Lula cometió un crimen que le costó su
libertad y la admiración que los brasileños más centristas podrían haberle
tenido, pero, sobretodo, Luiz Inácio
Lula da Silva cometió un grave error y es el de haberse creído superior a
las leyes, al Estado de Derecho y a la democracia. Ese, tal vez, fue su peor
error.
Si
bien Brasil es considerado uno de los países de mayor crecimiento económico de
la región, en los últimos años su potencial se ha visto seriamente afectado
ante los escándalos de corrupción que han derivado de la Operación Lava Jato que ha dado a conocer tramas como la de Odebrecht, que no solo involucra a
Brasil, sino que se extendió a toda América Latina. Durante la “era Lula” estos
tentáculos llegaron a todas las áreas del poder político brasileño y el Palacio de Planalto (o Altiplano) no
fue la excepción. Lula, junto a sus camaradas, aprobó la mayor red de
corrupción revelada hasta nuestros días en la región y estos hechos ocasionaron
que políticos de todos los partidos, tanto de derecha como de izquierda, fueran
investigados, encarcelados y procesados por la justicia de la nación sudamericana,
hoy por hoy, sumergida en una delicada polarización que se acentúo con el
encarcelamiento de Lula pero que antes se remarcó con la destitución de Dilma Rousseff.
El
expresidente Lula, admirado por la izquierda latinoamericana, creyó tener algún
tipo de inmunidad divina por haber sido el jefe de Estado que sacó de la
pobreza a más de 20 millones de brasileños, si bien, esta cifra es discutida
pero es innegable el aporte social de su gobierno a los más desamparados del
país, de los cuales muchos de ellos se concentraron desde el 5 de abril a las
afueras del Sindicato Metalúrgico ABC,
cuartel general del exmandatario encarcelado, para brindarle todo su apoyo a un
punto de intentar prohibir su arresto por parte de la Policía Federal. Sin
embargo, esa inmunidad se encontró de frente con la eficaz justicia brasileña,
especialmente con la valentía del juez Sergio
Moro, que desde Curitiba, capital del estado de Paraná (ciudad donde
permanece encarcelado Lula) llevó adelante las investigaciones pertinentes para
dilucidar la corrupción de la cual cientos de políticos fueron parte esencial
de aquella vergüenza nacional.
El
error de Lula, además de creer tener el derecho de delinquir, fue creerse
superior a las leyes y, con el populismo como bandera, intentar endosarle al pueblo
sus culpas. El expresidente debe reflexionar en la celda a la que ha sido
confinado, con todos sus derechos protegidos, que la democracia y el Estado de
Derecho están por encima de las eufóricas arengas que él solía pronunciar no
sin antes llorar un buen rato. La justicia en Brasil es un ejemplo a seguir.
- Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte | @SrVenezolano
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