La crisis en Venezuela se ha acentuado desde el 10 de enero, cuando Nicolás Maduro se proclamó presidente luego del desconocimiento nacional e internacional de los comicios ilegales celebrados el pasado 20 de mayo en los cuales resultó “electo”, en medio de inconmensurables denuncias de fraude, ventajismo electoral, supresión de garantías y acorralamiento de adversarios serios. A partir del 5 de enero, la Asamblea Nacional, única institución legítima en el país y así reconocida, tomó las competencias establecidas en la Constitución ante el vacío institucional y usurpación de cargo, y fue así como siguiendo lo que demandan los artículos 233, 333 y 350 de la carta magna venezolana, el 23 de enero el presidente del parlamento, Juan Guaidó, tomó juramento como Presidente Encargado de la República hasta tanto no se logre restituir el hilo constitucional.
Ambos acontecimientos (la proclamación ilegal de Maduro y la toma de posesión de Guadió) han generado reacción nacional e internacional. Sendos análisis se han publicado en medios de todo el mundo, pero la sombra roja del Gobierno de Rusia ha buscado manipular en periodistas y diversos medios la idea de que Juan Guadió se “autoproclamó” así como el argumento de que se ha asestado un “golpe de Estado” contra Maduro. El Kremlin, en su afán de controlar las reservas petroleras y gasíferas en Venezuela y por ser un aliado esencial en América Latina, así como buscar que la cúpula chavista pueda saldar sus millonarias deudas contraídas a espaldas de la Asamblea Nacional, ha desplegado en sus canales de propaganda textos noticiosos en defensa de la nefasta “Revolución bolivariana”, especialmente se han atrevido a meter las manos en el fuego por Maduro. Incluso, en el marco de la diplomacia han denunciado que Estados Unidos busca generar un “baño de sangre” en Venezuela. Los portavoces de esta guerra propagandística son medios como RT, sus periodistas, la agencia de noticias Sputnik o RIA Novosti. Pero el principal mensajero es el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
Si bien es cierto que Venezuela está en la máxima discusión geopolítica actualmente, Rusia ha empleado un discurso hipócrita y cínico en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en donde ha atacado al Gobierno norteamericano y ha demostrado su vago interés por el bienestar de los millones de ciudadanos venezolanos que diariamente luchan por conseguir alimentos, medicinas y otros millones más que padecen la cruz de la migración en busca de mejores oportunidades. El sábado, cuando se debatió la cuestión venezolana en la sesión del Consejo de Seguridad, el embajador de Rusia ante la ONU, Vassily Nebenzia, señaló que Estados Unidos representa una “amenaza para la paz” por su “descarada y agresiva postura y la de sus aliados enfocada a deponer al presidente de Venezuela electo legítimamente”.
Pero el embajador ruso ante el máximo foro mundial ha olvidado, por conveniencia claro está, que el régimen que representa ha liderado y lidera acciones hostiles contra estados soberanos. Ha sido la Federación Rusa la que ha desmembrado el este de Ucrania y contribuye económica y militarmente a armar a los grupos paramilitares que desean imponer un gobierno satélite en Ucrania, igualmente ha enseñado sus dientes a través de un referéndum grosero y arbitrario mediante el cual se anexionó sin más ni menos pudor la península de Crimea, que pertenece a territorio ucraniano, y todo porque la población del país europeo se cansó del régimen pro comunista y pro ruso de Viktor Yanukóvich, amigo de Putin.
Así como está el caso de Ucrania, se podría rememorar la invasión a territorio de Georgia cuyo gobierno luchaba contra los separatistas de Osetia del Sur, patrocinados por Moscú y con el objetivo de generar cambio de sistema a uno favorable a los intereses rusos. Ya que Rusia habla de “baño de sangre”, aún vive en el imaginario de los ciudadanos el asesinato de la escritora y periodista Anna Politkovskaya quien fue asesinada bajo el manto de sospechas políticas por su denuncia a los horrendos crímenes cometidos en Chechenia. Ha sido precisamente la Federación Rusa bajo el mando de Vladimir Putin la responsable de invasiones, injerencias, espionaje y crímenes en varios lugares del mundo.
Rusia, quien es miembro permanente del Consejo de Seguridad y por lo tanto tiene derecho a veto, utiliza la diplomacia con mucha hipocresía para encubrir actos atroces como envenenamiento y asesinatos de críticos, pero como se ha demostrado con la crisis venezolana, es capaz de colocar sus piezas en el tablero para defender a aliados y socios que le sirvan de beneficiarios con sus propios recursos. Lo visto en la sesión especial del Consejo de Seguridad, evidencia que la importancia de Venezuela para El Kremlin va mucho más allá de una “buena amistad”, pues sus intereses son oscuros, digno de una mafia que prefiere ver a todo un país morir de hambre o en su defecto huir a través de sus fronteras antes que defender el imperio de los Derechos Humanos.
El Gobierno ruso carece de moral y dignidad para interferir en los asuntos venezolanos y mucho menos para arrogarse el derecho de defender a una dictadura que ha arrebatado las mínimas libertades a los ciudadanos que hoy aspiran democracia y cambio verdadero. Juan Guaidó es considerado una amenaza para Putin y sus socios, porque en su discurso resalta los valores democráticos y el respeto a los derechos de todos en medio de la represión gubernamental.
Aquellos que se rasgan las vestiduras condenando al imperialismo estadounidense también deberían dejar su doble rasero y condenar al imperialismo ruso y chino. Basta de diplomacia hipócrita, basta que Rusia utilice los tratados internacionales que no cumple para defender tiranías como la siria o la venezolana. Venezuela merece libertad y la va a conquistar más temprano que tarde.
➨ Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@SrVenezolano), director de Subversión en letras y estudiante de Periodismo en la Universidad del Zulia (LUZ)
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