Los países no se acaban, siempre queda un vestigio de dignidad y de fuerza que contribuye a la reconstrucción de naciones que han vivido conflictos armados o circunstancias de carencia de democracia y separación de poderes, así como otras anomalías que terminan deformando la esencia plena de un Estado democrático y respetuoso de las libertades y los derechos humanos de sus ciudadanos.
Venezuela resiste a diario terribles situaciones económicas y políticas en tiempos donde el fantasma del autoritarismo comienza a rugir con furia para callar a los que defienden la libertad de pensamiento y el derecho inalienable de los pueblos a ser libres y soberanos, sin gobiernos autoritarios ni administraciones vejatorias de los sentimientos civiles.
Desde hace años los venezolanos han venido resistiendo dolorosos embates de un régimen que no cumple con su deber, en cambio, defiende un sistema que ha producido a granel grandes cuotas de miseria y pobreza; creando más necesitados y convirtiendo al pueblo venezolano en un colectivo desamparado pero que ha resurgido del silencio y la tranquilidad para exigir con franqueza sus derechos en las calles. Venezuela no se rinde, ni se rendirá porque la paciencia del pueblo ha sido rebosada por tanta burla y desprecio.