Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, se despide de la presidencia con una imagen golpeada
En Brasil las cosas no están muy bien que se diga, primero por las dificultades económicas que dejó el gobierno de la destituida Dilma y segundo por el gran hecatombe político que se libra a diario en el gigante suramericano en cuanto al sentimiento populista que Lula y Dilma se encargaron de inocular, así como los conservadores que piden medidas que levanten el rostro del país.
De 81 senadores, 61 dijeron “sí” a la destitución y 21 argumentaron su “no” a la salida del poder político de la ex guerrillera y economista de 68 años nacida en Belo Horizonte y con una trayectoria política que le ha dado muchos golpes y satisfacciones, aunque su destitución fue prácticamente el golpe más duro a su moral y a su carrera.
Para nadie es un secreto que Michel Temer, el ya juramentado presidente de Brasil hasta el 1 de enero del 2019, traicionó a Dilma Rousseff de una manera despreciable y con poca gallardía; Temer quería ser presidente y no le importó nada ser el principal artífice, junto a Eduardo Cunha, en darle una bofetada a su alianza con la ex presidenta y hacerse con el poder político, sí bien, de manera constitucional por su cargo de vicepresidente.
Tanto Dilma como sus partidarios en Brasil, los gobiernos y los medios que le apoyan, han dado un argumento poco serio y muy obsoleto de “golpe de Estado”, estos argumentan que lo que se tramó en el Senado fue una “conspiración de la oligarquía para acabar con los logros sociales”, cosa que se verá en el futuro cercano, pero asegurar que fue un golpe el juicio político es realmente vergonzoso, puesto que el tema de juzgar al presidente se encuentra en la Constitución de Brasil y no es la primera vez que se utiliza ese recurso.
En la misma línea de discusión, el adiós de Dilma tal vez sea un poco duro para ella, pero se ha tratado de un tema legal, aunque ella y su defensa han informado que interpondrán todos los recursos en instancias nacionales e internacionales, en un intento de recuperar el poder, actuación que no creo sea victoriosa. Michel Temer, el mismo día en que se destituyó a Dilma, fue juramentado en el mismo Senado y luego tuvo su primera reunión de gabinete donde se mostró molesto porque la ex presidenta no fue inhabilitada políticamente por ocho años, en pocas palabras, Temer sabe que Dilma puede volver a ser candidata en la futura elección y regresar con su sed de venganza.
El Partido de los Trabajadores se mostró sumamente indignado y ha pedido anticipar las elecciones presidenciales para calmar un poco el ambiente de tensión que se siente en cada calle de Brasil; el PT ha asomado la posibilidad de que el ex presidente Lula vuelva a ser candidato, pero se olvida que la Policía Federal también ha imputado a Da Silva por un supuesto lavado de dinero y obstrucción de la justicia, otro duro golpe para la imagen del líder de la oposición al gobierno de Temer.
En el ámbito internacional no podía faltar la polémica del desencanto de los gobiernos bolivarianos como el de Bolivia, Ecuador y Venezuela, que han roto relaciones diplomáticas y políticas con el nuevo régimen político brasileño, ante esto, el presidente Maduro denunció que la destitución de Dilma es un nuevo “Plan Cóndor” que busca “descabezar” a los líderes izquierdista de América Latina, tampoco podía quedarse callado el cocalero Evo Morales, quien ha dicho que la salida del poder de Dilma es un “golpe de Estado”.
Total que a Brasil le esperan días duros, Michel Temer debe cumplir su propuesta de levantar la economía del gigante que tiene en sus manos y de calmar las aguas que le rodean entre ambiciones y pugnas por el control del Estado. Mientras tanto, Dilma se dará unas vacaciones para irse de gira y decir “adiós”, aunque con un “pronto regreso”, según ella.
Carlos Guerrero / @SrVenezolano.
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