Las pugnas de poder en el escenario geopolítico mundial crecen. Estados Unidos reconfigura su política exterior y concentra su poder bélico en Asia. Las provocaciones han sido constantes y Pyongyang radicaliza su posición firme de disuadir la injerencia estadounidense en el territorio de la Península Coreana.
Estados Unidos busca posicionar su arsenal naval para hacerse con el control de aguas estratégicas en pro de cualquier despliegue de la OTAN en la costa con el propósito de evitar la expansión nuclear de Corea del Norte hacia el Mar de China Meridional.
Se observan dos espacios de confrontación: el diplomático y el militar. Las negociaciones han sido el bastión de Estados Unidos para sostener una retórica que se vuelve más incendiaria con cada declaración de Pyongyang. Sin embargo, cada pronunciamiento de los norcoreanos actúa como un catalizador de tensiones entre ambos y de preocupación en Washington por el temor a lo que Corea del Norte pudiera hacer con un misil balístico intercontinental nuclear que funcione óptimamente.
En poco más de un mes se crispó el conflicto entre ambas potencias cuando decidieron preparar su aparataje militar en caso de una escalada de tensiones en la Península. Corea del Norte lanzó, el 16 de marzo, cuatro misiles, de los cuales tres cayeron en aguas del Mar del Este de Japón. Esos proyectiles hacen parte de los 20 que ha lanzado Pyonyang en 13 meses.
Tras dos pruebas nucleares en ese periodo, el régimen de Kim Jong-un intentó lanzar otro misil, pero su prueba resultó fallida. Ese ensayo propició más condiciones confrontativas en el marco de la visita de Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, a Seúl, Corea del Sur. Por esa reunión con el presidente surcoreano en funciones, Corea del Norte acusó al país norteamericano de “querer aumentar la tensión en la Península Coreana”, luego Pence advirtió a Corea del Norte que “no ponga a prueba la determinación del Gobierno de Donald Trump”.
Esto motivó a Seúl y Washington a ejecutar maniobras aéreas conjuntas de defensa con más de 100 aviones de combate estadounidenses y surcoreanos, según había informado la Fuerza Aérea de Corea del Sur.
El despliegue del portaaviones Carl Vinson de la Armada estadounidense, junto con un grupo de ataque en aguas próximas a la península, ofuscó a Pyonyang hasta el punto de que este arreció su política de defensa y su retórica belicista amenaza con fisurar aún más las relaciones en Asia.
Corea del Norte acusa a Estados Unidos de "haber perdido su sentido de la situación y el juicio por querer avivar el sentimiento antinorcoreano”. Se evidencia entonces que el impasse entre ambas potencias pasa por el dominio del área que comprende la Península de Corea al Mar de China Meridional, zona estratégica de posicionamiento militar para EE.UU. en su acercamiento a Japón y Corea del Sur, pero con la intención de contener cualquier intento de acercamiento de Rusia y vigilar los movimientos de China a fin de ganarse su confianza en una posible alianza militar si logra ganar la disputa marítima que mantiene con Filipinas.
Es así pues que el enfrentamiento, por ahora discursivo, entre Pyongyang y Washington pasa por el control de un área por la cual circula el flujo comercial de exportación de China, principal aliado de los norcoreanos y país que importa 2,95 mil millones de dólares en sus productos, pero también es un socio comercial predilecto de Estados Unidos con 128 mil millones de dólares en exportaciones al país norteamericano. Actúa como mediador entre ambas partes al emplear su diplomacia neutral para persuadir a Corea del Norte de no provocar ni dejarse provocar por parte de Estados Unidos.
Aún así, China muestra tendencias a resguardar el feudo de Corea del Norte. Por otro lado, Japón no ve a Pyonyang con buenos ojos y se desmarca de toda intención de arbitraje por parte de China. Sin embargo, Estados Unidos cuenta con el respaldo de Tokio y Seúl para tratar de minimizar el esfuerzo de Pekin y aislar lo suficiente a Corea del Norte como para justificar una contingencia de seguridad en el Mar Amarillo y el Mar del Este, en el Océano Pacífico, que obligue a Corea del Norte a negociar un acuerdo nuclear, tal como lo hizo Irán con las potencias del G5+1, en 2014, y evitar retaliaciones armadas de Estados Unidos.
