Las Elecciones Primarias del pasado 22 de octubre superaron las expectativas más conservadoras de Venezuela, al punto de sorprender a propios y extraños relacionados con la organización y participación en estos comicios internos de las fuerzas democráticas del país.
Aunque las primarias recibieron diferentes ataques, tanto del lado del régimen como de una fracción de la misma oposición que no veía con buenos ojos medirse para definir la candidatura presidencial, el equipo organizador de la Comisión Nacional de Primarias, encabezado por el doctor Jesús María Casal, dio muestra de un compromiso patriótico digno de recordar en las sagradas hojas de la historia de Venezuela por la lucha democrática.
Diosdado Cabello, hombre fuerte aunque ya no tanto del chavismo, vaticinaba en sus alocuciones el fracaso de las primarias. A su juicio era una farsa; era imposible organizar estos comicios sin el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Plan República, pero la sociedad civil organizada logró sobreponerse al desánimo y desesperanza promovida por la dictadura chavista, cuyo único objetivo es mantenerse en el poder por encima del bien común de los venezolanos.
Pero ridiculizado Cabello, el domingo 22 de octubre la movilización ciudadana fue extraordinaria dentro y fuera del país. Nadie se imaginó que las Elecciones Primarias sirvieran para darle impulso a una nación acostumbrada a atravesar por todos los estados de ánimo en lo que se refiere a la realidad nacional desde hace más de 20 años. El 22 de octubre es un nuevo hito para la lucha política por la redemocratización de Venezuela y el restablecimiento de las libertades civiles.
Con la participación de casi dos millones y medio de personas, los resultados arrojaron una victoria incontestable a favor de María Corina Machado, líder del movimiento Vente Venezuela y una acérrima opositora al régimen chavista. El triunfo de María Corina Machado representa el hastío popular ante una crisis multidimensional, pero al mismo tiempo es la dosis de esperanza y fe que tanto necesitaban los venezolanos desde el fenómeno Guaidó en 2019 y el posterior fin del gobierno interino.
Con este panorama así, el trabajo no está hecho y el final no ha llegado. Por enésima vez la oposición se ve cara a cara enfrentada a sus propias diferencias, egos e intereses. El chavismo es resiliente y sabe moverse con astucia autoritaria en momentos de tensión, pero muy especialmente cuando ve su permanencia en el poder amenazada.
El reto de los demócratas de Venezuela sigue siendo el mismo que desde hace años: la unidad sobre todas las cosas.
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