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EDITORIAL | El silencio de Sánchez

   Pedro Sánchez junto al canciller colombiano Carlos Holmes Trujillo a su llegada a Colombia


El jefe de gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez, culminó este viernes una gira que arrancó el pasado lunes por América Latina que lo llevó a cuatro naciones de la región para abordar diferentes temas de interés binacional y para estrechar lazos genuinos con Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica. En cada país que visitó la sombra de la situación en Venezuela lo persiguió, pero él, nuevamente guardó un cómplice silencio.

En Chile, Sánchez tuvo su primer encontronazo con el presidente de esa nación Sebastián Piñera, quien ha sido una voz crítica a los horrores que la dictadura chavista le ha infligido a los venezolanos, que han visto en Chile un destino con futuro para rehacer sus vidas y poder ayudar a los familiares que aún quedan en Venezuela. Piñera siempre ha sido claro al acusar al régimen de Nicolás Maduro de causar el éxodo de millones de ciudadanos que huyen por sus fronteras, incluso no lo dudó en reafirmar frente a Pedro Sánchez, quien fue muy ideológicamente cuidadoso al negarse a calificar como dictadura al régimen chavista. Eso, evidentemente, lo dejó muy mal parado, pero para sus intereses en España tal vez le dio un alivio para no enojar a sus socios de Podemos o ERC, que son las principales sucursales chavitas en Europa.

Ya en Bolivia, el señor Sánchez sintió a su silencio un poco más resguardado, pues pisaba la tierra de uno de los aliados más fieles a Maduro, Evo Morales, quien suele soltar tweets incendiarios en defensa de la monstruosa revolución bolivariana, quien lleva el mérito pavoroso de haber logrado destruir a la que fuera en el pasado una de las naciones más ricas del mundo. No obstante, Sánchez volvió a quedar muy mal parado.

En Colombia la cosa cambió. Sánchez se vio obligado a moldear un poco su tono sobre la crisis en Venezuela y esto a raíz de su encuentro con el presidente Iván Duque, quien es un férreo critico a la dictadura chavista y es el líder de la nación que más migrantes venezolanos ha recibido en los últimos años, a tal punto, que la nación neogranadina se ha visto en la necesidad de solicitar ayuda a los organismos internacionales, como a Estados Unidos y la Unión Europea para atender una situación que ya se les sale de las manos y que, como dijo el canciller colombiano Carlos Holmes Trujillo, no puede ser abordada exclusivamente desde la política nacional sino ser discutida como un tema regional que afecta ya a toda América Latina, aunque con mayor énfasis a Colombia, Perú, Chile y Ecuador.

Su viaje final a Costa Rica no lo relaciona tanto a Venezuela, pero también se ve frente a una nueva ola migratoria que está creándose en Nicaragua a causa de la deriva autoritaria que el régimen sandinista está librando contra sus opositores, los cuales deben huir a tierra costarricense en busca de seguridad. Pedro Sánchez ha intentado esquivar problemas pero ha elegido un mal momento para su gira, pues él prefirió callar antes que denunciar lo que ocurre en países como Venezuela y Nicaragua, claros socios y financistas de Podemos, el partido de Pablo Iglesias, y que junto a los golpistas de Cataluña o los representantes parlamentarios del grupo terrorista de ETA le ayudaron a aprobar la moción de censura que destituyó a Mariano Rajoy.

Los venezolanos ven en Sánchez a un Zapatero, ambos del mismo partido y muy ligados a ideologías suicidas que en vez de solucionar los problemas que enfrentan los países hacen todo lo contrario. Zapatero es repudiado en Venezuela y lamentablemente Sánchez ha decidido acompañarlo y serán recordados como claros cómplices del chavismo.

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