¿Usted ha escuchado, ha visto o ha leído
algún pronunciamiento contundente de la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- Tratado de Comercio de los
Pueblos (ALBA-TPC) en contra de los crímenes de la longeva dictadura de los
Castros en Cuba o se ha enterado de alguna crítica contra la represión política
en Venezuela o contra el amoldamiento del sistema electoral y judicial de
Nicaragua a favor del sandinismo? Seguramente su respuesta es la misma que la
de la mayoría, no. Y es que el ALBA-TPC
no fue creada para criticar o incomodar a los regímenes que sostienen esa
organización decadente, que al igual que el ALCA, ya pasó de moda.
Cuando
a Hugo Chávez se le ocurrió formar el ALBA-TPC
con sus amigotes de entonces, es decir, los Kirchner, Lula da Silva, luego Evo
Morales y Rafael Correa y José Mújica, lo hizo con un objetivo premeditado:
blindar de cualquier crítica o amonestación las actividades tribales que cada
uno hacía en sus países. Fungir como una guarida de cómplices que entre sí
acallaban los escándalos y los magros esfuerzos para perfeccionar la
democracia. La idea era convertir al ALBA-TPC
en un club de cómplices gamberros que se creían eternos.
Al
pasar del tiempo, con los cambios políticos en América Latina y la ascensión al
poder de la derecha, menos radical y más pragmática, el ALBA-TPC como la Celac
se convirtieron en débiles orgías ministeriales para impulsar edictos y
memorandos a favor del régimen chavista reimpulsado por Nicolás Maduro y en contra de las sanciones de Estados Unidos, de
manera que estas organizaciones, pero con mayor énfasis el ALBA-TPC, quedaron para cumplir los mandatos de Caracas, es decir,
los secretarios lánguidos de la peor dictadura de América Latina junto a la
cubana.
Hoy
día, las organizaciones que llevan la batuta en su lucha internacional por el
retorno de la democracia a Venezuela ya
no solo se da desde la Organización de
Estados Americanos (OEA), pues la conformación del Grupo de Lima ha coadyuvado a llevar a
cada rincón el mensaje de rechazo a las actuaciones cobardes e ilegítimas del
chavismo, incluso, hasta el propio Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos es una voz cantante de alerta ante la situación interna de la
nación caribeña, señal de que no son organizaciones cómplices de tanto horror.
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