Ay, Chinita mía, cuánto nos alegra el alma a los zulianos cuando llega noviembre y te reencuentras con tu pueblo. Cuando las calles de Maracaibo se llenan de colorido y alegría para celebrarte, adorarte y agradecerte por todas las bendiciones que entregas a tus hijos.
Ay, Chinita mía, no tendría que decirte lo que ya vos sabéis, pero es que el clamor de tu pueblo sigue siendo tan grande que se hace necesario seguir implorando.
Hay una ilusión de alegría en esta ciudad, aupada por un gobierno municipal que se ha dedicado a pintar plazas, maquillar calles y montar espectáculos públicos —a lo que vos estáis acostumbrada cuando llegan tus ferias para ser recibida por tus feligreses—, y por supuesto que muchos de tus hijos aprovechan ese poquito de disfrute que aún les queda. Eso nadie lo cuestiona ni critica.
Pero, Chinita, lo que parece ser fiesta, alegría y color está montado hoy para ocultar lo que padecen marabinos y zulianos en sus hogares. Se trata de un montaje que busca silenciar el clamor de liberación de tu pueblo. Esa música que ahorita mismo ensordece la ciudad busca callar el llanto de cada madre y cada padre que no puede alimentar a sus hijos, el del obrero que sobrevive con un sueldo ínfimo, el del joven que ve perderse la esperanza de un futuro próspero y cómo se le escapan sus sueños, el del abuelo que después de tanto trabajo recibe una burla de pensión.
Ay, Chinita, y esos mismos que hoy gastan los recursos públicos sin escatimar para que veáis tu ciudad bonita son los mismos que someten a la marginación a tu propio pueblo.
Chinita, disculpá que te molestemos otra vez con lo mismo, pero este, tu pueblo, lo único que quiere, desea y merece es vivir en paz y libertad, ser dueño de su destino y que más nunca un sátrapa le arranque sus sueños y anhelos.
Madrecita, aquí estamos otra vez tus hijos frente a vos, que sois milagrosa. Confiamos en vos y en tu bondad para restituir a este país, que es tuyo también, su libertad, y sabemos que con tu guía vamos a ser la nación y la sociedad que merecemos.
➨ Artículo escrito por David Caballero, periodista.
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