Para que el proyecto pueda tener éxito, la diplomacia estadounidense no debe seguir alienándose con una sola parte del conflicto
Para los días 25 y 26 de junio está convocada una conferencia en la capital de Bahréin, Manama, de carácter económico promovida por Estados Unidos en el marco de lo que se ha denominado el “Acuerdo del siglo”, tal como lo bautizó el presidente Donald Trump y su yerno, quien además es su asesor en cuestiones del Medio Oriente, Jared Kushner, para promover un trato final entre los israelíes y los palestinos que ponga fin a décadas de disputas políticas y territoriales.
La Conferencia de Bahréin servirá para que Washington presente la propuesta económica del mencionado acuerdo a los países aliados del Golfo para que estos la analicen y se impliquen directamente en lo que sería un “fondo global” de 50.000 millones de dólares que contribuiría a mejorar la infraestructura de la Franja de Gaza, Cisjordania, territorios ocupados e impulsar inversiones en países árabes como Jordania.
Los asistentes confirmados hasta ahora a la conferencia de Manama serían Egipto, Jordania, Marruecos, Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
La plataforma palestina Comisión de la Marcha del Retorno y para Romper el Bloqueo ha convocado una huelga general en Cisjordania y la Franja de Gaza
Del lado palestino, la indignación por la convocatoria a este “taller económico” no se ha hecho esperar y la ola de rechazo ha llegado desde todas las organizaciones locales que ven esta iniciativa como una “ilusión” ya que se le ha dado prioridad a una propuesta económica sin una solución política que permita estabilizar previamente la región antes del desembolso financiero. Y aunque funcionarios estadounidenses han asegurado que la propuesta económica es un preludio al plan completo en el que está trabajando Kushner, las autoridades palestinas rechazan la idea ya que tampoco fueron consultados sobre la preparación de la conferencia.
El ministro de Finanzas de Palestina, Shukri Bishara, ha atacado la propuesta desde El Cairo, donde se encuentra trabajando junto a sus homólogos árabes para encontrar una solución al déficit presupuestario palestino que toca el techo solo este año de 700 millones de dólares. "No necesitamos la reunión de Bahréin para construir nuestro país. Necesitamos paz. La propuesta de reconstrucción económica seguida de paz es irreal, una ilusión", ha sentenciado Bishara.
Además, este domingo la plataforma palestina Comisión de la Marcha del Retorno y para Romper el Bloqueo ha convocado una huelga general en Cisjordania y la Franja de Gaza para el martes, día del inicio de la conferencia, para rechazar el proyecto estadounidense. Igualmente han sido convocadas manifestaciones y una “conferencia nacional” para que los palestinos rechacen el plan económico que antepone una solución al conflicto entre Israel y Palestina.
La delegación estadounidense estará encabezada por el secretario de Tesoro, Steven Mnuchin, el consejero presidencial Jared Kushner, el enviado especial de Estados Unidos para Medio Oriente, Jason Greenblatt, el director del Consejo de Asesores Económicos del Gobierno, Kevin Hassett, y el representante especial para Irán, Brian Hook.
Por su parte, Bahréin que es el país anfitrión, aseguró a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Khalid bin Ahmed Al Khalifa, que no hay ningún motivo oculto en la conferencia a desarrollarse en Manama, pero destacó que esta es una oportunidad “para empoderar al pueblo palestino a través del desarrollo de sus capacidades y la mejora de sus recursos”.
Bahréin reiteró su respaldo a la Autoridad Palestina y a las “posturas firmes” que han asumido sobre la paz y sus demandas territoriales, aún así, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) afirmó que cualquier país que participe en la conferencia estaría “colaborando” con la política estadounidense.
La Conferencia de Bahréin se desarrollará dos años después de que la administración Trump haya reconocido oficialmente a Jerusalén como capital de Israel, provocando una ola de manifestaciones entre los países árabes y especialmente los palestinos que iniciaron la llamada “Marcha del Retorno” donde han sido asesinados más de 200 personas por las fuerzas israelíes.
La iniciativa del “Acuerdo del siglo” está llena de dudas sobre cuál será el alcance en lo político que pueda conquistar un tratado de paz y entendimiento entre los palestinos e israelíes pues si bien la fase económica es crucial para impulsar el desarrollo, si no hay un acuerdo que cierre el conflicto poco se podría lograr en la región.
El ex negociador estadounidense para Medio Oriente, Aaron David Miller, le ha dicho a Europapress que “El conflicto israelopalestino está fundamentado en heridas históricas y reclamaciones mutuas sobre un territorio que ambas partes consideran sagrado”, en la misma línea de opinión, el negociador palestino Hanan Ashraui ha subrayado que “Todo esto es un conjunto de intenciones y promesas abstractas (...) el único camino pasa por una solución política”.
Por lo visto, la Conferencia de Bahréin marca un nuevo punto de tensión en Medio Oriente pero las implicaciones finales se observarán en los resultados o fracasos de la propuesta económica que Estados Unidos desea carguen los países árabes para que su influencia no sea obstáculos a progresos en el futuro.
Para que el proyecto pueda tener éxito, la diplomacia estadounidense no debe seguir alienándose con una sola parte del conflicto, más bien debe ser un mediador que recupere confianza y trate de consensuar una paz que sea de beneficio general. Abrir las compuertas de la estabilidad sería para los intereses de Trump un escollo menos que superar en momentos donde Irán intenta sembrar terror en la región y amenaza la influencia de Estados Unidos y sus aliados en países como Líbano.
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