Los hechos demuestran que la compleja situación actual de Venezuela ya no es solo un problema económico y político doméstico
Los hechos se desarrollan en Venezuela de una manera vertiginosa, peligrosa y volátil. Este sábado 23 de febrero marcó un hito histórico, incluso más importante que el del 23 de enero con la juramentación de Juan Guaidó como presidente encargado de la República. La crisis política venezolana adquiere un nuevo matiz y sube de nivel para convertirse en una crisis de seguridad y estabilidad regional, en especial para sus países vecinos Brasil y Colombia, ambos aliados geopolíticos de Estados Unidos en Sudamérica.
Es por esa razón que el régimen de Nicolás Maduro seguirá atrincherado en los cuarteles como la única vía que tiene para ganar un poco más del escaso oxígeno que le queda. A partir de ahora, comienza un ciclo de tensión y anarquía en las fronteras del país con Colombia y Brasil.
Los próximos dos o tres meses podrían decidir el destino de Venezuela
Un factor clave que podría marcar la ruta de esta crisis política es que mientras más represión haya y más renuente se muestre el régimen a bloquear futuros intentos de ingreso de la ayuda humanitaria, podría darle más motivos al aparato militar y de inteligencia del alto Gobierno de Estados Unidos, con Donald Trump y John Bolton a la cabeza, para aplicar la tan sonada “opción militar” que el propio mandatario estadounidense ha asegurado que está “sobre la mesa”.
Los hechos demuestran que la compleja situación actual de Venezuela ya no es solo un problema económico y político doméstico, sino que sus repercusiones se extrapolaron al plano regional e internacional.
Con los hechos ocurridos este 23 de febrero, se tiene algo muy seguro como desenlace: al haber incendiado un camión con la ayuda humanitaria de alimentos y medicinas enviada por Estados Unidos, el régimen de Maduro cometió un delito de exterminio, que a su vez constituye un crimen de lesa humanidad. Por lo tanto, Estados Unidos podría considerar ese acto como una “declaración de guerra”, dado que así lo había advertido hace algunas semanas sobre cualquier intención de Maduro de atacar el cargamento humanitario.
Además, Estados Unidos seguirá aplicando presión diplomática y financiera. La presión social terminará por prolongarse en una implosión y anarquía continua en las calles de Venezuela. Ante esto, las fronteras serán escenarios de tensión que podrían trastocar el hermetismo de la Fuerza Armada venezolana.
Mientras más crezca la tensión en las fronteras y en las calles de Venezuela, mayor será el número de militares que seguirán desertando (hasta ahora se cuentan 60, según Migración Colombia). Esto hará que sea más efectiva la estrategia militar de EEUU y Colombia en caso de una emergencia de índole bélica en las zonas fronterizas. Este 23 de febrero marca el ciclo final.
Los próximos dos o tres meses podrían decidir el destino de Venezuela, pues el régimen no podrá usar su represión para minimizar toda la tensión que habrá con mayor intensidad en las fronteras con Colombia y Brasil, así como también aumentará en las calles del país. El tablero se hace cada vez más pequeño.
Entonces, ¿por dónde pasa exactamente la salida al conflicto político venezolano? Entendiendo que el régimen de Maduro controla el monopolio del poder y el monopolio de la fuerza militar del Estado mediante la fuerza bélica y la coacción, que son las bases de su poder, podría deducirse que una salida de fuerza geopolítica-militar sería el punto de giro que acabaría con el caos social, político y económico que viven más de 32 millones de venezolanos.
Venezuela está a las puertas de una nueva era democrática postcomunista. El proceso de transición ya está en curso
Los focos de implosión social en las fronteras y en las calles de Venezuela podrían configurar un escenario de inestabilidad total en la Fuerza Armada, pues al aumentar los costos de represión como sucedió el 23 de febrero (hubo dos muertos y 286 heridos, según Guaidó), más militares seguirán rompiendo filas con el régimen de Maduro y es factible que se forme una alianza civil-militar que se dirija a puntos tácticos de la estructura de poder de Maduro en el país, como la base aérea de la Aviación en La Carlota (Caracas) y las bases militares donde se han registrado rebeliones internas, como el fuerte Paramacay, en Valencia (estado Carabobo).
Esa potencial situación ocurrirá si la fuerza política que aún representa Juan Guaidó como presidente encargado del país coordina y articula estrategias de organización social mucho más fuertes en bloque que en todas las protestas de calle que ha convocado desde el pasado 10 de enero.
Mientras tanto, Nicolás Maduro continúa detentando un poder de facto mediante la fuerza de la usurpación y a través del blindaje militar que le confiere un grupo de siete altos generales de la Fuerza Armada, entre ellos Vladimir Padrino López; ministro de Defensa, y Remigio Ceballos; comandante estratégico de la FAN.
¿Cuánto tiempo más podrá resistir Maduro? La velocidad de los acontecimientos en las calles, en las fronteras y en la guerra diplomática-financiera de EEUU contra el régimen determinará cuándo ocurrirá la implosión final.
Lo que sí es cierto es que todos estos factores llevarán a Maduro a una situación de ingobernabilidad total en la que su poder de fuego y coacción no darán abasto para frenar una ola de anarquía civil y militar que busca su salida del poder de manera forzada, pues con los hechos del 23-F, Maduro demostró que no aceptará salir del poder de manera pacífica o negociada, ya que hace mucho tiempo perdió sus prerrogativas de negociación política.
Venezuela está a las puertas de una nueva era democrática postcomunista. El proceso de transición ya está en curso, pero es una transición fuera de la tradición histórica de las negociaciones y gobiernos de coalición. Es una transición de corte guerrerista, geopolítico, militarista e internacional. Es una guerra civil silenciosa. Así hablan los hechos.
➨ Artículo escrito por Ricardo Serrano (@RS_Journalist), es estudiante de Comunicación Social en la Universidad del Zulia, analista político y articulista habitual de Subversión en letras.
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