Claro que produce cierto temor emitir alguna opinión contra el régimen, el partido de gobierno y los poderosos jerarcas que controlan el poder en Venezuela, no puedo decir que no, pero sí aseguro que ese temor ha comenzado a desaparecer. Hoy tenemos una libertad restringida y cualquier opinión que no le guste ni favorezca al régimen es censurada con dureza. Las acusaciones van desde “difundir propaganda de guerra” hasta “levantar calumnias contra el Estado”, como si el Poder Ejecutivo fuese el “Estado” completo, ambas son acusaciones que las dictaduras suelen achacarle a los que defendemos la libertad y la democracia en países donde unos pocos ejercen el control absoluto de las instituciones y no encuentran la manera de moldear a los ciudadanos que discrepan de sus políticas.
Por desgracia, Venezuela forma parte de esas naciones que se encuentran arrinconadas y amenazadas por gobiernos autoritarios, en nuestro caso, de corte marxista y de una tendencia populista inocultable; gobiernos que reprimen cuando ya no tienen dinero suficiente para comprar voluntades, ni palear el hambre que han causado sus “utopías” de caos. Los venezolanos vivimos tiempos horrorosos, marcados por la impresión y por la indiferencia de que “no pase nada”, pero no es justo, por más miedo que se tenga no podemos callar la indignación y el dolor que se juntan cuando observamos en una misma calle a diez personas removiendo la basura en busca de alimentos. En Maracaibo, en el occidental estado Zulia, es muy común ver este tipo de situaciones; hombres, mujeres y niños forman un ejército de desprotegidos y olvidados por la “revolución” que les prometió un futuro, un trabajo, alimentos y educación, buscar día tras día en las grandes “montañas” de desechos algún pedazo de pan o verduras podridas que puedan calmar la indescriptible sensación de hambre.
Sin miedo: hay que decir lo que sucede, en primer lugar, porque está mal el rumbo que lleva el país y en segundo porque si no le decimos al mundo lo que ocurre, seremos cómplices eternos de la desgracia nacional, así como lo son hoy aquellos que continúan creyendo en un proyecto político que nos ha llevado al barranco de la miseria, y sin dudarlo, nos han lanzado a su calamitosa profundidad. ¿Sobreviviremos los venezolanos a la hecatombe? Aunque nos cueste una celda en Ramo Verde, o la mismísima muerte- vaya que tiemblo a redactar esa tétrica palabra- yo estoy convencido que sí, sobreviviremos y seremos una voz más de resistencia, pero sobre todo de valor y dignidad ante el mundo y las generaciones que están por venir.
Sin mordaza: nuestra Constitución preserva el derecho inalienable de la libertad de expresión, opinión, reunión y asociación, y resulta curioso que para los gobernantes actuales desconocer la máxima ley de la República se haya convertido en un hobby, ya que Hugo Chávez y los que le han secundado en el poder luego de su muerte, impulsaron la actual carta magna, con el adjetivo de “Bolivariana”, además, y prometieron, claramente en vano, “respetarla y hacerla cumplir”. Es pertinente preguntarles si acaso dilatar el derecho al sufragio, que defiende el artículo 63, es “constitucional y democrático”, o si acaso prohibir manifestaciones pacíficas y reprimirlas con armas de fuego y sustancias tóxicas es cumplir con lo que emana el artículo 68. Señores del Gobierno, ¿es de demócratas ordenar un golpe de Estado mediante el Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional que ha sido electa legítimamente por el pueblo venezolano? Evidentemente que no, más bien es de hipócritas ir a una organización internacional a defender una supuesta “separación de poderes” que no existe, tal como lo hizo la ministra de Relaciones Exteriores, Delcy Rodríguez, en la OEA, porque en Venezuela los trabajadores públicos son obligados a asistir a concentraciones pro-Gobierno para intentar llenar los puestos vacíos de militantes decepcionados. En este párrafo cabe perfecta aquella frase del educador brasileño Paulo Freire cuando dijo “Hablar de la democracia y callar al pueblo es una farsa”.
Según la Real Academia Española (RAE), el término DICTADURA significa: “Régimen de gobierno caracterizado por la ausencia de control democrático y por la concentración de todo el poder en manos de un solo individuo, asamblea, partido o clase”, seguramente al “ilustre” Nicolás Maduro se le ocurrirá prohibir la RAE para que nadie lea el significado de lo que él encabeza, pero ni censurando ni reprimiendo ni mucho menos infligiendo terror podrán reparar lo que han hecho. El bravo pueblo de Venezuela los ha descubierto, sus caretas se han caído y les hemos visto el rostro monstruoso de maldad y odio que encarnan, pero ni todos los planes que tienen ideados podrán arrebatarnos las ganas de cambio y las esperanzas de un futuro de progreso, desarrollo, democracia, y sobre todo, de libertad.
Carlos Guerrero | @SrVenezolano
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