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Venezuela: los tableros de la crisis y el delicado movimiento de sus piezas

Maduro instaló un régimen de facto que minó todas las bases jurídicas de la nación

La crisis política, económica y social de Venezuela llegó a su momento cumbre, pero no será posible un cambio económico radical hasta que se genere un cambio político, pues en el país petrolero, la depresión económica, la hiperinflación y el colapso de su mayor industria, PDVSA, fueron inducidos por una élite política que diseñó e instauró un para-Estado estructurado por mafias civiles y militares que hoy dominan el monopolio de las grandes empresas, industrias y capitales financieros de la nación. 

Ahora pues, hubo una serie de recientes acontecimientos en los que observamos cómo comenzaron a polarizarse ambas fuerzas políticas: el chavismo y la oposición (aunque no partidista, sino la oposición institucional agrupada en la Asamblea Nacional). 

Este alto grado de polarización detonó en un punto de inflexión que agravó la crisis política luego de que el 10 de enero de 2019, un día sin precedentes en la historia venezolana, Nicolás Maduro se juramentara para un segundo mandato, que supuso una nueva fase y, podría decirse, la más radical del autoritarismo comunista simbolizado en la extinta ideología del chavismo. 

La razón es sencilla: Maduro instaló un régimen de facto que minó todas las bases jurídicas de la nación y terminó de convertir al Estado venezolano en una cúpula política dominada por grupos de presión enclaustrados en las distintas instituciones del pseudo-Estado que, durante su evolución autoritaria en su primer período de gobierno, Maduro se encargó de politizar y militarizar, estrategia típica de regímenes hegemónicos y totalitarios. 

La reacción de la oposición fue contundente. Una especie de outsider de la política venezolana decidió asumir las riendas de una estrategia democratizadora. Juan Guaidó, al tomar posesión de la presidencia del Parlamento, optó por apelar a los efectos jurídicos del artículo 233 de la Constitución y se juramentó como presidente interino de la República, otro hecho sin precedentes en la historia de nuestro país.
Una especie de outsider de la política venezolana decidió asumir las riendas de una estrategia democratizadora
La usurpación de Maduro a partir del 10 de enero y la asunción de Guaidó desde el 23 de enero aceleraron los tiempos políticos y abrieron un nuevo ciclo de tensiones que muestran un pulso permanente entre dos realidades: por un lado, una facción de políticos marxistas que recurren a maniobras políticas totalitarias para mantener el monopolio del poder en sus estructuras empresariales y militares. 

Y por el otro lado, un estatus quo social que está representado en aproximadamente un 80% de la población venezolana que exige un cambio de gobierno como solución progresiva a la crisis económica, pero que a pesar de estar sin brújula durante más de un año luego de que la MUD hiciera implosión, volvió a plasmar su apoyo político e incluso electoral en la figura de Juan Guaidó, quien surgió como un actor clave en las estrategias que en el seno del proyecto transicional de Leopoldo López se gestaron desde 2014 para insertar a Venezuela en una nueva era política, tal como el país pasó del militarismo a la democracia el 23 de enero de 1958 con la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez.

Entonces, ahora que el juego se encuentra totalmente trancado, observamos una realidad única en la que Guaidó domina tres tableros: el económico, con sus acciones para descapitalizar al régimen de Maduro, confiscarle sus activos, congelar sus fondos y hacer lobby para conseguir que Estados Unidos le impusiera sanciones a su caja fuerte: PDVSA. Está el tablero diplomático, en el que logró el apoyo de más de 50 países y toda la Unión Europea. 

Por último está el tablero político, pues en este plano interno, la presión social se mantiene coordinada en acciones de protesta civil que obligan a los agentes armados del Estado a incrementar los costos de represión, lo cual supone un mayor riesgo político y judicial para los costos de salida en la inminente transición que absorberá a Maduro. 

Pero el tablero militar es en el que aún predomina Maduro. Aunque las Fuerzas Armadas son un cuerpo heterogéneo, atomizado y muy descompuesto, es una élite jerárquica la que ejerce mecanismos de control y presión sobre la cadena de mandos inferiores para que se mantenga en bloque y continúe blindando con las armas al llamado “usurpador”.
               El tablero militar es en el que aún predomina Maduro
Y a pesar de que Guaidó recurre a acciones jurídicas y políticas, como la Ley de Amnistía, para provocar una fractura en la FAN, no es suficiente como para que la alta cúpula militar se desvincule de los monopolios y grandes flujos de capital que controlan, pues durante su tiempo en el poder, Maduro les ha otorgado a los militares entre un 23% y 80% de cuotas de poder representadas en prebendas, rentas, controles institucionales, cargos en ministerios e incentivos a la lealtad, según lo aseguró Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano

El juego político en Venezuela se extrapola inevitablemente al plano geopolítico dado que los intereses económicos (no políticos) de potencias emergentes como China y Rusia e incluso Estados Unidos respaldan con sus acciones diplomáticas a ambos bandos en conflicto; los dos primeros al régimen de Maduro y la potencia del Norte en favor del proyecto de Guaidó. 

Según un informe de la consultora Eurasia Group, "El presidente Maduro se encuentra acorralado por una inmensa presión internacional, importantes restricciones de flujo de caja, una oposición unificada en torno al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, y una dinámica social volátil".

Esos son los tres factores que constituyen los tres tableros en los que Maduro perdió totalmente todo el capital que en algún momento llegó a tener. De tal manera que el único elemento que Maduro domina, la fuerza/coacción militar, podría llevarlo a una escalada del conflicto interno cuyos riesgos potenciales conllevarían a dos escenarios: negociación política o anarquización traducida una espiral de violencia generalizada. 

El informe de Eurasia Group también destaca el siguiente argumento: "La situación hace cada vez más probable una ruptura interna y una transición negociada. Si bien es difícil predecir la ruta y tiempo precisos, la intransigencia del régimen y altos costos de salida sugieren que es probable que el proceso sea en cuestión de meses y no de días".

Estados Unidos, al descartar este viernes una intervención militar en Venezuela, en la vocería de John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, podría forzar un escenario de negociación en el que la única ficha sobre la mesa sea la salida de Maduro y la organización de una nueva estructura política-electoral que permita atender la emergencia socioeconómica del país en el plan de un gobierno de transición y la renovación de todo el Estado venezolano para darle blindaje jurídico, logístico y político a un nuevo proceso electoral que introduzca a la nación en un nuevo periodo democrático.

Ricardo Serrano (@RS_Journalist) es estudiante de Comunicación Social en la Universidad del Zulia, analista político y articulista habitual de Subversión en letras.

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