La intención de desmembrar a España arrebatando ilegalmente a Cataluña de su naturaleza política, económica, social y cultural se basa en los intereses de los grupos nacionalistas y de los comunistas que ven en la unión nacional un peligro para sus ambiciones de poder y de perpetuar un sistema incompatible con la democracia que el mundo le reconoce a la nación ibérica. Su juego de cartas les resultó mal el 1 de octubre con la desobediencia de llevar a cabo el inconstitucional y arbitrario referéndum de independencia que socava el espíritu democrático y el Estado de derecho.
Por suerte, la mayoría de los españoles y de los catalanes han prestado mucha atención a la agenda secesionista; los catedráticos, los analistas, los políticos y los intelectuales han cerrado fila internamente en respaldo a la Constitución y al Estado español. Saben que dividir a Cataluña de España es un acto suicida para la integridad misma de su patria y, gracias al respaldo regional e internacional —desde la Unión Europea hasta Estados Unidos—, la consciencia unitaria ha prevalecido, salvo las críticas cínicas de Nicolás Maduro en Venezuela que ha promovido una “independencia” sin conocer lo que dictan las leyes de España, pues nada podría esperarse de un hombre que violenta los estatutos internos de su país.
Es cierto que se debe combatir al secesionismo, pero se lamenta que la Guardia Civil haya atacado a las personas que se encontraban plantadas en los colegios electorales los cuales debían permanecer cerrados por orden judicial y que, sin embargo, el Govern hizo caso omiso y prefirió arriesgar a los catalanes. La represión ha servido para que los ultras hipócritas, como lo es la corrupta cúpula de Podemos, hagan una fiesta en las redes sociales y ataquen al presidente Rajoy, que ha sido muy desacertado con las políticas internas, pero que al mismo tiempo saquen provecho de una situación peligrosa.
Cataluña debe continuar caminando de la mano con España, gozando de sus derechos y respetando las leyes. Ceder ante las intenciones populistas no conllevará a esta importante región a ningún otro lugar que no sea el despeñadero autoritario de organizaciones radicales que no tienen otros planes salvo asegurar sus cuentas bancarias. Cataluña y España son una sola.
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