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El oportunismo como canal de la política | Carlos Guerrero

Se suele decir, equivocadamente desde mi punto de vista, que la política es la profesión de los más astutos, de los más vivos, de aquellos que utilizan su verdadera esencia para un fin personal o económico, pero no para darle soluciones prontas a los ciudadanos que representan o buscan representar. Pero cuando la política se utiliza de forma hipócrita, a la manera populista a la que nos han acostumbrado y no importa la voluntad ni las opiniones del pueblo, estamos mal, pues se termina por desnaturalizar esa vocación universal de servicio y de filantropía con los demás.

En todo lo anterior, salvo en lo positivo, Manuel Rosales tiene características que mal que bien le han dado los dividendos que él siempre ha buscado sin importarle el padecimiento que hoy por hoy viven los venezolanos en el peor momento de la crisis económica y política de la historia republicana, y su ejemplo más reciente lo ha dado cuando anunció, sin ningún tipo de sonrojo, su candidatura a la gobernación del estado Zulia, aún sabiendo él que la persona que obtuvo el triunfo como nunca antes en proporción de votos ha sido Juan Pablo Guanipa (PJ) y esa misma victoria fue arrebatada por el régimen a través de un “decreto constituyente” que lo obligaba a juramentarse ante la indigna Asamblea Constituyente, pues ante las circunstancias, a Rosales poco le interesó la ilegal destitución de Guanipa, ya que para Un Nuevo Tiempo (UNT) sería quitar del camino al dirigente que los derrotó en las primarias del pasado 10 de septiembre y quien se ha convertido en el referente político del Zulia y de Venezuela.

Una vez más y sin ningún temor, Manuel Rosales vuelve al ojo de la crítica opositora, apuntando que no es casual que su pronta y casi que grata habilitación política por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se haya dado en medio de la convulsión política regional por la negativa de Juan Pablo Guanipa de subordinarse a las órdenes infelices de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que actúa como el filtro procesador de las ideas nefastas con las que se ha sepultado la democracia en Venezuela y a través de la cual Nicolás Maduro ha arruinado al país, además, siendo la ANC chavista quien ha violentado la Constitución y la ley al no permitir al gobernador electo tomar posesión de su cargo en el Consejo Legislativo del Estado Zulia (CLEZ), institución correspondiente que debe tomar juramento a los gobernadores, y pasándole así la “aplanadora” a la voluntad ciudadana en un nuevo acto antidemocrático y bochornoso para la historia del estado.

Manuel Rosales vuelve a sus andanzas y utiliza las circunstancias adversas de sus contrincantes internos así como sus oscuras y controvertidas negociaciones con el régimen chavista para no perder la monarquía que durante 22 años ha gobernado o en el Zulia o en Maracaibo, pero nunca fuera del poder. El oportunismo de Rosales, un viejo “zorro” en la política, le ha costado las críticas y desconfianza de la oposición que ven en él la clase populista que continúa destruyendo al Zulia y a Venezuela, y lo hacen desde UNT o desde el PSUV.

Es terrible que desde las propias filas opositoras se convalide a un órgano paraestatal que funge, además, como un tribunal sumarísimo que persigue, encarcela y comete cualquier tipo de violación a la ley como a los derechos humanos, sin embargo, la ambición de poder y la incoherencia política han hecho que Manuel Rosales anuncie que acudirá a la Asamblea Nacional Constituyente (de  ganar los comicios arbitrarios del próximo 10 de diciembre) a juramentarse y traicione así la decisión unánime del pueblo zuliano. La historia no absolverá a Rosales, pues ya el presente ha comenzado a castigarlo.
  • Artículo escrito por Carlos Guerrero | @SrVenezolano

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