Una nueva e inusitada crisis política
ha estallado en América Latina y esta vez en la cuna del sandinismo. La actual
situación en Nicaragua demanda atención y análisis cuidadoso de los últimos
acontecimientos que se encuentran marcados ya con la sangre de los inermes estudiantes
de las más importantes casas de estudios públicas del país centroamericano,
quienes desde el pasado miércoles han salido a las calles de por lo menos
Managua, Masaya, Matagalpa e incluso en León, donde las calles han sido
abarrotadas por ciudadanos descontentos con la reforma de la Seguridad Social que busca reducir en un 5% las
pensiones, pero además, meterle la mano en los bolsillos a los empleados y
empleadores, según el régimen orteguista, para “sostener” a la institución
encargada de las pensiones y la seguridad social de los nicaragüenses.
En
Nicaragua nadie recuerda manifestaciones tan inmensas y llenas de indignación
durante la era Ortega, quien se ha
erigido como el líder absoluto del país
junto a su esposa y actual vicepresidenta Rosario
Murillo quienes lideran al país como un imperio donde sus hijos y
familiares tienen un control altísimo sobre los medios de comunicación,
corporaciones estatales y hasta del ente cinematográfico del país. Los
manifestantes creen que la reforma o modificación de la seguridad social es un
despropósito ante la opulencia cotidiana en que Ortega y su familia viven, sin
excluir a los poderosos jueces y magistrados así como otros funcionarios fieles
al “Comandante”.
Ante
los acontecimientos callejeros, Ortega había guardado silencio y los encargados
de ofrecer declaraciones hasta el sábado había sido uno que otro portavoz y su
esposa, una de las mujeres más odiadas y rechazadas del país, especialmente por
su implicación en millonarias tramas de corrupción. Las declaraciones hasta
entonces había sido de llamar a la cordura y prudencia, sin embargo, el propio
Ortega hizo una anunciada aparición el sábado por el mediodía (hora local) para
rechazar las manifestaciones que han resultado en violencia producto de la represión
gubernamental, llamar al “diálogo” y acusar a los manifestantes de ser
“narcotraficantes” o “mercenarios” que buscarían derrocarle. Ortega, mientras
llamaba a diálogo a la principal patronal del país, que ha llamado a
manifestaciones en Managua, ordenaba al Ejército a ser implacable contra los
amotinados que se han defendido de la cruda virulencia policial utilizando
piedras y morteros que son acallados con el ensordecedor disparo de los fusiles
que el tirano ha ordenado activar. Sin embargo, aunque el domingo Ortega haya
dado marcha atrás a la reforma de la Seguridad Social, las protestas y los
conatos de saqueos seguían ardiendo en varias zonas de Managua.
La
violencia se ha saldado, hasta ahora, con una veintena de manifestantes muertos
y cientos de heridos según han reseñado organizaciones civiles que se
encuentran impresionadas ante la carga de fuerza que la Policía Nacional ha lanzado contra las manifestaciones y
periodistas, que ha dejado como resultado el asesinato del periodista Ángel Gahona, de Bluefields, la noche
del sábado cuanto Ortega ordenó recrudecer la represión. En otros municipios
nicaragüenses los manifestantes han incendiado las sedes del Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN), el partido gobernante, así
como algunas instituciones del Estado. Por su parte, los escuadrones de la muerte, que son semejantes a los colectivos
chavistas en Venezuela, han quemado una radio, han golpeado a periodistas y
atacado cruelmente a profesores, jubilados y estudiantes en Managua y otras
ciudades del país bajo el amparo excepcional de los antimotines desplegados por
las ciudades.
La
orden de escalar el nivel de represión ha ocasionado victimas fatales, ha
enlutado a las familias de los
manifestantes pero además ha imbuido a los ciudadanos a concientizarse sobre lo
que significa las decisiones del régimen orteguista en cuanto al tema social y
económico, pero la represión con fuego real a las manifestaciones pacíficas han
activado las alarmas sobre las restricciones de las libertades civiles y
constitucionales, a tal punto que desde que iniciaron las protestas cinco
canales de televisión han sido bloqueados del espectro nacional, entre los más
conocidos, Canal 2 y 100% Noticias, que tuvieron la valentía
de transmitir en vivo la represión policial.
Los
fusiles del tirano nicaragüense han derramado la sangre de jóvenes estudiantes
por todo el país y han marcado un nuevo hito histórico de la represión en
América Latina, no sin antes tener la complacencia de que medios como teleSUR hagan caso omiso de lo que
ocurre en el país y prácticamente justifiquen la muerte y la violencia como
medio para que el clan Ortega se
mantenga en el poder, incluso, sobre las tumbas de los caídos.
- Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte | @SrVenezolano
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