Desde antes de ser electo primer ministro por el parlamento de Etiopía el 2 de abril del 2018, Abiy Ahmed guarda en su mente un cambio sustancial para su empobrecido país, ubicado en unas de las zonas más depauperadas de África y azotado por conflictos étnicos internos que han significado un atraso drástico para la precaria economía de la débil democracia etíope. Ahmed no estaba ni está dispuesto en convertirse en un gobernante más, en su horizonte está hacer historia y dejar un legado que, esperemos, sea de beneficio para su país y no se transforme en un arma de poder absoluto.
Ahmed no estaba ni está dispuesto en convertirse en un gobernante más, en su horizonte está hacer historia y dejar un legado
Abiy Ahmed tiene 42 años y pertenece a la etnia oromo(la de mayor miembros en Etiopía); desde sus días en el Ejército se dice que era un joven dedicado al estudio y al aprendizaje constante, prueba de tales testimonios es que llegó a tener el rango de teniente coronel y su presencia en la organización del servicio secreto de su país le ha dado reconocimiento. Sin embargo, lo que para muchos se traducía como una utopía, para Ahmed era un desafío que podría cumplir a mediano plazo.
Ahmed estudió en la Universidad de Adís Abeba y en la Universidad de Greenwich, en Reino Unido. Entre 2016 y 2017 fue Ministro de Ciencia y Tecnología y desde esa cartera amplió con mayor entusiasmo la visión de país que estaba dispuesto a poner en marcha y para lograr su objetivo sabía que necesitaba cimentar las bases de una paz duradera con su vecina Eritrea. Ambos países desencadenaron una guerra civil que terminó con la independencia de Eritrea y, según cálculos conservadores, dejó un aproximado de ochenta mil muertos. El conflicto conllevó a que las relaciones diplomáticas y económicas entre Etiopía y Eritrea se rompieran y produjera una mayor inestabilidad en la zona que afectó a ambos país, no obstante, mientras los etíopes aprobaron un tibio multipartidismo, en Eritrea la hermética dictadura de corte marxista se aislaba del mundo.
La idea de concretar la paz con Eritrea fue conseguida desde el 25 de junio del 2018 cuando el llamado Acuerdo de Argel, firmado en el 2000 y que delimitaba la frontera entre ambos países, revivió desde la asunción de Ahmed al poder este mismo año. Ahmed, que es miembro del izquierdista Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), tomó la valiente decisión de entablar conversaciones que permitieran puntos de encuentro y una cumbre con el presidente eritreo, Isais Afewerki, que se dio el 8 de julio cuando Ahmed viajo a Asmara (capital de Eritrea) y sellara junto a Afewerki el histórico pacto de restablecimiento de sus relaciones en todos los aspectos. Posterior a esta cita bilateral, el presidente eritreo viajó a Adís Abeba para la reapertura de la embajada de su país en Etiopía y el acto fue ovacionado cuando ambos líderes se dieron la mano y se abrazaron ante la multitud que celebraba a las afueras de la legación diplomática.
Con una paz asegurada, el joven y entusiasta primer ministro etíope comenzó a activar reformas que han sido ejecutadas desde las económicas hasta las políticas. Ahmed decidió liberar a los presos políticos que los anteriores gobernantes habían mantenido encarcelados con las duras críticas de la comunidad internacional, igualmente aprobó una progresiva desaparición del control estatal sobre la economía así como un impulso verdadero a una democracia multipartidista que consiga relativa estabilidad.
Ahmed decidió liberar a los presos políticos que los anteriores gobernantes habían mantenido encarcelados
Ahmed y Afewerki en Adís Abeba
Diversos analistas han asegurado que el proyecto de reconciliación nacional y estabilidad económica han posicionado a Ahmed como un estadista y un líder en su país y en África, aunque la cautela debe continuar por la prontitud y rapidez de la aplicación de las reformas. Si bien es cierto que el gobierno etíope firmó un acuerdo de paz con el grupo rebelde Frente de Liberación Nacional de Ogadén (ONLF), que llevaba más de tres décadas de hostilidades, a lo interno de las fuerzas armadas un grupo de militares ha intentado presionar a Ahmed con una marcha que los llevó al Palacio Nacional el pasado 10 de octubre con el supuesto argumento de exigir un ajuste salarial y mejores beneficios, no obstante, el propio Ahmed los recibió y escuchó sus peticiones, pero declaró días después de que los soldados amotinados buscaban “hacer descarrilar las reformas”. El Ministerio de la Defensa comunicó al país que algunos altos oficiales fueron detenidos por imbuir a sus subordinados a marchar hasta la oficina del primer ministro.
La realidad actual de Etiopía está provocando aprecio a las reformas tomadas por Ahmed; sus medidas están orientadas a democratizar definitivamente Etiopía, desde una posición más socialdemócrata que las de sus predecesores. El Parlamento también ha designado como presidenta del país a la veterana diplomática Sahlework Zewde y se ha convertido en la primera mujer en la historia de Etiopía de llegar a tal puesto, acompañada además por un gabinete paritario donde la presencia de la mujer ha crecido considerablemente y ha sido reconocido como un logro por la Unión Africana.
El futuro de Etiopía puede ser provechoso si las medidas del presente perduran en el tiempo y demuestran que han sido de beneficio para todos los ciudadanos aunque el trabajo emprendido no sea fácil y demande compromiso de toda la sociedad. Si Etiopía no democratiza sus instituciones y no se apega al cumplimiento de las leyes y al respeto del Estado de Derecho, probablemente las acciones tomadas fracasen y la espiral de violencia se vuelva a desatar con mayor ímpetu, pero si en cambio el país es enrumbado a elecciones limpias, justas y reconocidas por las partes y se toman las correcciones económicas más urgentes, el futuro del país será envidiable en su región.
➨ Artículo escrito por la Redacción de Internacional de Subversión en letras
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