Recep Tayyip Erdogan acaricia el poder con más oportunidad de perpetuarse como el “sultán” de Turquía
Aunque no fue una victoria imponente, el objetivo ha sido logrado y los turcos están observando cómo su país se transforma en una nación más cerrada en un mundo que necesita más libertad. Erdogan sabe que necesita acumular el poder total para intentar someter a Turquía a sus designios de patriarca y el referéndum de reforma constitucional lo ha catapultado a resistir en el poder, a pesar de los problemas que afligen su región.
El SÍ a la reforma constitucional obtuvo un 51, 37%, ante el NO que se hizo con 48,63% de los votos. Fue un resultado que los analistas aseguran sumamente “cerrado”, pero claro: el sistema parlamentario pasó a la historia y el presidencialista prepara su maquinaria de guerra. Sí, aunque parezca delicado, la guerra política interna que mantiene Erdogan ha sido su horizonte para destruir a sus enemigos y aplacar los ánimos de los colaboracionistas que agachan la cabeza cuando le ven pasar, con tal y este les permita un poco más de aire ante una Turquía cada día más hermética al mundo.
Como presidente y ante un sistema parlamentario, Erdogan tenía un poder ceremonial, pero ahora que logró su cometido al ganar el referéndum podrá eliminar la figura del primer ministro y ser el presidente quien controle, autorice y ejecute cualquier idea afín a los intereses de su movimiento político, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), pero sobre todo, sus intereses particulares. Lo más preocupante es la potestad que tendrá el “sultán” de designar a 12 de los 15 magistrados constitucionales del Supremo turco, acción que le da el soporte de la justicia de su país.
Con la victoria del SÍ la democracia turca se desbarata con asombro ante una sociedad cada vez más envalentona y fiel a un proyecto de país nacionalista que propugna por una nación de iguales, pero con un líder supremo que controle y dirija al país como si fuera su propiedad. Es preocupante la persecución que sufren los periodistas nacionales y extranjeros en Turquía; cada día la censura y la autocensura se vuelve más cotidiana y cualquier crítico es acusado de “subversivo” y enviado a la cárcel. La economía intenta crecer, sin duda no es igual de perniciosa que hace unos diez años atrás, pero el tema económico aún preocupa a los jóvenes turcos que ven su futuro lleno de obstáculos antidemocráticos que los ahoga en un submundo de enemistad con la máxima autoridad del país.
Turquía ha tomado un rumbo autoritario que nadie sabe a dónde se dirige con exactitud, solo es obvio que la persona legitimada para conducirla es el señor Recep Tayyip Erdogan, hoy alabado por un séquito de colaboradores dispuestos a cumplir el sueño más escandaloso de un tipo carismático pero poco tolerante. El futuro no se vislumbra indulgente para el pueblo turco.
Redacción Internacional
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