La libertad es, tal vez, uno de los bienes humanos más preciados por las personas y en la mayoría de los casos no sabemos que la tenemos hasta que la perdemos. Es lo que ocurre en Venezuela y que en la incesante búsqueda de la libertad y democracia, más de 100 ciudadanos han perdido la vida mientras que otros han perdido por completo cualquier aire de la misma cuando son detenidos y juzgados por reclamar sus derechos.
Los jóvenes que han luchado por la libertad en Egipto entienden perfectamente a los muchachos venezolanos que se lanzan a las calles en enfrentamientos rudos y desiguales con los esbirros de la dictadura chavista que se ha terminado de quitar la careta y mostrar su puño cargando un arma. La lucha por la libertad, por reformas democráticas y cambios de políticas económicas, solo termina esposada en aquellos regímenes donde al opresor le indigna la crítica, la racionalidad y la inteligencia, solo en esos países donde impera el autoritarismo los jóvenes son fusilados en las calles, torturados en las celdas o arrollados por las tanquetas y, después de todo, me duele decir que Venezuela ha sido convertida en una gran mazmorra, una especie de campo de concentración donde mueren los niños por el desabastecimiento de medicinas o agonizan en sus cunas por la escasez despiadada de alimentos.
Creíamos tener todo, pero la mayoría se equivocó y le entregó en bandeja de plata las llaves de nuestras celdas a los gobernantes de turno; buscaban un salvavidas pero encontraron una bota militar que nos aplasta y nos humilla las veces que cree conveniente; anhelaban un cambio pero aquellas promesas grandilocuentes hoy les arruina el futuro de sus hijos. La democracia que criticaban se transformó en una dictadura asesina que por años ha actuado entre la impunidad y la indiferencia y cualquiera que se atreva a abrir los ojos es enviado a las antípodas de las cárceles, hundido en las cloacas de la inmisericordia y destruido en la televisión oficial. Un monstruo que se come la razón e impone la doctrina del partido.
Son cientos de personas inocentes en las mazmorras del régimen que han sido procesadas por infames tribunales militares que destruyen los derechos humanos y creen enterrar el ideal libertario, sin comprender que, aunque la persona sea hecha presa, la razón seguirá intacta. Los carceleros de hoy se arrepentirán, clamarán perdón, los podríamos perdonar, pero los horrores que infligieron no serán amnistiados. Las mazmorras de la dictadura no nos van a debilitar en nuestra rebelión popular pacífica por la libertad, la democracia y el respeto a los derechos civiles.
Las mazmorras, que fueron preparadas como cámaras de torturas por el chavismo, son centros de dignidad para los detenidos por pensar distinto, por ser críticos, por leer, por pensar, por buscar libertad. Hoy son unos, mañana seremos otros, pero siempre la consciencia democrática triunfará y se impondrá por encima de los verdugos que comandan sobre las balas a nuestra patria.
Carlos Guerrero | @SrVenezolano
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