En el año 2012, luego de la elección presidencial que reeligió a Barack Obama como presidente, el magnate Donald Trump anunció que aspiraría a la presidencia de Los Estados Unidos de América para el 2016. Quién a modo de show o broma tomaron estas declaraciones, hoy sufren las consecuencias de un Hitler gringo, muy semejante al fenómeno que llevó a Hugo Chávez a la presidencia con su discurso enardecedor, populista y luego autoritario que heredó Nicolás Maduro.
Desde el día en que Trump apareció en la escalera mecánica dorada de la Trump Tower el año pasado para anunciar su candidatura, demostró el agresor palangrista que puede llegar a ser un soberbio millonario al que la xenofobia le quemó las neuronas. Sí, él está demente y representa -muy casualmente- al tío Rico del Pato Donald.
La campaña por la nominación republicana fue bochornosa, denotando un candidato de derecha alternativa representando a grupos radicales descontentos, acusando a sus contendientes de cobardes por no asumir una posición en defensa de los hombres blancos –que a su criterio tienen más derechos que los otros ciudadanos– intentando deslegitimar por motivos raciales al presidente Obama. Trump construyó un modelo de campaña en torno a su persona y no a su partido, lo que genera incluso que grandes conservadores se deslinden de su campaña apoyando a quien por años han sido sus archienemigos como son los demócratas.
El Trumpismo se ha convertido en un fenómeno mundial, criticado y repudiado por la mayoría y aceptado y alabado por la radical minoría que lo compara con fenómenos y efectos anteriores de líderes como Chávez con su demencia socialista –que en realidad se convirtió en un capitalismo de Estado–. Así mismo, a Trump se le compara con Putin por su inmenso poder económico, aunque está muy lejos de poseer su prudencia y táctica política y militar. Pero quienes sin duda son dos gotas de agua, son Donald Trump y Nicolás Maduro. Quienes en sus “razonamientos” insultan, atacan la dignidad del pueblo, aplican tácticas de intimidación, atropello y humillación en un discurso polarizador y de confrontación.
Clinton por su parte, ha sabido plantear a un candidato solitario en sus radicales y dogmáticas ideas, quien no tiene solución política para abordar los problemas de los estadounidenses y la amenaza para la seguridad mundial que éste representa. Aunque Hillary –guerrista– critica la permisividad por las armas de Trump, éste por el contrario critica el impulso a las guerras que aporta Clinton. La realidad es una, Hillary intenta diferenciarse de él cuando ambos necesitan continuar la guerra en el mundo como política económica y de Estado que mantiene las finanzas y las cúpulas de poder en EEUU. De un extravagante culto a la personalidad, Trump representa el antipoder que es manejado por los hilos de las corporaciones, cual es el caso de la señora Clinton, sostenida con alfileres.
Hoy Donald Trump busca un salvavidas ante la irracionalidad que representa su campaña siendo evidencia de la politiquería que puede llegar a enardecer y el abandono en las encuestas por los educados, por los negros y los latinos. Aunado al jonrón que se dejó anotar Peña Nieto con la visita de Trump a México, que elevó sin duda el ego del aspirante a líder mundial y su pretensión de un muro fronterizo emulando el muro de Berlín. En su discurso ampliamente imperialista, anacrónico, contradictorio y destructivo; que desconoce el cambio de los tiempos y la interdependencia global que estamos viviendo hacia el dialogo, la aceptación y democratización de las sociedades que impulsan el derecho igualitario de todos sus ciudadanos.
Guerra avisada no mata soldado y si lo mata es por descuidado. Los pueblos demócratas que defienden los derechos humanos no pueden permitir que lideres negativos como Hitler, Chávez, Maduro y ahora Trump, lleguen al poder para destruir. Aunado a esto, la comparación con Nicolás Maduro se ejemplifica en la última agresión de éste a una ciudadana margariteña que decidió expresar sus derechos a protestar por medio de un cacerolazo en Villa Rosa, Nueva Esparta, donde el “presidente” decidió golpearla. Con una estrategia similar al proceso bolivariano en Venezuela, Trump plantea llegar al poder, con la visión de implementar políticas que abiertamente violan los derechos humanos.
Hoy, Venezuela es claro ejemplo del alcance que tienen líderes populistas, con ínfulas de todopoderosos que creen tener el derecho de botar migrantes, destruyendo sus casas luego de ser marcadas con una R (revisada) o D (deportados). Nicolás tendrá que pagar por violentar derechos humanos como estos, no permitamos que Trump sea el nuevo Maduro.
Orlando Chacón / @OrlandoChacon_.
Comentarios
Publicar un comentario