Estados Unidos no se retrae y recurre a la estrategia de la compensación. Donald Trump aseguró en días pasados que “podría incrementar las relaciones comerciales con China” si este logra frenar a Corea del Norte. La posición ambigua de lealtad diplomática y expansión comercial de recuperación colocan a China en una condición de factor presión y calculador de tiempos propicios para lograr una salida negociada al conflicto, a pesar de que Estados Unidos podría no descartar alguna acción en el Consejo de Seguridad de la ONU para imponer bloqueos financieros al ingreso y adquisición de armas de Corea del Norte en los mercados internacionales.
El embajador de Rusia en Corea del Norte argumentó que el objetivo de Estados Unidos en el país es drenar el sistema político norcoreano para derrocar al gobierno de Kim Jong-un. Esto se enmarca en un contexto en el cual la estabilidad de Asia depende casi en su totalidad de lo que decida o no hacer Corea del Norte para defender sus fronteras marítimas, dado que una escalada de tensiones con Estados Unidos implica un despliegue de fuerzas de los aliados de EE.UU. en la OTAN y el viraje estratégico de Japón y Corea del Sur contra su rival en el continente para escudarse detrás de un socio que les garantiza un nuevo orden comercial, diplomático, militar y político signado por la occidentalización de Asia lejos de un posible reequilibrio de fuerzas en la región con la coalición Rusia, China y Corea del Norte.
Aunque no suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear, Corea del Norte es forzado por países que sí son signatarios del pacto, como China y EE.UU., pero no Rusia, para evitar que logre la colocación exitosa de una ojiva nuclear en la cabeza de un misil balístico intercontinental que de hecho posee y con el cual ha amenazado en reiteradas ocasiones a EE.UU. al advertir que responderá a cualquier provocación norteamericana y afirmar, el pasado 22 de abril, que está preparado para atacar uno de sus portaaviones desplegados recientemente.
“Corea del Norte destrozará sin piedad Estados Unidos si este se atreve a atacarlo”, señaló una fuente militar del gobierno norcoreano. De igual forma se prepara para atacar bases militares estadounidenses en Corea del Sur, indicó el funcionario. Estas declaraciones muestran la proclividad de Pyongyang al evidenciar su fuerza en la práctica con tal de afianzar el totalitarismo del actual régimen dictatorial de Kim Jong-un, lo cual podría consolidar el apoyo de China y otras potencias nucleares adversas al expansionismo estadounidense, como Irán y Rusia.
Más provocaciones
El pasado 28 de abril, Corea del Norte realizó otra prueba de lanzamiento de misiles, pero esta resultó fallida. "Corea del Norte disparó un misil no identificado desde un lugar en Bukchang, en la provincia de Pyeongan del Sur, en dirección al noreste a las 5:30 horas (20:30 GMT)", informó el Estado Mayor Conjunto (JCS) de Corea del Sur en un comunicado, según reseñó la agencia EFE.
Esta acción se dio luego de una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la ONU, en la cual se discutió el estatus actual del conflicto y Estados Unidos presionó para que se impongan sanciones al régimen de Pyonyang. Rex Tillerson, secretario de Estado de EE.UU., aseguró en su intervención que la amenaza de ataque nuclear de Corea del Norte a Tokio o Seúl es real, situación que se evidencia al observar el aumento del despliegue de equipo militar de Japón y Corea del Sur en ensayos con EE.UU. en aguas de la Península Coreana, lo cual inquieta a los vecinos del norte por temor a que les sea cercado su territorio desde las costas.
Tillerson pidió a la ONU que implemente sanciones, corte o degrade las relaciones diplomáticas con Corea del Norte. EE.UU. presiona aún más y usa su última carta diplomática. China, por su parte, se mantiene neutral, pero aboga por una negociación. La ONU apela al Tratado de No Proliferación Nuclear, del cual Corea del Norte no forma parte, pero sí viola lo suscrito en el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares y el régimen mundial, consensuado en la ONU, de no proliferación nuclear.
Por tales motivos y tratados internacionales, en el Consejo de Seguridad los Estados miembros aseguran en unanimidad que la solución militar no es la salida al conflicto en la península coreana.
El espacio donde las cuotas de poder geopolítico se disputan es la Península de Corea. De aumentar la conflictividad de ambas potencias, la región se arriesga a enfrentamientos de artillería pesada que podrían llevar a enfrentamientos nucleares, cuyos devastadores efectos acarrean una desestabilización del orden internacional con la afectación de los canales comerciales asiáticos que surten a los mercados occidentales.
La tensión crece, ambos países se radicalizan y aglutinan apoyos diplomáticos que buscan disuadir toda intención de parte y parte de lanzar la primera piedra.
Ricardo Serrano | @RS_Journalist