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¿Debemos cambiar?, el paradigma de una sociedad


Un día más, un día menos… Todos se desarrollan en la misma dinámica; en Venezuela, la escasez de alimentos y medicamentos se agudizan, las colas reciben más ciudadanos padeciendo de una crítica problemática centralizada, el caso, se circunscribe en cómo solucionar. Para quiénes y por qué ya lo conocemos. No empleo el término de “pueblo” porque me parece estar agotado y vencido políticamente; considero la definición de ciudadano en contexto de una próxima evolución en la sociedad H. H. (Herida y Hambrienta) y la necesidad de transformar conciencia de lo que realmente somos y no de lo que pretenden decir que somos. 

Focalizo estas humildes letras en la pertinencia de que los venezolanos reflexionemos; internamente y externamente. En primer lugar; la visión de nuestra posición como ciudadanos, vecinos, miembros de un núcleo familiar, formulando interrogantes como: ¿Demuestro valores primordiales para mi convivencia?, ¿Mis actitudes responden de manera positiva o negativa para las exigencias de mi comunidad, localidad o ciudad?, de no serlo, ¿cómo repercute eso a mediano plazo?, ¿Qué acciones debo considerar para mejorar el ritmo de vida en sociedad?, ¿Cómo puedo contribuir y a través de…? Redactadas personalmente, son preguntas que por muy sencillas que parezcan, pueden inquietar la noción de cada uno de nosotros. 

La segunda parte -lo externo- trata de generalizar de forma muy puntual los hechos que durante los procesos históricos nos permiten realzar un ojo crítico sobre qué nos afecta, nos amenaza. Sin embargo, rescatar las buenas enseñanzas que los malos tiempos dejan a sentido común. 

Creo fundamental la evolución de crecer individual y colectivamente en pro de nuestros principios e intereses, no podemos aceptar una sociedad homogénea, donde se implementen ideologías “iguales” o formas de vida “iguales”, todo lo contrario, en la diversidad del pensamiento está la libertad de los hombres. 

Como ciudadano de “a pie” me ha tocado, involuntariamente, estar horas e incluso dormir en una de esas colas interminables; bajo la lluvia, bajo el sol, como sea la condición climática, hay que hacerla. Luego que a eso de las 4:30 de la mañana se observe la movilización de efectivos de nuestras “Fuerzas” Armadas u otro tipo de funcionario público encargado de mantener la “calma y seguridad” de quienes arriesgan sus vidas por dos kilos de harina o cualquier producto de la canasta básica que su costo es inalcanzable; el meollo de la situación radica en el comportamiento y postura (más allá del cansancio, estrés y molestia encima) del que reflejan muchas personas. Causa hasta miedo no saber cómo centrar tu estabilidad en la cola, si el ambiente en que se transforma el espacio y sus cercanías al supermercado, o la actitud de quienes están en la cola y los “turistas” que caminan por “to’ aquello” expresando cualquier cantidad de palabras que Andrés Bello, estaría revolcándose en la tumba al escuchar la jocosa forma de empobrecer el vocabulario. 

Añadiendo, la perdida de esencia personal, estética y pulcritud que identifican a las personas que hacen vida durante las colas; colchonetas (con sábanas y almohadas). Los vendedores hacen su agosto, el café, los cigarrillos, los tostones, los golfeados, las chucherías y los helados “chupis”, son los más exhibidos por quienes buscan otro tipo de entrada que refuerce quizás la que ya tienen -escasamente-. 

Como dice una frase políticamente célebre y socialmente real “Los gobiernos pasan, el hambre queda”. En este contexto, yo la cambiaría a “Las colas pasan, se repiten y el sucio queda”. No está obligado a ir a un supermercado después de una ardua campaña militar-civil, si por causalidad transita por alguno, fíjese y detalle el estado en que quedan los espacios adyacentes: basura, frascos plásticos, cartones y un sinfín de deshechos. ¿Quiénes son los responsables? Así se encuentra buena parte de la sociedad, grisácea, oscura, llena de sentimientos, rencor, frustración y con una carga encima que quieren desechar lo más pronto posible y su oportunidad es ahí, en la convivencia y supervivencia por comprar alimentos, pero, detente, tú, venezolano, mi pana, mi hermano… Reflexiona, medita y reacciona; no deterioremos nuestros espacios, ellos no son culpables de la situación económica, armemos un rompecabezas y verás que los responsables dicen ser socialistas y tus niveles y derechos demuestran la precariedad por la que pasas, tu salario no alcanza y la calidad de vida desciende aceleradamente.

En la Constitución, Artículo 350, subyace entre sus líneas: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” EN TU VOZ, ENALTECE LA LIBERTAD DE TODOS.



Henrry Velasquez / @Henrry_V.

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