Imagen: Reuters
Estados Unidos mueve sus fichas en el tablero internacional. Trump aprovechó un punto de quiebre para generar otro. Su decisión de ordenar el lanzamiento de misiles sobre la base aérea de Al-Shayraten, provincia de Idlib, Siria, alteran el orden internacional y reequilibran las fuerzas geopolíticas por el dominio del Medio Oriente.
Dos buques destructores de la Armada de Estados Unidos se posicionaron en el Mar Mediterráneo Oriental y lanzaron a las 3:40 de la madrugada unos 60 misiles tipo crucero Tomahawk, de los cuales 59 dieron en el blanco. Seis civiles murieron, según informó el Ejército sirio.
Estados Unidos justifica su ofensiva como una represalia contra Bashar Al-Assad y su gobierno por haber perpetrado un ataque con armas químicas que arrojaron gas sarín y mató a 80 personas en el noroeste del país.
El Pentágono asegura que emitió un comunicado a militares rusos señalando que resguardaban la base sobre los ataques. “Cada precaución fue tomada para ejecutar este ataque con el mínimo riesgo al personal en la pista”, advirtió EE.UU. Rusia afirma que no recibió la información.
Desde la incursión de tropas rusas en territorio sirio para ayudar al Ejército de Al-Assad a recuperar su control en Raqqa, Aleppo y Homs, EE.UU incrementó su presencia militar en tierra al percatarse de que sus bombardeos aéreos selectivos sobre posiciones del Estado Islámico le restaban margen de maniobra para armar y organizar a los rebeldes, es decir, a la oposición contra el Gobierno, a fin de destronar a Al-Assad del poder y propiciar un cambio de régimen que le garantice a EE.UU. las alianzas militares, comerciales, energéticas, diplomáticas y políticas que Putin forjó con su homólogo sirio.
Rex Tillerson, secretario de Estado de EE.UU., confirmó unas horas después del ataque que los misiles fueron lanzados desde el Mediterráneo Oriental, zona que colinda con la península de los Balcanes, donde hay bases estadounidenses de la OTAN en países como Albania, Montenegro, Croacia y Bulgaria. Al Mediterráneo, EE.UU. envió recientemente un buque de guerra, por lo cual no se descarta un posible posicionamiento del país en esa zona para contener una factible reacción de Rusia en defensa de las costas sirias.
Estados Unidos asegura que destruyó el 20% de las fuerzas aéreas sirias tras el bombardeo, a lo cual Rusia e Irán “responderán con fuerza”, según las declaraciones de Vladimir Putin y Hassan Rouhani, presidentes de esos países y máximos aliados de Siria. Y es que depende precisamente de las reacciones a largo plazo de Rusia e Irán si habrá o no un aumento en la escalada de tensiones entre EE.UU. y esos países, así como con Irak y Turquía, quienes también se oponen al poderío norteamericano.
Rusia, Irán, Irak y Turquía rechazan la presencia de la OTAN, dominada por EE.UU., en Medio Oriente, y se valen del ataque a Siria para unificar posturas diplomáticas en contra de la política exterior de Donald Trump. Esta situación se vuelve cuesta arriba para un Estados Unidos que ahora gana enemigos más reacios en una región inestable donde esas naciones blindan diplomáticamente a Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU, en especial Rusia, para satanizar el accionar de Estados Unidos y darle legitimidad internacional a un gobierno sirio que se deslinda de toda responsabilidad por el ataque químico y se victimiza detrás de la defensa que Rusia le proporciona.
Al atacar Siria, Estados Unidos entendió que directamente deterioró aún más sus relaciones con Rusia. La ofensiva no fue solamente contra el país árabe, sino también contra su acérrimo rival, que cuenta con intereses estratégicos en Siria como yacimientos petroleros, alianzas energéticas en gas de la estatal rusa Gazprom, convenios comerciales, acuerdos en obras de infraestructura, una base aérea compartida con la Fuerza Aérea Siria, posiciones tácticas de artilleros navales en las costas sirias y unidades terrestres de combateen las áreas más volátiles del país bajo control rebelde; Aleppo y Homs.
"¿Cómo puede el presidente de EE.UU. permitirse atacar a un país independiente en una región tan sensible como el Medio Oriente... sin el permiso de las Naciones Unidas, sin una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU e inclusive sin el permiso del Congreso de EE.UU.?", cuestionó Hassan Rouhani, presidente de Irán.
El Consejo de Seguridad de la ONU se rehúsa a aplicar el uso de la fuerza en la solución de conflictos internacionales, de acuerdo a lo estipulado en el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas, que especifica la implementación de mecanismos pacíficos y de negociación para la resolución de controversias. Mientras que el Congreso de EE.UU. tiene la potestad de autorizar al presidente para un ataque armado tras previa discusión y aprobación en ambas cámaras del Senado, lo cual no se ejecutó y dejó a Trump actuar unilateralmente a su libre albedrío con su poder ejecutivo.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, deja clara su posición y asegura que “los enemigos de Al-Assad planean ataques químicos para incriminar al líder de Siria”. Lo libra de toda culpa y veta, junto a Bolivia, la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, del 12 de abril, en la que se disponían a abrir una investigación sobre el ataque químico.
