Se suele decir, equivocadamente desde
mi punto de vista, que la política es la profesión de los más astutos, de los
más vivos, de aquellos que utilizan su verdadera esencia para un fin personal o
económico, pero no para darle soluciones prontas a los ciudadanos que
representan o buscan representar. Pero cuando la política se utiliza de forma
hipócrita, a la manera populista a la que nos han acostumbrado y no importa la
voluntad ni las opiniones del pueblo, estamos mal, pues se termina por
desnaturalizar esa vocación universal de servicio y de filantropía con los
demás.
En
todo lo anterior, salvo en lo positivo, Manuel
Rosales tiene características que mal que bien le han dado los dividendos
que él siempre ha buscado sin importarle el padecimiento que hoy por hoy viven
los venezolanos en el peor momento de la crisis económica y política de la
historia republicana, y su ejemplo más reciente lo ha dado cuando anunció, sin
ningún tipo de sonrojo, su candidatura a la gobernación del estado Zulia, aún
sabiendo él que la persona que obtuvo el triunfo como nunca antes en proporción
de votos ha sido Juan Pablo Guanipa (PJ)
y esa misma victoria fue arrebatada por el régimen a través de un “decreto
constituyente” que lo obligaba a juramentarse ante la indigna Asamblea Constituyente,
pues ante las circunstancias, a Rosales poco le interesó la ilegal destitución
de Guanipa, ya que para Un Nuevo Tiempo
(UNT) sería quitar del camino al
dirigente que los derrotó en las primarias del pasado 10 de septiembre y quien
se ha convertido en el referente político del Zulia y de Venezuela.
Una
vez más y sin ningún temor, Manuel Rosales vuelve al ojo de la crítica
opositora, apuntando que no es casual que su pronta y casi que grata
habilitación política por parte del Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) se
haya dado en medio de la convulsión política regional por la negativa de Juan
Pablo Guanipa de subordinarse a las órdenes infelices de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que actúa como el filtro
procesador de las ideas nefastas con las que se ha sepultado la democracia en
Venezuela y a través de la cual Nicolás Maduro ha arruinado al país, además,
siendo la ANC chavista quien ha violentado la Constitución y la ley al no
permitir al gobernador electo tomar posesión de su cargo en el Consejo Legislativo del Estado Zulia (CLEZ), institución correspondiente que
debe tomar juramento a los gobernadores, y pasándole así la “aplanadora” a la
voluntad ciudadana en un nuevo acto antidemocrático y bochornoso para la
historia del estado.
Manuel
Rosales vuelve a sus andanzas y utiliza las circunstancias adversas de sus
contrincantes internos así como sus oscuras y controvertidas negociaciones con
el régimen chavista para no perder la monarquía que durante 22 años ha
gobernado o en el Zulia o en Maracaibo, pero nunca fuera del poder. El
oportunismo de Rosales, un viejo “zorro” en la política, le ha costado las
críticas y desconfianza de la oposición que ven en él la clase populista que
continúa destruyendo al Zulia y a Venezuela, y lo hacen desde UNT o desde el
PSUV.
Es
terrible que desde las propias filas opositoras se convalide a un órgano
paraestatal que funge, además, como un tribunal sumarísimo que persigue,
encarcela y comete cualquier tipo de violación a la ley como a los derechos
humanos, sin embargo, la ambición de poder y la incoherencia política han hecho
que Manuel Rosales anuncie que acudirá a la Asamblea Nacional Constituyente
(de ganar los comicios arbitrarios del
próximo 10 de diciembre) a juramentarse y traicione así la decisión unánime del
pueblo zuliano. La historia no absolverá a Rosales, pues ya el presente ha
comenzado a castigarlo.
- Artículo escrito por Carlos Guerrero | @SrVenezolano
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