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El peligro de caer en el mismo error | Carlos Guerrero Yamarte


La situación venezolana es más compleja de lo que se puede advertir desde adentro, tomando en cuenta que desde adentro es que se padece como nadie los estragos violentos del proceder del régimen chavista; sus decisiones destructivas, su terquedad, su despotismo y todas las acciones que siempre terminan por infringir graves daños a los venezolanos que están buscando una alternativa al desastre pero que la degradación de la democracia, la supresión de los derechos constitucionales, la aniquilación de la disidencia y el embrollo en el que esta se encuentra sumergida los hace mirar hacia otra época que pueden volvernos a costar muy caro. 

Un ejemplo de lo comentado arriba es el año 1998, una fecha sumamente mencionada en los análisis más ponderados, porque se refiere a la ascensión de la anti política a lo más alto del poder político, justamente, y este es un tema que lo he tocado en varias oportunidades, pero hacerlo ahora, en las circunstancias actuales es elemental, pues se suele repetir con fuerza que “los políticos no sirven”, “el pueblo no quiere saber de política”, “la política arruinó al país”, y todas son aseveraciones exageradas, imbuidas irresponsablemente, fuera de lugar y muy repetidas más allá de nuestras fronteras pero que en lo interno nos lleva a 1998. 

Hugo Chávez era un hombre que detestaba a la democracia y estaba dispuesto a exterminarla, incluso, utilizando los instrumentos que esta ofrece para llegar al poder y desde ahí comenzar su plan de destrucción. Lo logró, sin duda. Empleó mecanismos demagógicos, de corte populista para ceñirse contra lo que él mismo llamaba la “democracia burguesa”, democracia que por cierto mantenía estable a Venezuela, a pesar de los problemas que tiene una democracia, pero no se evidenciaban en el país los horrores que a diario sufren los venezolanos. 

Chávez, profundamente resentido y a lo largo de régimen, se encargó de meterle en la cabeza muchísimas mentiras a sus seguidores; mentiras que le han hecho daños terribles al país porque han corroído el Estado de Derecho, los pilares fundamentales de la República y la propia condición humana. El “Comandante” le prometió a los venezolanos una “democracia participativa y protagónica”, una promesa que carecía de pies y cabeza, sin embargo, la gente se lo creyó, pues sentían la necesidad de reconstruirse, según ellos, de reinventarse ante los errores de los partidos tradicionales de entonces y antes de exigirles, antes de buscar los mecanismos para reorientar a la clase política, decidieron lanzar por la letrina los logros que el Pacto de Punto Fijo, con sus errores, había construido y que tenía frutos maduros que mostrarle a los venezolanos. Aquí, la anti política se sembró y germinó en miles de millones. 

El peligro de poder caer en el mismo error de 1998 hoy sigue vigente y esta vez se encuentra del lado opositor, de aquellos que están en desacuerdo absoluto con el régimen, que es la gran mayoría, pero el momento político es muy diferente al de aquel año. En 1998 estaba el país en una democracia plena que le dio a Chávez todos sus derechos y los respetó, hoy nos encontramos ante una dictadura no convencional que irrespeta los derechos de los venezolanos, sin diferencia de credo, atenta constantemente contra la propia constitución que juraron defender hasta la muerta y el actual régimen no está dispuesto a una salida constitucional y democrática, ya está más que comprobado, sin embargo, el peligro de retroceder a 1998 cuando Venezuela entre definitivamente en la senda democrática sigue latente y es importante que los ciudadanos entendamos que más allá de nuestras críticas a la oposición es imposible concebir a la democracia sin partidos políticos, es mentira que “el pueblo tomará el poder”, es más, se parece al discurso chavista, y es falso que la política destruyó al país, lo que verdaderamente terminó por diluir los pilares de la República en ácido sulfúrico ha sido la anti política y su hijo predilecto llamado populismo. 

Desde 1998 un verdadero político no ha gobernado a Venezuela, lo han hecho los militares, incluso luego de la muerte de Chávez, es la cúpula militar la que continúa descarrilando al país al abismo (si es que es posible ir más allá del abismo en el que estamos). 

Antes de que Chávez llegará al poder e intentará salvajemente tumbar las puertas del Palacio de Miraflores, en la década de los ochenta, comenta el escritor Enrique Krauze en su libro El Poder y el Delirio, “En aquel sombrío panorama, solo dos democracias pacíficas y maduras brillaban como estrellas solitarias: Venezuela y Costa Rica”. Como deseo que nuevamente la democracia vuelva a renacer en nuestro país para que los venezolanos tengamos la oportunidad de crecer, de vivir en paz, de decidir sin ningún tipo de subyugación tiránica los destinos del país, pero eso no se puede lograr si los propios ciudadanos execramos la política de nuestras vidas y no nos damos la oportunidad de ser hombres y mujeres activos en la lucha por mejorar lo que está mal y perfeccionar lo que va bien. No esperemos que otros hagan lo que por humanidad nos toca hacer a nosotros. A Venezuela no la salvará un mesías, no vendrán portaaviones repletos de marines a derrotar a la dictadura, a Venezuela, a este país, nos toca salvarlo nosotros y estamos perdiendo tiempo.

  • Artículo escrito por Carlos Guerrero Yamarte | @SrVenezolano

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