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Nicolás Maduro, el hijo rebelde


El presidente venezolano ha dado un paso importante para sustituir el legado que Hugo Chávez le concedió

Aquel 8 de diciembre del año 2012, Hugo Chávez no sabía que estaba cometiendo uno de sus peores y más grandes errores; todo lo hacía, según él, para “preservar el carácter socialista de la Revolución Bolivariana”, cuatro años después de aquella alocución televisiva en cadena de radio y televisión, los estragos de aquella decisión le pasan factura a Venezuela.

Nicolás Maduro Moros, el “delfín” político de “El Comandante” dio un paso realmente estruendoso y reformista, o más bien, radical: convocar de forma unilateral una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para darle “paz y tranquilidad” al país, molestando a las bases más frenéticas y críticas a la vez del proceso bolivariano. La decisión, claramente contrapuesta a la Constitución, continúa evidenciando las fisuras internas que sufre el chavismo, pero, sobre todo, la manía enfermiza de querer eternizarse en el poder, así sea por encima de la voluntad ciudadana. 

El legado de Hugo Chávez tiene años en decadencia, incluso cuando el ex presidente vivía y observaba con recelo cómo sus erradas políticas económicas contribuían a un malestar social importante que sus propios consejeros, por lo menos los más racionales de aquel tiempo, le advertían pero le recomendaban una receta que no rendiría frutos igualmente. Chávez se rodeó de aduladores y sepultó la crítica interna, ocasionando una hecatombe dentro de su gobierno que gozaba de un 60% de respaldo popular, cuyo contraste con el de Maduro, quien goza del 20% de respaldo, resulta penoso, pero ya predecible.

Con la muerte apresurada del líder izquierdista y las escaramuzas dentro del gobierno y el partido no se hicieron esperar. Nicolás Maduro dividió al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en varias alas políticas: el ala presidencial que es controlada por la primera dama, el ala radical que encabeza Diosdado Cabello pero que intenta manejar el actual vicepresidente Tareck El Aissami y el ala de los “guabinosos”, aquellos que buscan una visión distinta a las más extremas pero que son críticas y desean una salida del poder negociada.

La situación es compleja y cada día se agudiza más cuando las críticas borbotean en cada espacio controlado por el chavismo, pero que ven en Maduro a un enemigo en vez de un heredo. Las opiniones contra el actual mandatario nacional han dado un vuelco más duro, los más sentimentalistas, es decir, los que aún tienen esperanzas en que Chávez “ilumine” el camino (guabinosos), no han pensado dos veces en escupirle la mano a Elías Jaua cuando este les propuso discutir el tema de la Constituyente comunal, ya que para estos, la propuesta es una clara traición a “El Comandante”, cosa muy cierta, pero que implica la radicalización de un proceso fracasado y que no tendrá frutos. 

El hijo rebelde no dudó en fusilar “la mejor Constitución del mundo” -la bicha-, sino que ahora él desea redactar un adefesio constituyente que le sea más favorable y le permita alargar su mandato para eliminar definitivamente la posibilidad de comicios pulcros e imparciales. Por desgracia, el Consejo Nacional Electoral (CNE) que es controlado por Maduro, a excepción del rector Rondón, se ha prestado para una jugada que los termina de catapultar como verdugos de la Constitución. Venezuela debe desconocer esa ilegalidad.



Carlos Guerrero | @SrVenezolano