Tras la
noticia de la insurrección militar en Zimbabue contra el legendario dictador
africano, Robert Mugabe, las declaraciones de la comunidad internacional
no tardaron en llegar. En algunos casos, para llamar a la calma, en otros, para
pedir que el país volviese a la senda democrática y en otros, como es el caso
de Venezuela, para exigir el “restablecimiento del orden constitucional”, un
comunicado que le costó críticas a la cancillería pero no sorprendió a nadie,
ya que las amistades del régimen chavista siempre han sido las más sanguinarias
e inmorales.
Desde Saddam Hussein hasta Daniel Ortega,
desde Bashar Al-Assad hasta Alexander Lukashenko, todos y cada
uno de los dirigentes a los que el chavismo les ha abierto las puertas de
Venezuela para formar ejes misteriosos y antiimperialistas, todos, en sus
respectivas naciones, son acusados —no con pocas pruebas— de perseguir a sus
críticos y destruir la economía. Tal vez Hugo Chávez aprendió de ellos y
Nicolás Maduro les ha seguido los pasos.
La dimisión de último minuto de Mugabe no se tenía
prevista, aunque medios como CNN ya adelantaban la renuncia del
mandatario y líder zimbabuense. Cuando llegó la información todo estalló en
júbilo, pues el primer y único presidente que ha tenido el empobrecido Zimbabue
desde su independencia en los años 80 había dejado su cargo presionado por su
partido y especialmente por los militares que le mantenían bajo arresto
domiciliario.
En Venezuela, cuyo régimen es afín a las ideas
destructivas y poco coherentes de Robert Mugabe, la situación se
encuentra en un momento de suma preocupación a causa de la brutal crisis
económica por la que atraviesa la nación caribeña y que se prevé empeore en el 2018 por la negativa
gubernamental de entender que la política económica socialista y toda la agenda
draconiana de hambre impuesta a sangre y fuego por Nicolás Maduro ha fracasado,
a tal punto que la desnutrición infantil ha acelerado a niveles alarmantes que
son un escándalo mundial, y aunado a ello la inflación que es la más alta del
mundo, por encima de Zimbabue, y que se puede decir que el alumno superó al maestro.
Las amistades peligrosas del chavismo les han
dejado un recetario mortal para perjudicar la vida y bienestar de los
venezolanos; ya lo hizo en su momento Fidel Castro, lo apresuró la
izquierda en América Latina y ahora lo impulsa Vlaidimir Putin con la
venta despiadada de armas que son utilizadas para reprimir a la disidencia y
acallar cualquier protesta contra las desviaciones dictatoriales que el régimen
venezolano ha utilizado para perpetuarse en el poder.
Es lamentable que una nación como Venezuela se
encuentre guiada por formularios que ya han causado resultados desastrosos en
donde se han experimentado, pero mientras Maduro y el Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV) sigan detentado el poder en el país, la crisis no
será comparable con la de Zimbabue, sino que posiblemente la ambición y la
terquedad lleven al régimen a definir líneas más ortodoxas como la de los Jemeres
Rojos en Camboya.
Comentarios
Publicar un comentario