Caricatura de Rayma
Este
artículo es una defensa de la justa verdad y lo redacto en un momento histórico
para mi país, mi amada Venezuela, que desde hace seis años ha venido decayendo
en el ámbito económico, político, educativo y social, un país que no se conoce
a sí mismo ante su profundo y doloroso deterioro, ante una crisis
increíblemente desastrosa que se ha cobrado la vida de cientos de miles de
personas como consecuencia del desabastecimiento de alimentos y medicinas así
como la represión gubernamental que se ha venido acentuado a medida en que la
situación empeora.
La
crisis venezolana es muy conocida en el mundo, casi todos los días los medios
de comunicación emiten alguna información sobre la misma, sin embargo, los
venezolanos somos quienes la conocemos al derecho y al revés porque claramente
somos nosotros quienes la vivimos día a día en nuestros puestos de trabajo, en
las universidades, también en las escuelas, en el transporte público y en
nuestros hogares. Sabemos que es una crisis inédita en nuestra historia
republicana, si bien en el pasado habíamos atravesados por circunstancias
económicas y políticas delicadas, la actual ha roto cualquier paradigma,
incluso, se ha convertido en un objeto de investigación y discusión en diversas
instituciones internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
En
medio de la profunda crisis, muchos venezolanos se han visto en la obligación
de tomar una decisión que les cambiaría su vida para siempre: irse o quedarse
en el país. Este tipo de decisión también es inédita para los venezolanos que
tradicionalmente recibíamos a los inmigrantes en nuestro país y muchos se
casaban y formaban un hogar y familia con los nacionales; podían acceder al
mercado laboral así como a la educación pública y al derecho a la salud. Hoy,
en plena ola migratoria venezolana,
que según cálculos diversos supera entre
1,5 millones a 4 millones, no
obstante, la Oficina Internacional de
Migración, que es un órgano dependiente de Naciones Unidas, calcula que entre 2015 y 2017 la migración de
venezolanos a todas partes del mundo se incrementó en 132%, pero en el caso de
la migración a países suramericanos la cifra asciende a 895% en 2018, los
venezolanos estamos pensando en salir del país para buscar oportunidades en otras
latitudes de América Latina y el mundo. Estos datos son aterradores, pues
estaríamos hablando que de todos los hogares venezolanos, un 8% reportaría,
según datos de la Encuesta Nacional de
Condiciones de Vida de la Población Venezolana (ENCOVI) al menos una
persona emigrante en los últimos 5 años.
Sin
duda alguna, los datos mencionados demuestran que la catástrofe que se vive en
Venezuela está lanzando a miles de personas por las fronteras en busca de un
mejor futuro para ellos y sus familias, de las cuales muchas se quedan en el
país mientras que el padre o la madre migran para trabajar y enviar dinero al
hogar. Pero no siempre es fácil para los migrantes venezolanos que llegan a
otros países, ya que en varios se ven afectados por la escasez de empleos y de
oportunidades, las leyes migratorias que restringen su libre desenvolvimiento o
el auge de la xenofobia que tiende a promover la discriminación y el rechazo
colectivo.
Cuando
un venezolano huye del país no lo hace porque así lo quiere, sino porque se ve
en la ineludible obligación de poder sostener a sus hijos, así sea desde el
exterior, o poder contribuir económicamente con sus padres para que puedan
sobrevivir a la hiperinflación que no le da respiro al salario mínimo ya que el
mismo no alcanza para una caja de pastilla que controla la hipertensión o la
diabetes, ni hablar de los costosos y escasos tratamientos para el cáncer o
VIH/SIDA, así como los medicamentos necesarios para los pacientes renales.
A
pesar de nuestros problemas, los venezolanos somos gente buena, muy
trabajadora, con arraigo a nuestras costumbres y cultura, la gran mayoría somos
ciudadanos que estamos dispuestos a reconstruir nuestro país desde la base de
la educación y el esfuerzo, cuando emigramos lo hacemos con profundo dolor porque
no queremos dejar al país que nos vio nacer y que a pesar de las dificultades
nos ha dado valores y virtudes. Todos los que han sido migrantes saben lo
difícil que es llegar a otro país con una maleta llena de ropa y recuerdos, con
temor nuevamente a crecer y con expectativas que se tropiezan entre sí porque
estamos separados de nuestros seres queridos.
Este
artículo no busca justificar errores que algunos connacionales han cometido en
los países a donde han ido, pero tengo la seguridad que la mayoría de los
jóvenes y adultos que han huido de la catástrofe lo hace convencido de que
trabajando es la única manera para “echar pa’lante”, como solemos decir los
venezolanos. También los venezolanos somos agradecidos, a todos los países que nos
han abierto la puerta les quiero agradecer por su solidaridad porque son
ustedes el refugio de quienes en nuestra tierra no lo tenemos, también quiero
agradecerles a los que confían en los jóvenes que graduados de la
universidad o no llegan dispuestos a
trabajar en la calle o en los autobuses o en pequeñas empresas, gracias a los
que nos respetan como iguales y levantan la voz ante la injusticia. Los
venezolanos somos más que malas noticias, somos hombres y mujeres con sueños y
preparación, los buenos somos más.
Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@SrVenezolano), director deSubversión en letras y estudiante de Periodismo en la Universidad del Zulia (LUZ)
Tal cual. Realidad vs alternativas. Nos vamos y les dejamos la botijuela a los amos del poder o nos quedamos y echamos el resto asumiendo los riesgos de hasta morir en el intento? Lo que sí queda claro es que la mayoría de los "Venezolanos" somos buenos (alegres, trabajadores, dicharacheros, emprendedores, solidarios) y los buenos somos más.
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