Lamentablemente Molina no terminó defraudando tanto a sus amigos y compañeros como se traicionó a él mismo
Hasta hace tan solo unos días, el concejal y actual presidente del Concejo Municipal de Maracaibo, Omar Molina, acompañaba al alcalde encargado de la ciudad, Adrián Romero Martínez, en la inauguración de obras de vialidad, asambleas de vecinos y asistía sonriente a la develación de su retrato en el Salón de Sesiones Dr. Jesús Enrique Lossada, en el séptimo piso del palacio municipal.
Molina parecía un hombre fiel a sus ideas y principios democráticos; su llegada a la presidencia del Concejo Municipal fue un ascenso importante para él en la cúspide de la empantanada política zuliana, principalmente después de la detención del alcalde Rafael Ramírez Colina y el posterior arresto de otros burgomaestres de la región. El concejal que surgió de las filas del Movimiento Al Socialismo (MAS) se ganaba a pulso la reputación de un trabajador y servidor público desinteresado y siempre dispuesto a actuar en beneficio de la ciudad en parroquias como Cacique Mara y Coquivacoa. De hecho, en la conmemoración de los 25 años del partido Primero Justicia, cuya formación le abrió las puertas aunque después lo terminó expulsando por decidir participar en los comicios del pasado 25 de mayo, manifestaba que se sentía identificado por los valores, evidentemente antichavistas, que este movimiento representaba.
Aunque muchas personas, y me incluyo, consideramos correcto participar en las elecciones de mayo, como el mismo Molina, observamos atónitos este pasado 4 de julio una rueda de prensa donde el mismísimo concejal declaraba sin ningún tipo de vergüenza su apoyo a Gian Carlo Di Martino, exalcalde de la ciudad y 17 años después candidato por el PSUV a la alcaldía.
Molina, hasta no hace mucho una referencia política, decidía respaldar públicamente a uno de los exalcaldes que más daño le propinó a Maracaibo; aupado por el chavismo y acompañado por figuras tristemente célebres como Willy Casanona (alcalde de Maracaibo entre el 2017 y 2021). Al ver estas imágenes, donde Omar le proponía a Di Martino como si en efecto lo considerara una especie de “mesías”, solo generó una profunda decepción que con el paso de las horas y los intentos por este de justificar su accionar, se convirtió en una foto de la decadencia moral y civil.
Omar Molina fue una figura clave en respaldo a Ramírez Colina, donde este le dio su total confianza y respeto a su posición como concejal y defensor de la ciudad, pero su decisión desesperada por respaldar al candidato del chavismo confirma varias cosas: a) a Molina no le interesa seguir el proyecto de Ramírez Colina, b) es falso que lo mueve su amor por Maracaibo y c) aquellos principios que defendía se diluyeron, pues nada justifica, ni mucho menos explica, que un día defiendas un programa con el cual admites sentirte identificado, a través del cual manifiestas tu rechazo al modelo político nacional pero al siguiente amanecer piensas completamente lo contrario.
Finalmente, escribo estas líneas porque soy un convencido de que como sociedad debemos mantener una memoria activa, una memoria histórica que nos permita acudir a ella para recordar y no tropezar en el futuro con la misma piedra. No se trata de juzgar ni creerme el tribunal de la moral, solo que su decisión pública y comunicacional contraviene lo que considero correcto en un contexto como el que vivimos en la actualidad los venezolanos. Hay dos cosas en la política que considero esenciales como lo son la coherencia de las palabras con las acciones y la lealtad a las ideas que signifiquen motores del ser. Lamentablemente Molina no terminó defraudando tanto a sus amigos y compañeros como se traicionó a él mismo y, tal vez, ese es uno de los errores más grandes que puede cometer el hombre, pues esto no solo lo desfigura políticamente, sino que le daña el alma de por vida porque ha decidido ponerse al lado del verdugo.
➨ Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@CarlosGuerreroY), director de la plataforma informativa Globopais (@globopais).
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