Los venezolanos debemos construir un pacto social entre nosotros que asegure la estabilidad, el bienestar, el respeto por las leyes y que derive en la adquisición de la libertad
La encarnizada batalla que libramos los venezolanos para expulsar al chavismo del poder en nuestro país no es cualquier cosa que se pueda resumir o pautar para un día determinado; marcar una fecha y que después no se materialice generaría frustraciones que solo beneficiarían a la dictadura que está cavilando acciones y reacciones que desestabilicen la ruta de la transición ya encaminada en Venezuela.
Todos los venezolanos, y hasta el mundo entero, deseamos que la tragedia chavista llegue a su fin y permita que reconstruyamos en libertad un país devastado no por una guerra, no por una catástrofe natural pero sí por una ideología que en décadas pasadas fue aplicada con las mismas fracasadas recetas socialistas, eso a lo que Moíses Naím llama necrofilia ideológica: el amor o interés por rescatar ideas muertas que no funcionaron antes. Y esa libertad añorada por los venezolanos se ha traducido en una entrega total de cuerpo y alma a la causa de una tierra libre donde sea el respeto a las leyes y los derechos humanos los que nos permitan avanzar hacía una sociedad abierta y que sea garantía de respeto.
Rousseau dice en El Contrato Social que hay tres tipos de libertades, que yo considero primordiales para recuperar en el país, y que cada una tiene un nexo con la otra. La libertad natural es la que no reconoce otros límites que no sea la fuerza del individuo, esta la pierde el hombre cuando se adhiere al contrato social, pero al mismo instante obtiene la libertad civil que no es más que la propiedad de todo lo que posee pero que se haya limitada por la voluntad general, es, digamos, la libertad de ser ciudadanos. Pero hay otra más importante y es la libertad moral. “Es la única que hace al hombre verdaderamente dueño de sí mismo; pues el solo apetito es esclavitud, y la obediencia a la ley que uno se ha impuesto es libertad”.
Los venezolanos debemos construir un pacto social entre nosotros que asegure la estabilidad, el bienestar, el respeto por las leyes y que derive en la adquisición de la libertad. La construcción de este pacto debe estar enmarcado en el individuo para que pueda obtener frutos y no los mismos errores que nos han traído hasta el punto en el que estamos, pues nos hemos acostumbrado a encontrar en un solo ídolo y su proyecto la ansiada esperanza de romper las cadenas pero lo único que hemos conseguido es que estas se enreden más en nosotros.
La tierra de libertad y resiliencia que será Venezuela no tendrá una camisa de fuerza que no sea otra que el respeto a la Constitución
Por consiguiente, la tierra de libertad que queremos sea Venezuela no puede estar sometida a trivialidades ni mausoleos, no podemos despegar al desarrollo como sociedad si depositamos la fe en mesías que se creen una especie renovada de protohombres, los cuales dicen estar destinados a “salvarnos del abismo” pero naturalmente nos conducen allí. Para ser libres de verdad, para concretar en nuestro país esa utopía que tantos ven como lejana, tenemos la responsabilidad de limpiar nuestra mente de las viejas creencias que nos han mantenido amarrados a eternos conflictos políticos-ideológicos donde solo hay un camino, una visión y es la que impone el caudillo de turno.
La tierra de libertad y resiliencia que será Venezuela no tendrá una camisa de fuerza que no sea otra que el respeto a la Constitución, a los derechos individuales de cada ciudadano, al respeto por la opinión, al valor por la educación, por el camino del desarrollo económico y social que tanto se anhela en este país cuya esencia se niega a perder en medio de la tragedia que hoy atraviesa. Superemos juntos los traumas que tenemos como sociedad y trabajemos por un país libre.
➨ Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte (@SrVenezolano), director deSubversión en letras y estudiante de Periodismo en la Universidad del Zulia (LUZ)
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