El polvorín que se ha encendido en Hong Kong no parece apagarse con algunas ráfagas de agua que los anti disturbios suelen expulsar para dispersar las concentraciones, parece más bien un aliciente para el movimiento contestatario
Este 9 de agosto se cumplirán dos meses desde el inicio de las manifestaciones en Hong Kong en contra de la propuesta de la Ley de Extradición que el gobierno local, liderado por Carrie Lam, había presentado para permitir que los ciudadanos hongkoneses pudiesen ser deportados a la China continental con la intención de controlar de manera indirecta el sistema judicial del territorio especial, administrado hasta 1997 por el Reino Unido y que finalmente decidió traspasar a Pekín pero que desde entonces ha estado muy vigilante en el cumplimiento y el respeto de la autonomía de esta región.
Cuando el gobierno hongkonés, siempre fiel por imposición china al Partido Comunista, propuso la ley ante la cámara legislativa, los llamados a manifestarse no se hicieron esperar y desde entonces cientos de ciudadanos han plantado cara a los intentos del régimen chino por suprimir cada tanto las libertades y la independencia parcial de Hong Kong. Pero para muchos manifestantes, que en su mayoría son jóvenes universitarios y activistas locales, estas protestas son una especie de deja vu de la fallida Revolución de los Paraguas, que en el 2014 puso en aprietos al gobierno local pero que finalmente se disipó a medida en que avanzaba la represión y las autoridades maniobraban para desgastar los intentos por democratizar a la región, enclavada en Asia Oriental.
Existen grandes diferencias entre las movilizaciones del 2014 y las del 2019 pero ambas centran sus intentos por eclipsar el control de Pekín y lograr mayores libertades, como proscribir leyes electorales injustas o propuestas que sean de beneficio para el buró político del Partido Comunista de China (PCCH). Actualmente, las protestas que no fueron convocadas únicamente por mayor democracia, han sido motivadas por una ley que ha sido retirada aunque no del todo, situación que en vez de calmar las aguas ha lanzado a las principales arteriales viales de Hong Kong a miles, y hasta millones, según sus organizadores, de manifestantes que han proclamado estas revueltas como un nuevo intento de “revolución” que logre lacerar el control comunista y les permita a los propios ciudadanos una mayor apertura.
Sin embargo, la soberbia ideológica del PCCH no se ha quedado de brazos cruzados y ha doblado sus apuestas por desacreditar las movilizaciones y acusar a Reino Unido y Estados Unidos de estar “metiendo sus manos” en la coyuntura política que no tiene vistas a resolverse a corto plazo. Para buscar neutralizar y desgastar las bases de las movilizaciones, la Policía no solamente ha arreciado con una represión desproporcionada a la que los jóvenes han sabido esquivar con organización, sino que la nueva estrategia de Pekín es hostigar y arrestar a los rostros más visibles para descabezar la revuelta que se ha convertido en todo un hecho histórico y noticioso ya que en Hong Kong no se han visto movilizaciones tan importantes como estas que superaron en cantidad de asistentes a las del 2014.
Carrie Lam, jefa del gobierno de Hong Kong en una rueda de prensa
Este lunes, una huelga general ha paralizado el corazón económico de la entidad y gran parte de los 18 distritos que la conforman. El metro ha sido un caos; el transporte ha sufrido bloqueos, retrasos y cancelaciones en medio de las primeras horas del paro, según detalla la agencia Europapress. Los movimientos prodemocráticos buscan presionar a China hasta el punto en que esta le ordene al gobierno de Carrie Lam retirar definitivamente y sin ningún juego sucio la polémica Ley de Extradición, criticada también por Occidente que ve en ella un intento más para dominar las instituciones y perseguir a la disidencia.
Los periodistas extranjeros en Hong Kong no se pierden ninguna protesta y ahora las propias autoridades locales han aupado a sus seguidores a realizar contramanifestaciones para demostrar alguna cuota de respaldo a la comunidad internacional y a los medios de comunicación que diariamente reportan el deterioro de la situación y las constantes amenazas de Pekín sobre la soberanía de por sí ya trastocada.
Por los momentos, el polvorín que se ha encendido en Hong Kong no parece apagarse con algunas ráfagas de agua que los anti disturbios suelen expulsar para dispersar las concentraciones, parece más bien un aliciente para el movimiento contestatario que los impulsa a no bajar los brazos y seguir organizándose de cara a lo que podría ser la intensificación de las protestas que hasta ahora han tenido como su cénit esta huelga general que ha logrado efectos categóricos para no rendirse.
➨ Artículo escrito por la Redacción de Internacional de Subversión en letras (@Subversion_El)
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