Esta ha sido la carrera presidencial más anormal de toda la historia del gigante del norte
Donald Trump y Hillary Clinton se juegan el título más preciado de la primera potencia mundial donde las diferencias entre cada partido se han hecho notar, tanto interna como externamente, en un mundo donde el populismo de derecha e izquierda ha reaparecido y aterrado a gran parte del hemisferio occidental. En América Latina ya lo conocemos a profundidad, tenemos el caso de Venezuela, Nicaragua e incluso Bolivia, pero que sea Estados Unidos donde se libre la batalla por el poder político entre un extremista polémico y una liberal muy cuestionada, es para prestarle atención.
En esta elección presidencial, además de cada proyecto de campaña, se disputa la racionalidad e intuición de los estadounidenses que han visto decaer su economía, específicamente los obreros que resaltan la ineficacia de la administración central para cumplir sus promesas, bajo los dos consecutivos gobiernos de Barack Obama donde el desempleo se ha reducido pero el tema migratorio sigue estando candente, puesto que Obama no cumplió con su reforma migratoria y Hillary Clinton la intenta retomar si es electa presidenta.
Dos visiones de Estados Unidos están en juego en estos comicios. Por una parte, las alocadas propuestas de Donald Trump han logrado calar en el electorado más radical y aislacionista que tiene la nación norteamericana desde el Cinturón de óxido (un grupo de Estados que conforman la zona industrializada que más ha sufrido bajo la globalización) hasta la zona sur de Florida; y, por otra parte, se tiene a una Hillary Clinton con un discurso integracionista que intenta unificar a aquellos indecisos y a los republicanos anti-Trump, los cuales saben que el magnate no logrará cumplir sus propuestas, pues la visión que tiene para Estados Unidos es totalmente hermética en un mundo distinto al de los “cuentos de hadas” que sueña el candidato republicano.
Finalmente, es pertinente tener claro que Estados Unidos no puede ser gobernado con la mano de hierro que propone Trump, ya que no hay viabilidad a sus ideales ni mucho menos certeza de que cada cosa que ha lanzado a la palestra pública pueda cumplirse. Claro está que Hillary Clinton no es la mejor candidata, pero entre el mal mayor y el mal menor, hay que decidirse por aquel que se oriente más a la lógica y no al desespero.
Carlos Guerrero / @SrVenezolano.
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