En Venezuela las Fuerzas Armadas es sinónimo de atraso y corrupción
Es posible que a muchos el artículo les parezca una autentica “falta de respeto a la moral castrense” o tal vez me califiquen de “frenético pacifista” por mi inmensa aversión a los militares y todo ese componente logístico de fuerzas especiales que a lo largo de nuestra historia -tanto en Venezuela como en América Latina- han logrado anclarnos al subdesarrollo con el apoyo de aquellos políticos que necesitan permanecer o entrar al poder por la fuerza.
Para Venezuela, el militarismo ha significado un atraso inmenso para el desarrollo del país, e incluso, para el buen funcionamiento de la hoy sepultada democracia. Desde que Chávez intentó entrar al poder con aquel funesto intento de golpe del 92, los militares se han creído una fuerza “sobrenatural” capaz de hacer y deshacer con la civilidad y la ley lo que les dé la gana. Las consecuencias se comienzan a observar hoy día cuando vemos que los principales promotores y protectores del contrabando son los militares que “resguardan la frontera” hasta aquel que pertenece al “Cartel de los Soles” y que con alevosía dirige el tráfico de drogas dentro y fuera del país.
Me he ganado críticos por afirmar que el militarismo, así como el socialismo, el comunismo y el populismo, son grandes pestes que se mantienen arraigadas a la “cultura” de los latinoamericanos en general. Hay quienes no pueden vivir sin saber que los cuarteles están vacíos de militares y llenos de libros para educar dentro del marco de los valores y no de las armas como instrumento de imposición. Es muy cierto que en una sociedad debe existir el resguardo, seguridad, comprobar que los cuerpos que mantengan el orden, pero no es comprendido que con un sistema eficiente (como el de Costa Rica o Japón) se puede tener a la ciudadanía protegida sin la necesidad de tener ejemplos tan nefastos como los de Venezuela, donde actualmente los militares son una de las peores instituciones evaluadas por los ciudadanos precisamente por el actuar déspota de sus miembros que han creído durante años que por el simple y desafortunado hecho de tener un arma son mejores que los civiles que de una u otra manera nos defendemos -o deberíamos- con ideas y no con balas.
Es necesario luchar por un país desmilitarizado, más democratizador y menos autoritario. Ya basta que los militares controlen la distribución de alimentos o medicamentos, es necesario depurar todas las instituciones de la repugnante presencia militar; hasta los pequeños ambulatorios tienen esa figura poco respetada cuidando que los enfermos no critiquen la falta de insumos básicos para tratar sus dolencias. A Venezuela le urge una reestructuración total y ese proyecto civil de depuración ideológica debe llegar a los cuarteles, pues los militares no pueden imponer ideas o gobiernos, deben respetar la Constitución y no ser simple vasallos del dinero que logren sobornar.
Carlos Guerrero / @SrVenezolano.
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