La cúpula del régimen chavista se ha convertido en una gran pandemia para los venezolanos
Venezuela no logró evitar la propagación de la peste roja, tuvo la oportunidad, pero en el 98 se dejó enamorar por los alaridos demagógicos de un tipo que prometió estar siempre y hoy se encuentra en la cima de una montaña que se comienza a deslizar sobre sus propias piedras. Todo lo que prometió, también terminó como él: muerto y sepultado.
La crisis humanitaria que vive nuestro país pasa de lo “normal” a lo extremadamente desesperante; vemos como familias enteras se dividen porque los más jóvenes se van del país en busca de un futuro mejor, observamos con lamento como una madre entierra a su hijo que cayó muerto por la inseguridad descomunal que azota a Venezuela, miramos fijamente como el país se desmorona poco a poco y, a veces, a pasos agigantados.
La gran peste roja vive feliz, se les observa en los desfiles militares que se han convertido, en los últimos 18 años, en un verdadero circo donde el hombre que sostiene el poder es un “semidios” para los soldados que también tienen sus representantes en la cúpula de la peste. A esa gran peste chavista-madurista, algunos se hacen llamar “bolivarianos”, no les toca la escasez de alimentos ni el desespero por la falta de medicamentos; ellos tienen todo lo que al pueblo le falta, no comprenden porque se niegan a creer que los venezolanos estamos hartos de la corrupción que chorrea desde el Palacio de Miraflores. Estamos cansados de la división que vomita los medios oficialistas, estamos hartos de tanta miseria y de este “Período especial” que nos han implementado, los venezolanos queremos una cura para esta enfermedad y cuidado que algunos la encuentren en las calles, en las avenidas, en las esquinas, o en la propia entrada de Miraflores.
La gran peste roja vive feliz, se les observa en los desfiles militares que se han convertido, en los últimos 18 años, en un verdadero circo donde el hombre que sostiene el poder es un “semidios” para los soldados que también tienen sus representantes en la cúpula de la peste. A esa gran peste chavista-madurista, algunos se hacen llamar “bolivarianos”, no les toca la escasez de alimentos ni el desespero por la falta de medicamentos; ellos tienen todo lo que al pueblo le falta, no comprenden porque se niegan a creer que los venezolanos estamos hartos de la corrupción que chorrea desde el Palacio de Miraflores. Estamos cansados de la división que vomita los medios oficialistas, estamos hartos de tanta miseria y de este “Período especial” que nos han implementado, los venezolanos queremos una cura para esta enfermedad y cuidado que algunos la encuentren en las calles, en las avenidas, en las esquinas, o en la propia entrada de Miraflores.
La gran peste roja tiene su representante en cada poder del Estado, salvo en el Parlamento que es vilmente desconocido por la injusticia moribunda que representa el Tribunal Supremo que todos los días conspira contra el futuro del país y contra cualquier cosa que sea herramienta de cambio político o económico. Por suerte, los miembros de ese grupo de facinerosos son pocos y ya nadie, por lo menos la mayoría de los venezolanos, les cree y aplaude sus discursos repletos de tozudez y odio.
A la gran peste le queda poco, sus días están contados pero nadie puede decir a ciencia cierta cuántos días faltan para su retiro a la infinidad del asco y repudio nacional. Las pestes tienen su comienzo y su fin, pero no podemos esperar que su ciclo natural acabe por sí solo, los venezolanos podemos apresurar su limpieza.
Carlos Guerrero / @SrVenezolano.
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