El reloj marca las 2:00 a.m. del 28 de julio. Me despierto aturdido después de solo descansar media hora. Ha llegado el día, el gran día, el momento más esperado por los venezolanos: la crucial elección presidencial que definiría el destino del país. Todo apuntaba a una derrota de Nicolás Maduro frente al candidato de las fuerzas democráticas, el embajador Edmundo González Urrutia, hasta hace unos meses completamente desconocido, pero aupado por María Corina Machado, la resiliente líder opositora.
Es 28 de julio y en Maracaibo el ambiente es de esperanzas, aunque la incertidumbre está presente. Todo puede suceder, pero el hartazgo, la indignación y la misma decepción se transforman en inmensas filas para ejercer el derecho al voto en todos los centros de votación. Agolpados los unos a los otros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, esperan pacientemente el inicio de la jornada electoral, pues ven en el sufragio la posibilidad real de castigar al régimen chavista después de 25 años de fracaso tras fracaso.
Muchos de los que están en cola, o la gran mayoría, no han conciliado bien el sueño en las últimas semanas. Emocionados por el fenómeno que ha significado María Corina Machado, ven esta como una oportunidad o la última oportunidad para deslastrarse definitivamente del modelo socialista de miseria, división y opresión que Maduro ha profundizado desde que llegó al poder en 2013 después de la muerte de Hugo Chávez.
Como todo domingo en Maracaibo, el calor es abrasador, el sol es inclemente pero las filas se mantienen firmes. Nadie se mueve, cada quien permanece regio para votar. En los centros de votación veo rostros esperanzados y ojerosos, el mío es uno de ellos. Casi no he dormido en las últimas horas. Un día antes fui a misa; el templo estaba repleto y una bandera del país se roba la atención. Todos oramos por Venezuela.
El domingo 28 de julio fue la fecha establecida por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para celebrar la elección presidencial. La fecha tiene para el chavismo un simbolismo especial: un 28 de julio de 1954 nació el “gran timonel” de la llamada Revolución Bolivariana, y esperan que esté día Maduro se entronice por seis años más en el poder. Pero no se imaginaban con certeza lo que estaba ocurriendo en las más de 30.000 mesas de votación del país.
Transcurre la mañana del 28 de julio sin mayores inconvenientes y llega la tarde. Aunque las filas de votantes se han reducido, todavía se mantienen cientos y cientos a las afueras para votar. Los adeptos al chavismo casi no emiten opiniones porque se han dado cuenta de que la mayoría son seguidores de Machado y han decidido respaldar a González Urrutia, no obstante esa base chavista que se ha reducido en los últimos años ha logrado movilizar a los más fieles, que realmente representan una clara minoría.
En la tarde del domingo ya se manejan números que activan las alarmas en el comando del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV): tal como lo preveían las encuestas, la opción de González Urrutia lleva la delantera. Es imposible, no es tolerable, para el ala extrema del chavismo no se puede concebir salir del poder, ellos tampoco han dormido lo suficiente y los rostros, incluyendo el de Maduro, está desencajado, apesadumbrado.
Después de una ola de rumores que circulan en las redes durante la tarde del 28 de julio, se dice que el chavismo no reconocerá los resultados y se atrincherará en el Palacio de Miraflores, es decir, tratando de mantener las formas el presidente del CNE, Elvis Amoroso, anunciará que el líder chavista ganó falsamente los comicios. Y en efecto ocurre así, pero el anuncio de Amoroso carece de todo detalle técnico y estadístico. Nadie se lo cree, y parece que Maduro tampoco.
La madrugada del 29 de julio, que fue cuando anunciaron los resultados que favorecían a Maduro, comunidades enteras estaban acompañando el conteo de votos en los centros de votación más cercanos. Recuerdo que entonaban el himno nacional mientras izaban la bandera, otros sonaban las vuvuzelas y sus ojos expulsaban felicidad, pero fue el veredicto de Amoroso lo que dio inicio al gran insomnio de los venezolanos.
Las horas que prosiguieron vinieron cargadas de protestas callejeras y de una represión nunca antes vista. Testigos y miembros de mesas han sido sacados de sus hogares para ser detenidos sin ninguna orden judicial; dirigentes políticos de diferentes parroquias han sido acusados de terrorismo y encarcelados sin derecho a una defensa privada ni poder ver a sus familiares. Maduro en cadena nacional los ha condenado por “fascistas”, de hecho, ordenó la rehabilitación de las cárceles de Tocorón y Tocuyito para convertirlas en especies de “campo de reeducación”.
Pero a pesar de la represión y el monumental fraude electoral del 28 de julio, la esperanza de los venezolanos dentro y fuera del país no se desvanece. La victoria de Edmundo González Urrutia ha sido comprobada a través de las actas, pero no ha sido una victoria cualquiera: más de tres millones de votos es la diferencia entre el candidato opositor y Maduro.
Aunque el insomnio no se ha terminado, los venezolanos seguimos firmes y convencidos de que la soberanía popular expresada mediante el voto el 28 de julio se hará respetar.
El autor de este artículo ha pedido que por seguridad no sea firmado con su nombre
Comentarios
Publicar un comentario