinos con mayor influencia buscan perpetuar a la junta militar y bloquear cualquier cambio de régimen a uno civil. 

Arabia Saudí busca imponer a su hombre fuerte

Luego del derrocamiento de Al Bashir, el primer país en pronunciarse fue el reino saudí. A través de su ministerio de Relaciones Exteriores se anunció que se inyectaría 3000 millones de dólares en Sudán para “ayudar a recuperar” la economía y estabilizar la nación, sin embargo el respaldo económico ha sido visto por muchos analistas como una manera de Riad por mantener en el poder a un gobierno aliado que le permita influir en decisiones cruciales. 

Hace días se ha informado sobre una reunión entre el príncipe heredo saudí, Mohamed bin Salman junto al temido jefe de las Fuerzas de Apoyo Rápido, Mohamed Hamdan Dagalo, conocido popularmente como “Hemedti”. Según varios medios internacionales, Bin Salman le ha trasladado a Hemedti su respaldo absoluto en esta lucha de poder que mantiene al Ejército fracturado aunque en apariencia unido. 

Arabia Saudí, al igual que Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU) tratan de influir en favor de los militares, pero saben que imponiendo al más fuerte podrán sostener sus intereses en la región. Egipto, que es el vecino norte de Sudán, ha recibido al jefe del CMT y le ha mostrado su respaldo; EAU aunque ha exigido una investigación por la masacre en el ministerio de la Defensa, mueve a su maquinaria diplomática para ver qué puede encontrar y sabe que con Hemedti algo de la tajada puede tomar. 

Pero ¿quién es el Hemedti, “número dos” del CMT? 

Mohamed Hamdan Dagalo fue comandante de las milicias janjawid, las mismas que perpetraron horribles asesinatos en Darfur y que han sido acusadas de ser un escuadrón de la muerte. Actualmente, Hemedti es el segundo al mando en la junta militar y lidera las temibles Fuerzas de Apoyo Rápido, las mismas que han sido acusadas de asesinar, detener y torturar a opositores en las protestas de Sudán. 


La revista Foreing Policy ha responsabilizado a Hemedti de aterrorizar Darfur con las milicias janjawid y ahora lo culpan de ordenar la masacre del 3 de junio.

Hemedti goza de un respaldo importante dentro del Ejército, incluso se cree que es el que toma la mayoría de las decisiones con el beneplácito de Arabia Saudí y posiblemente sea el que oficialmente asuma el control del Consejo Militar Transitorio si no se logra un acuerdo con las fuerzas civiles. 

Retos por la democracia

En la unidad de las bases opositora radica el poder de los ciudadanos para poder doblar el brazo a los militares. Sus movilizaciones deben seguir hasta que se logre una transición civil, con respeto a los derechos humanos y la inmediata liberación de los presos políticos. 

Foto: Lana H. Haroun

La DFCF debe aferrarse a la diplomacia etíope siempre y cuando esta busque que los militares den el paso a los civiles pero no pueden abandonar la organización que hasta ahora han venido montando en comités vecinales y gremiales. Incluir a todos los actores civiles es un reto, pero es menester que la cohesión persista y no decaigan en sus exigencias. Sus retos por la democracia ha sido una chispa que se ha encendido y no pueden apagarla a pesar de los obstáculos.

Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@SrVenezolano), director de Subversión en letras y estudiante de Periodismo en la Universidad del Zulia (LUZ)

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