La victoria de los promotores del Brexit y la de Donald Trump son impulso del populismo
El populismo no descansa; no distingue entre derecha o izquierda; siempre está buscando algún desprevenido que crea las palabras bonitas de sus representantes. Nunca desiste de su diabólica pasión: engañar, gobernar y destruir. El populismo sigue creciendo y debe considerarse una amenaza mundial, pues su intención busca desbaratar el tan debilitado sistema-mundo actual para inventar uno a su antojo.
La victoria casi que hollywoodense, de los promotores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, sorprendió al mundo aquel mes de julio cuando todos esperaban una última esperanza, un último suspiro, pero la demagogia ganó y logró convencer a millones de británicos de que lo ideal sería que su país estuviese fuera de ese “cartel” de malvados donde “roban sus intereses y ordenan lo que la elite desea”. Toda una campaña brutal de desprestigio que por muy falsa que haya sido obtuvo una victoria que dejó al mundo boquiabierto.
Donald Trump, un millonario, egocéntrico y muy mentiroso, logró lo inimaginable: convertirse en el 45° presidente de nada más y nada menos que de la primera potencia mundial; casi nadie lo podía creer, todos hablaban de lo mismo, la victoria de aquel abusador significaría la coronación final del populismo en el mundo. Las esperanzas se fueron por el desagüe, la misma Hillary Clinton lo asomó; Estados Unidos había caído en manos de un hombre que enarbola las banderas contra el sistema imperante.
Tanto horror se puede explicar en una sola palabra: populismo, pero ¿por qué gana el populismo? ¿Por qué logra calar su mensaje entre los ciudadanos? ¿En qué se ha equivocado el sistema? y la respuesta puede ser, incluso, errada. El populismo se encaja en el día a día de las personas ofreciendo lo imposible; promete villas y castillas y se une con la indignación de los ciudadanos por las fallas de los gobiernos. La rabia se convierte en un aval para aquellos demagogos de derecha (Donald Trump, Nigel Farage) y de izquierda (Hugo Chávez, Evo Morales, Pablo Iglesias, etc…); los ciudadanos creen que los discursos iracundos podrán salvarles de sus calamidades, pero no saben el tamaño del error que cometen al creerles. La amenaza del populismo en el mundo es cierta, no es alarmismo, todos debemos entender que el populismo no resuelve nuestros problemas por más dificultades que tengamos, el populismo los empeora y, cuando lo queremos resolver, puede que sea demasiado tarde.
El sistema-mundo actual debe reflexionar y comprender que la sociedad está esperando hechos concretos y no planes absurdos que les coma su salario y los obligue a tener dos o tres trabajos a la vez para poder subsistir. Los gobiernos son culpables del surgimiento del populismo cuando creen tener un cheque en blanco de la ciudadanía, pero no saben que allá, en las favelas de Brasil o en las villas miseria de Argentina, puede que haya un personaje siniestro y a la vez carismático que esté propugnando llegar al poder con promesas incumplibles. Todos tenemos que reflexionar, desde abajo hacia arriba y viceversa, porque el populismo no es la redención de los pobres, es el atraso de todos.
Carlos Guerrero / @SrVenezolano.
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