El presidente encargado ha insistido en varias oportunidades que todas las opciones están sobre la mesa para derrotar a la dictadura
El Presidente de la Asamblea Nacional y quien es reconocido como presidente encargado de Venezuela por más de cincuenta países, Juan Guaidó, resultó ser mejor boxeador de lo que se creía. Ha logrado esquivar golpes arteros del régimen chavista al tiempo que ha sabido propinar arremetidas inéditas contra la cúpula que sostiene a Nicolás Maduro en medio de la peor crisis multidimensional que sufre la nación caribeña.
Guaidó no solamente ha logrado arrinconar a Maduro con el respaldo de la comunidad internacional, incluso su pulso por el quiebre interno de la dictadura sigue en marcha aunque no con la misma efervescencia de los primeros meses del año cuando se juramentó como presidente encargado ante la usurpación del cargo por parte del dirigente chavista. Pero eso no ha sido motivo para que el joven líder del parlamento venezolano deje de insistir en su mundialmente conocida ruta que implica cese de usurpación junto a un gobierno de transición que desemboque en elecciones realmente libres.
El último embate que ha sufrido Juan Guadió es el intento de la ilegitima Asamblea Constituyente, presidida por Diosdado Cabello, en coordinación con el Tribunal Supremo de Justicia para rebanar el quórum que conforman los diputados al perseguir a cuatro más de los 22 ya en la lista roja. El experto en finanzas y diputado José Guerra, así como Tomás Guanipa, secretario general del movimiento Primero Justicia, Rafael Guzmán y Juan Pablo García, han sido acusados por el chavismo como “traidores a la patria” y violando la Constitución los han enviado a un tribunal penal para que sean juzgando sin antejuicio de mérito. Pero todo el proceso contra los diputados está empotrado en una movida carente de legalidad de la dictadura chavista por disolver la Asamblea Nacional y planificar el adelanto de futuras elecciones legislativas sin ningún tipo de valor legal.
Aunque Guaidó denunció en horas de la noche del pasado domingo 11 de agosto las intenciones suicidas de un ala del régimen por adelantar el lunes las elecciones parlamentarias, el proceso se detuvo. Algunos aducen diferencias dentro del chavismo y otros los consejos de aliados de no buscar “echarle mayor leña al fuego” y evitar una confrontación superior.
Juan Guaidó ha sufrido en los últimos meses golpes en el ring que buscaban sacarlo del juego. Previo a su juramentación como presidente de Venezuela, fue brevemente secuestrado por funcionarios de la policía política; su jefe de despacho y diputado, Roberto Marrero fue secuestrado y le sembraron armas; el primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano, está detenido injustamente desde hace dos meses cuando fue arrastrado en su camioneta por una grúa del SEBIN ante la negativa del parlamentario de entregarse por presuntamente haber participado en el fallido levantamiento militar del pasado 30 de abril.
Pero los embates no solo se resumen en esas líneas. Varios de los familiares más cercanos de Guaidó se han visto bajo la presión de abandonar el país ante las recurrentes amenazas que desde la dictadura se lanzan para cercar su ámbito familiar y presionar el abandono de su lucha por el retorno de la democracia y libertad a Venezuela, sin embargo, Guaidó permanece estoico y no baja la guardia cuando su contrincante parece ya haberle tumbado.
El presidente encargado ha insistido en varias oportunidades que todas las opciones están sobre la mesa para derrotar a la dictadura y una de las más polémicas dentro de las filas de las fuerzas democráticas es el proceso de negociación que desde Noruega se ha impulsado para encontrar una salida pacífica a la crisis venezolana. Aunque parece que la llamada vía de Oslo ha encallado por la decisión unilateral de Maduro de levantarse de las negociaciones que se desarrollaban en Barbados, por petición de las partes, no se puede descartar que nuevamente se abra un puerta que siente frente a frente a las delegaciones, que por cierto, la enviada por Guaidó no ha dejado de insistir en elecciones presidenciales con el dictador chavista fuera del poder.
A siete meses de la juramentación de Juan Guaidó como presidente encargado, este parece resistir cada embate que Miraflores y la Plaza de la Revolución planean para desarticular su proyecto de desalojar al chavismo del poder. Hasta ahora no hay un claro ganador en esta batalla a cielo abierto; los venezolanos continúan esperanzados en una salida inmediata a la crisis pero mientras tanto, miles huyen a diario de la vorágine económica mientras que otros sobreviven en medio de la decadencia diaria. Las artimañas del régimen para destruir a Guaidó seguirán en marcha, la pregunta ahora es ¿cuánto aguantará Guaido o cuanto más soportará Maduro?
Artículo escrito por la Redacción Política | @Subversion_El
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