Venezuela entró al siglo XXI izando las banderas del populismo y del socialismo, conjuntamente, como un proyecto de justicia social y felicidad colectiva, ambas eran promesas que suelen posicionarse en la inconsciencia de la muchedumbre que no soporta al sistema imperante y desea un "cambio de rumbo" sin importarle quién los conducirá hacia tal "zona de confort", sin saber, inclusive, que todo es una mentira bien planificada por los que se dicen "mesías".
La asunción al poder por parte del chavismo avivó los rencores y odios más abismales de los ciudadanos que, en un enojo sincero con los anteriores gobiernos, terminaron padeciendo condiciones peores de las que habían huido. Hugo Chávez prometió desarrollo, riqueza, bienestar social y plomo para la burguesía; en sus iracundos discursos elevaba al clímax más irracional la "moral" del Che Guevara, del tristemente célebre Fidel Castro y veneraba casi que religiosamente la imagen de Mao Zedong como si se tratara de un "santo" no canonizado por la Santa Sede.
Chávez inició una persecución sistemática contra sus opositores y medios de comunicación críticos a la desgracia por la que conducía a Venezuela. Aquellos medios, esos periodistas y moderadores pudieron haber sido rudos con el "Comandante" -como le llaman sus seguidores post morten-, pero tenían la razón absoluta en algo: el chavismo es uno de los más grandes males que ha dado a luz la humanidad.
Después de sembrar la división entre las familias, de nacionalizar empresas y posteriormente destruirlas, el mal ya estaba hecho y se terminó de gestar con Nicolás Maduro, una especie de albacea, de hombre rudo pero ignorante y que al paso del tiempo demostró que no era idóneo para timonear la Revolución "pacífica" pero notoriamente armada. Mientras todo esto ocurría en un país fielmente dependiente del petróleo y con un régimen poco evolucionista y hostil a la democracia, cientos de miles de venezolanos caían directamente en la pobreza, los ranchos en el país adornaban a la nación caribeña mientras que la cúpula gubernamental se enriquecía a pasos agigantados, los hospitales se deterioraban a ritmo vertiginoso y los anaqueles de los supermercados se quedaban sin alimentos.
Nicolás Maduro no fue, no es y no será la solución para Venezuela que ha sido desviada del siglo XXI y trasladada a las antípodas de la miseria, a tal punto que en cada esquina hay una, dos, tres y más personas hurgando entre las grandes montañas de basura en una búsqueda incesante de algún desecho de comida, mientras que el "presidente" en un discurso televisado por todos los medios, promete fusiles rusos para hombres y mujeres hambrientos y aquejados con uniformes de milicianos que intentaban mantenerse en pie y tarareaban las consignas que por años ha mantenido a un gran sector de la población enamorado de una "revolución" brillante y preciosa, pero que solo se observa así en el canal del partido que es utilizado como medio propagandístico para engañar y vilipendiar. Algún político opositor asemejó a ese canal con una cloaca. Razón no le falta.
Todos los males políticos que han dominado con sangre y plomo a las naciones han terminando en el vertedero de la historia como aquello que no sirve, que no se debe volver a repetir y que es referencia de destrucción y muerte, pues, el chavismo, no es una excepción y será recordado, porque se debe recordar para no olvidar y no repetir esta barbarie. Nos toca a esta generación ser los historiadores de nuestro presente y los heraldos de la consciencia en el futuro, repetir una y otra vez: ¡Que no se repita!
Carlos Guerrero | @SrVenezolano
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