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Nicaragua: los fusiles del tirano | Carlos Guerrero Yamarte


Una nueva e inusitada crisis política ha estallado en América Latina y esta vez en la cuna del sandinismo. La actual situación en Nicaragua demanda atención y análisis cuidadoso de los últimos acontecimientos que se encuentran marcados ya con la sangre de los inermes estudiantes de las más importantes casas de estudios públicas del país centroamericano, quienes desde el pasado miércoles han salido a las calles de por lo menos Managua, Masaya, Matagalpa e incluso en León, donde las calles han sido abarrotadas por ciudadanos descontentos con la reforma de la Seguridad Social que busca reducir en un 5% las pensiones, pero además, meterle la mano en los bolsillos a los empleados y empleadores, según el régimen orteguista, para “sostener” a la institución encargada de las pensiones y la seguridad social de los nicaragüenses.

En Nicaragua nadie recuerda manifestaciones tan inmensas y llenas de indignación durante la era Ortega, quien se ha erigido como el  líder absoluto del país junto a su esposa y actual vicepresidenta Rosario Murillo quienes lideran al país como un imperio donde sus hijos y familiares tienen un control altísimo sobre los medios de comunicación, corporaciones estatales y hasta del ente cinematográfico del país. Los manifestantes creen que la reforma o modificación de la seguridad social es un despropósito ante la opulencia cotidiana en que Ortega y su familia viven, sin excluir a los poderosos jueces y magistrados así como otros funcionarios fieles al “Comandante”.

Ante los acontecimientos callejeros, Ortega había guardado silencio y los encargados de ofrecer declaraciones hasta el sábado había sido uno que otro portavoz y su esposa, una de las mujeres más odiadas y rechazadas del país, especialmente por su implicación en millonarias tramas de corrupción. Las declaraciones hasta entonces había sido de llamar a la cordura y prudencia, sin embargo, el propio Ortega hizo una anunciada aparición el sábado por el mediodía (hora local) para rechazar las manifestaciones que han resultado en violencia producto de la represión gubernamental, llamar al “diálogo” y acusar a los manifestantes de ser “narcotraficantes” o “mercenarios” que buscarían derrocarle. Ortega, mientras llamaba a diálogo a la principal patronal del país, que ha llamado a manifestaciones en Managua, ordenaba al Ejército a ser implacable contra los amotinados que se han defendido de la cruda virulencia policial utilizando piedras y morteros que son acallados con el ensordecedor disparo de los fusiles que el tirano ha ordenado activar. Sin embargo, aunque el domingo Ortega haya dado marcha atrás a la reforma de la Seguridad Social, las protestas y los conatos de saqueos seguían ardiendo en varias zonas de Managua.

La violencia se ha saldado, hasta ahora, con una veintena de manifestantes muertos y cientos de heridos según han reseñado organizaciones civiles que se encuentran impresionadas ante la carga de fuerza que la Policía Nacional ha lanzado contra las manifestaciones y periodistas, que ha dejado como resultado el asesinato del periodista Ángel Gahona, de Bluefields, la noche del sábado cuanto Ortega ordenó recrudecer la represión. En otros municipios nicaragüenses los manifestantes han incendiado las sedes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido gobernante, así como algunas instituciones del Estado. Por su parte, los escuadrones de la muerte, que son semejantes a los colectivos chavistas en Venezuela, han quemado una radio, han golpeado a periodistas y atacado cruelmente a profesores, jubilados y estudiantes en Managua y otras ciudades del país bajo el amparo excepcional de los antimotines desplegados por las ciudades.

La orden de escalar el nivel de represión ha ocasionado victimas fatales, ha enlutado  a las familias de los manifestantes pero además ha imbuido a los ciudadanos a concientizarse sobre lo que significa las decisiones del régimen orteguista en cuanto al tema social y económico, pero la represión con fuego real a las manifestaciones pacíficas han activado las alarmas sobre las restricciones de las libertades civiles y constitucionales, a tal punto que desde que iniciaron las protestas cinco canales de televisión han sido bloqueados del espectro nacional, entre los más conocidos, Canal 2 y 100% Noticias, que tuvieron la valentía de transmitir en vivo la represión policial.

Los fusiles del tirano nicaragüense han derramado la sangre de jóvenes estudiantes por todo el país y han marcado un nuevo hito histórico de la represión en América Latina, no sin antes tener la complacencia de que medios como teleSUR hagan caso omiso de lo que ocurre en el país y prácticamente justifiquen la muerte y la violencia como medio para que el clan Ortega se mantenga en el poder, incluso, sobre las tumbas de los caídos.
  • Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte | @SrVenezolano

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