Aumentar el número de opciones políticas sería como tratar de apagar un incendio vertiendo gasolina
Creo que este es un momento propicio para recordar cuando, en una de aquellas tardes de conversación y debate universitario, un profesor nos dijo a un grupo de estudiantes —preocupados todos por Venezuela y su crisis— que, si alguien quería involucrarse en los tejemanejes de la política nacional, lo hiciera uniéndose a lo que “ya existe”, sin “inventar fundar” nuevos partidos. 
Aquellas palabras, en lo personal, me sumergieron en un proceso —quizás no tan profundo— de reflexión. ¿Cómo es posible sumarse a los partidos que ya existen si su imagen está desgastada y sus liderazgos estancados? ¿Cómo se puede hacer algo diferente en la política local si se utilizan como plataforma las mismas organizaciones que han sido incapaces de generar un cambio? Estoy seguro de que no fui el único que, aquella tarde, en tiempos de conflictos entre el gobierno y la Asamblea Nacional, se hizo las mismas preguntas.
Creo que no estamos en momentos de armar nuevas aventuras políticas, sino de mantener claridad en las ideas y los objetivos
Sin embargo, a pesar de mis dudas y de no entender del todo aquellas palabras, en un momento decidí aventurarme en la política y sumarme a un partido que ya existía y que hoy lleva un cuarto de siglo batallando por la redemocratización del país. Y, viendo cómo aumenta la oferta de partidos en el ya amplio abanico de opciones políticas venezolanas, es ahora cuando comprendo lo que decía aquel profesor, que estoy seguro no era un iluminado, pero sí un hombre experimentado. 
Lo primero que entendí es que uno puede renegar de las prácticas de algunos partidos y de algunos políticos, estar en absoluto desacuerdo, pero al final ellos ya cuentan con un respaldo popular que no se puede ocultar, y es ese respaldo precisamente lo que los lleva a mantenerse en la primera línea. Los partidos son tan útiles como necesarios. Lo segundo que comprendí es que, dentro de un partido político, pueden converger diferentes visiones; son organizaciones heterogéneas donde el debate también es libre, y esto permite que cualquiera pueda exponer sus ideas. Si alguna es más convincente y oportuna que otra, acaba imponiéndose. Por lo tanto, vale la pena trabajar desde dentro. 
Como decía más arriba, existe en Venezuela una amplia gama de ofertas partidistas, agrupadas en diferentes bloques, generalmente contrapuestos unos a otros, lo cual ya genera una insana convivencia política y acaba confundiendo enormemente al ciudadano. Ante este panorama, ya de por sí oscuro, aumentar el número de opciones políticas sería como tratar de apagar un incendio vertiendo gasolina. 
Aunque parezca un despropósito, siguen apareciendo grupos con ansias de grandeza y protagonismo, que fundan nuevas organizaciones con la intención de —dicen— “refundar la política”, pero sin presentar una propuesta clara y sin que esta se ajuste siquiera a su tamaño real. No estoy diciendo que la batalla en el país deba dejarse toda en manos de los gigantes, porque realmente acá todos somos necesarios —y lo han reconocido así hasta los líderes más radicales—, pero seguir fragmentando a las fuerzas democráticas y continuar diluyendo las masas militantes lo único que puede traer es más hartazgo por parte de una sociedad que sigue pidiendo a gritos que nos pongamos todos de acuerdo, lo cual creíamos haber alcanzado hace exactamente dos años, tras el éxito de la primaria presidencial de 2023. [Lea Un partido político es su gente]
Creo que no estamos en momentos de armar nuevas aventuras políticas, sino de mantener claridad en las ideas y los objetivos, que es lo que, al final del día, está exigiendo el país.
➨ Artículo escrito por David Caballero, periodista.
Lo necesario es mantener la fé, porque las elecciones se ganaron, que no quieren reconocer es otra cosa
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