Ahora se justifica la posición hermética de Al-Assad, quien solo se atuvo a decir que Damasco no ordenó el atentado. Rusia, a su vez, gana tiempo para retrasar la imposición de sanciones de EE.UU. a Siria y al Kremlin con el fin de mantenerlo ocupado en desgastar su retórica en la ONU mientras Rusia legitima la presunta lucha antiterrorista de Al-Assad e impide que la comunidad internacional aísle más a Siria en unas negociaciones de paz con la oposición, en Ginebra y Astana, que aceleren la transición sin Al-Assad que a Rusia no le conviene.
Bashar Al-Assad concedió su primera entrevista a un medio internacional tras el ataque. A la agencia AFP le aseguró que el atentado con armas químicas fue una “excusa” y un “invento al 100%” de EE.UU. para atacar Siria y derrocar su gobierno al estar “mano a mano con los terroristas”.
Infracción de uno, problema de muchos
Independientemente de si Al-Assad u otro grupo terrorista ordenó el ataque, Siria violó el pacto suscrito en la Convención sobre Armas Químicas, al que se unió en 2013 y forma parte del Protocolo de Ginebra. Por tal motivo, la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW, por sus siglas en inglés), abrió una investigación para “analizar la información disponible” e iniciar la “evaluación preliminar de que era una alegación creíble”, según indicó la organización en un comunicado.
Moscú insta a la OPAQ a realizar investigaciones sobre el terreno. El presidente de Siria alega que su país nunca ha tenido armas químicas y, aunque las tuviera, nunca las habría usado, detalló en la entrevista a AFP.
Al-Assad se escuda bajo el manto de inmunidad internacional que Rusia e Irán le brindan para protegerlo de más represalias por parte de EE.UU., que se vale de las violaciones humanitarias de Siria para convulsionar el orden internacional con el resurgir de su política exterior ultrabelicista.
La escalada de tensiones diplomáticas hostiliza el panorama geopolítico hasta el punto de que Rusia busca preservar su área de influencia en Siria, dado que su situación actual determina el flujo de refugiados, cuya mano de obra puede darles un plus a las economías de los países receptores.
A su vez, deja entrever los movimientos del terrorismo internacional integrado por las células de yihadistas extranjeras reclutadas por Estado Islámico, lo cual es clave para que Rusia, Irán y Siria contra Turquía, EE.UU. y Francia aumenten la velocidad en su carrera por ser la alianza regional que erradique lo más rápido posible el terrorismo y legitime ante la comunidad internacional su expansión por el dominio de zonas cruciales en el tablero geopolítico, como las áreas de concentración de ISIS en Bagdad y Mosul, Irak, y en Afganistán donde hay grandes cantidades de petróleo que el terrorismo usa para financiarse, pero cuya supuesta protección antiterrorista puede “justificar” el apoderamiento de Occidente sobre esos recursos, tal como sucedió en el pasado con Libia, Irak, Afganistán, Kosovo y Somalia.
Siria no le rinde cuentas a nadie en el Consejo de Seguridad de la ONU. Se deslinda de toda acusación. Rusia acondiciona el escenario global al reforzar su control y protección en el país árabe mediante el endurecimiento de su retórica hacia EE.UU. y todo Estado que incrimine al gran aliado de Moscú.
Putin se sostiene de esta tensión global para afianzar su cuota de poder en el mundo y desplazar a EE.UU. de las zonas donde Rusia lo trata de evidenciar como un catalizador de conflictos. Tal es el caso de la Península Coreana, el Mar de China Meridional, el Mar Mediterráneo y el Mar Báltico.
Guerra de intereses
Las represalias de Estados Unidos se centran en presionar al Consejo de Seguridad de la ONU para que Siria sea sancionada y se corte el envío de ayuda humanitaria junto con misiones de paz paralelas a los diálogos entre el Gobierno y los rebeldes en Ginebra, lo cual dejaría de darle tiempo a Al-Assad para prolongar su poder y recuperar el 80% del territorio que ha perdido desde el inicio de la guerra en 2011.
Rusia demora la investigación internacional para determinar responsabilidades y lograr que la mediación de la ONU le dé a la oposición siria las concesiones que pide sin arriesgar el poder de Al-Assad.
“Al Nusra y Al Qaeda se benefician de esas acciones unilaterales (de EE.UU.)”, argumentó Mohammad Javad Zarif, canciller de Irán. Las ofensivas norteamericanas debilitan los despliegues de las posiciones rusas desde sus bases en Tartus, Hama, Homs y Latakia.
Esto les da a los rebeldes, a los terroristas de ISIS y a los terroristas de Hezbolá, que están asentados en las periferias de esas ciudades, un mayor radio de acción para dispersarse y extenderse aún más en Raqqa, Aleppo y Homs con el peligro latente de un choque de fuerzas en Damasco, la capital siria, contra el Ejército de Al-Assad.
Ricardo Serrano | @RS_Journalist
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