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József Mindszenty, la esperanza en medio de las tinieblas

 


Cuando la oscuridad se abatió contra Europa, había quienes pensaban en el fin de la historia; estaban seguros de que el monstruo del totalitarismo era invencible ante la decadencia y la debilidad de los cambios drásticos de la historia. Pero en medio del corazón de Hungría un hombre se levantaba día tras día con la fe y la dignidad inquebrantable, con el espíritu de vencer a las tinieblas a través de la esperanza.

Ese hombre era József Mindszenty, quien nació el 29 de marzo de 1892 en un singular pueblo al oeste de Hungría. El padre Mindszenty personificó con claridad una oposición inflexible al fascismo y al comunismo, esas dos criaturas totalitarias que buscan consumir el alma y reemplazarla por la divinidad a un hombre y a un partido.

Mindszenty fue testigo directo del auge del fascismo y del inicio de la Segunda Guerra Mundial, pues en efecto, fue hecho prisionero por el Partido Cruz Flechada, que era una organización satélite de los nazis en territorio magiar. Para el padre Mindszenty, la Cruz Flechada era el “comunismo verde” y no dudó en denunciarlo hasta que fue hecho prisionero.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y con las cenizas del Partido Cruz Flechada revoloteando, el padre Mindszenty fue creado cardenal en 1946, pero dos años después fue hecho prisionero por el nuevo régimen comunista luego de que denunciara los atropellos de la invasión soviética una vez terminado el conflicto.

 El cardenal Mindszenty siendo llevado a su juicio-espectáculo comunista en 1949.   (Foto del diario Hungary Today)

           
Mindszenty fue encarcelado, torturado y condenado a cadena perpetua en una farsa de juicio llevado a cabo en 1949. “El régimen estalinista de Hungría recurrió a esta táctica contra la mayoría de los dignatarios eclesiásticos para obligarlos a dimitir, solo para reemplazarlos por otros más dóciles. Cuando no se les podía obligar a abandonar su cargo de iure —como en el caso del cardenal, por ejemplo—, el Estado al menos logró neutralizarlos en la práctica”, explica el Hungarian Conservative.

Durante todo este tiempo, el pueblo húngaro veía en el cardenal Mindszenty a un héroe de la libertad, a un guía que con su duro testimonio logró demostrar que a pesar de las adversidades de las tinieblas, la fe y la esperanza se pueden fortalecer y mantenerlas vivas.

En sus extraordinarias memorias, el cardenal escribió: "En mis recuerdos, el dolor y la forzada pasividad ocupan la mayor parte de mis años. Como el paciente Job, sometido a tan duras pruebas, durante un tenebroso período de mi vida se abatió sobre mí la desdicha. Por ello, no voy a relatar tan solo lo edificante, tan solo lo satisfactorio; relataré cosas de la vida, de cuántos pesares pero también cuántos consuelos contiene, hablaré, dicho en breves palabras, de la verdad".

Fue lo que ocurrió durante el año 1955, cuando al cardenal se le remitió a arresto domiciliario para luego ser recluido en una especie de centro turístico-religioso en Püspökladány debido al deterioro progresivo de su salud. Pero en el verano de 1956 fue reubicado en un castillo de Felsőpetény, desde donde fue liberado en octubre de ese año luego de que un grupo de seminaristas católicos comenzaran a difundir su caso a través de panfletos que pedían su liberación.

El régimen reformista de Imre Nagy ofreció una amnistía a Mindszenty a cambio de una condición que el cardenal no pudo aceptar: que renunciara a la política por completo y para siempre. “El primer ministro Imre Nagy —quien era comunista, a pesar de haber cedido a las exigencias de los revolucionarios— quería evitar que Mindszenty se hiciera aún más popular, así que accedió a que levantara su arresto domiciliario y lo escoltara de regreso a Budapest. Sin embargo, esto fracasó, ya que las masas jubilosas recibieron a Mindszenty en algunos pueblos y ciudades a lo largo de su camino. En particular, se congregaron grandes multitudes en Vác y Újpest”, recuerda el Hungarian Conservative.

Con todo esto, una vez en Budapest, Mindszenty se puso en contacto con los demás grupos disidentes que, como él mismo, eran fervientes anticomunistas. El cardenal para entonces se consideraba el dignatario y figura legal más importante del país, ya que, según el marco legal tradicional húngaro, en ausencia del rey, el arzobispo de Esztergom, quien gobernaba como Príncipe Primado, ejercía el poder.

A pesar de todos los esfuerzos de Mindszenty por avanzar en reformas serias en Hungría y de impulsar el respeto a la iglesia y al libre pensamiento, su proyecto no se logró materializar debido al aplastamiento soviético de la revolución de Nagy y la imposición de medidas represivas mayores que obligaron al cardenal a refugiarse en la Embajada de Estados Unidos en Budapest, donde vivió 15 años antes de que le permitieran salir del país y muriera en Viena en 1975.

He querido recordar la figura de József Mindszenty como un ejemplo genuino y admirable de lucha contra la tiranía; un ejemplo que se debe mantener vivo en el imaginario colectivo de las sociedades contemporáneas que, frente a la intoxicación informativa, los ídolos de la Inteligencia Artificial o los avatares comunes de nuestros días, están dispuestas a avanzar, a aprender de la historia para construir puentes y sanar heridas.

➨ Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@CarlosGuerreroY), director de la plataforma informativa Globopais (@globopais)

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