El gobierno venezolano ha formalizado su salida de la Organización de Estados Americanos en un gesto que evidencia su aislamiento internacional
Como los niños malcriados ha actuado la tétrica y desacreditada diplomacia chavista que, ante los cambios de regímenes en América Latina, ha observado con nostalgia “revolucionaria” cómo sus antiguos camaradas han sido echados del poder mediante la elección popular de ciudadanos que abrieron un día los ojos y se percataron de que el populismo solo conduce a rumbos como el que ha tomado Cuba y, dolorosamente, Venezuela.
La decisión intolerante del régimen de Nicolás Maduro de abandonar un foro internacional como es la Organización de Estados Americanos (OEA) evidencia ante los ojos del país y del mundo que cada día la “petrodiplomacia” está perdiendo puesto en las organizaciones donde solían salir victoriosos gracias a las dadivas que le otorgaban a los gobiernos que aplaudían cualquier discurso y actuación de Hugo Chávez y, hasta hace muy poco, de Nicolás Maduro. La manía de regalar petróleo e importantes sumas de dinero a presidentes y funcionarios de otras naciones comenzó a decaer desde que los precios del crudo iniciaron su desplome y la crisis interna en Venezuela se deterioró a niveles inéditos de miseria y caos social.
Hoy, Venezuela, que es gobernada por un régimen autoritario y absolutamente intransigente, se encuentra convulsionada por inmensas manifestaciones que han encendido las alertas de la comunidad internacional, especialmente del secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien ha sido un incansable defensor de la democracia y los derechos humanos.
Lo que ocurre internamente ha intentado ser desacreditado por la cancillería en el exterior y pretenden ocultar la cruda realidad del país atacando de forma despiadada a un funcionario que simplemente cumple con su trabajo al denunciar las violaciones a la Carta Democrática de la OEA y a la Carta Magna venezolana.
Salirse de la OEA indica dos elementos evidentes: el régimen de Maduro se sabe derrotado en la organización y ante esto prefiere ahorrarse la “humillación” de ser expulsado por encabezar una dictadura y, en segundo lugar, el retiro de la nación caribeña termina por señalarle a la comunidad internacional que Maduro y su cúpula no tienen argumentos claros para defenderse de los que exigen democracia y elecciones. La derrota es evidente. Delcy Rodríguez, ministra de Relaciones Exteriores venezolana, ha hecho el ridículo y sus intentos por fomentar una mentira ha fracasado estrepitosamente. El mundo ya comienza a reaccionar.
Carlos Guerrero | @SrVenezolano