La espada de Bolívar, que ayer se blandía filosa por el continente, se oxidó cuando los inescrupulosos, corruptos e irresponsables socialistas se escudaron en ella para imponer a millones de americanos una ideología inhumana
Luego de aquella primera ola roja, que instauró gobiernos socialistas en Latinoamérica, bajo el padrinazgo de la Cuba de Fidel y la Venezuela de Chávez, se popularizó en la región la frase: “¡Alerta, que camina la espada de Bolívar por América Latina!”, en referencia al aparente rescate de las ideas de “igualdad” y “unión de los pueblos” que en algún tiempo representó el Libertador.
La izquierda continental, llena de júbilo, coreaba esas palabras, inaugurando lo que en efecto fue una nueva era para la región. La América toda —con ciertas excepciones en algunas naciones, que luego llegarían a vivir su invierno rojo— estuvo gobernada por el socialismo. Parecía que la “espada de Bolívar” corría a sus anchas desde la Patagonia hasta América Central.
El socialismo, casi sin oposición, gobernó más territorios de los que Bolívar jamás pensó dominar. Sin embargo, las promesas de igualdad, unión y paz se quedaron en el papel. América dejó de visualizarse como la unidad cultural que era, y una ideología política altamente corrosiva se encargó de dividirnos para hacernos creer que solo era americano quien fuese socialista. Las naciones gobernadas por fuerzas democráticas y por la derecha eran el enemigo. La pobreza ni se amilanó: Argentina, por ejemplo, siguió siendo el “enfermo del sur” y Venezuela entró en una crisis que hizo temblar a todas las naciones cercanas.
El “rescate” de Bolívar fue meramente poético, discursivo y simbólico.
El fracaso de las naciones que intentaron el socialismo llevó a una reacción ciudadana sin precedentes, remarcada por los recientes triunfos de demócratas de derecha y centroderecha en Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile, sumado al despertar de una Venezuela que gritó con contundencia el 28 de julio de 2024.
La espada de Bolívar, que ayer se blandía filosa por el continente, se oxidó cuando los inescrupulosos, corruptos e irresponsables socialistas se escudaron en ella para imponer a millones de americanos una ideología inhumana. Pero, para desgracia de esos mismos, perdió el filo cuando toda América decidió abrazarse a la libertad. Su actual situación de minusvalía no representa una derrota absoluta, pero en la simbología —el terreno donde mejor juegan— la espada que empuñaban ayer está amellada.
América nació bajo los ideales de libertad, equidad, fraternidad y progreso, y hoy está más cercana a ellos que antes, en la medida en que los demócratas se imponen a la obsesión totalitaria.
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