Otro lobo solitario ataca en Europa. El terrorismo asesta otro golpe en otra gran urbe capitalina del viejo continente. Esta vez la víctima fue Londres. A las 14:40, hora local británica, un hombre conducía un vehículo alquilado de una oficina de Birmingham en el Puente de Westminster, cerca del Parlamento. Súbitamente aceleró, se montó en una acera y se bajó para golpear a los transeúntes.
Abordó el auto nuevamente y aceleró hasta las inmediaciones del Parlamento británico, donde se estrelló contra la reja de la entrada de ese recinto. Lo abandonó y con un cuchillo en la mano correteó a los peatones. Un policía, identificado como Keith Palmer, que no estaba armado, lo confrontó y el atacante lo apuñaló hasta matarlo. Otro grupo de oficiales disparó contra él y lo ultimaron.
Luego de los disturbios, el agresor fue identificado como Khalid Masood, ciudadano británico de 52 años. Su nombre de nacimiento era Adrian Russel Ajao.
El atentado dejó un saldo de cinco muertos y 50 heridos, de los cuales 29 se encuentran bajo hospitalización en estado crítico. El grupo terrorista autodenominado Estado Islámico comunicó que el atacante era uno de sus soldados.
Scotland Yard, la Policía metropolitana de Londres, ejecutó 11 arrestos en la ciudad. Los servicios de inteligencia del país se mantienen vigilantes ante el temor de una posible ola de ataques terroristas que se cierne sobre Europa.
Los líderes mundiales se pronunciaron y expresaron sus condolencias. Francia, Estados Unidos y Alemania reafirman su esfuerzo en la lucha global contra el terrorismo.
Discurso tras discurso se han enfatizado las intenciones de las potencias internacionales para erradicar el terrorismo, por lo menos de Europa. A pesar de las intenciones concretas, no hay estrategias concretas. Las coaliciones parecieron haber fracasado con el notorio ejemplo de la coalición internacional contra Estado Islámico en Siria e Irak liderada por EE.UU. y compuesta por las fuerzas militares de más de otras 50 naciones.
Las balas no extinguen a los terroristas. Los hechos apuntan a que, más bien, los multiplican. Los esfuerzos mundiales se orientan a combatir el problema, mas no las causas, lo cual exacerba las consecuencias, es decir, coadyuva a la expansión de las células terroristas.
Si Theresa May, primera ministra del Reino Unido, parte de esa premisa, le resultaría más viable al país y a Europa evitar los atentados terroristas desde su origen social en lugar de su expansión clandestina tras la adopción de esos sujetos de la conducta antisocial y el reclutamiento del Estado Islámico.
Khalid Masood, el atacante de Westminster, trabajó en Arabia Saudita como profesor de inglés, según la embajada británica en Riad. Antes de cambiarse su nombre original, vivió en Luton, una zona ubicada a 51 kilómetros de Londres, conocida como “semillero de fundamentalismo islámico”, según Frank Gardner, corresponsal para temas de seguridad de la BBC, reseña BBC Mundo.
Esos factores se concatenan para dejar entrever que hay un estrecho nexo entre las masas migratorias musulmanas extremistas que se radicaron en los suburbios de ciudades europeas como París, Francia; Ceuta, España; Berlín y Frankfurt, Alemania. Es así pues que para un gobierno de cualquier país del mundo, que busque redimirse ante su pueblo por el flagelo del terrorismo, resulta imprescindible controlar los asentamientos clandestinos de sectas religiosas extremistas en las periferias.
Los resentimientos sociales también juegan un rol clave para lograr controlar los impulsos terroristas. En represalias por alguna connotación social de discriminación o acentuación de nacionalismos, los tendenciosos a asumir comportamientos fanáticos, optan por ejecutar actos de “venganza” contra lo que ellos consideran una sociedad que contraviene los principios fundamentales de la ideología por la cual tratan de cumplir una presunta misión de tradición ancestral, en este caso, el islam.
En todos esos factores deviene el fundamentalismo islámico, posible motivo bajo el cual pudo haber actuado Masood. Su cambio de nombre aduce a una aparente conversión al islam, si es que realmente atacó motivado por esa ideología.
Lo cierto es que el fundamentalismo islámico, incluso más que los propios terroristas, pareciera ser el mayor enemigo de Europa y su principal piedra en el zapato para erradicar el terrorismo. Siempre es más difícil acabar con la causa del problema que con el mismo problema per se. He ahí la razón.
Bajo el mismo pensamiento actuaron los atacantes del teatro Le Bataclan, en París, Francia, el 14 de noviembre de 2015, y los atacantes del aeropuerto de Zaventem, en Bruselas, Bélgica. Los gobiernos franceses y belga procedieron con grandes despliegues y redadas antiterroristas de sus fuerzas de seguridad de élite por todos los barrios, calles y áreas muy transitadas de sus capitales.
¿Hubo resultado alguno? Si bien no han existido más incidentes de ese tipo en esos países, se respira una tensa calma debido a que las altas esferas del poder en la Unión Europea saben que la amenaza es constante, sigilosa e imprevisible, incluso más inteligente que cualquier acción anticipativa de cualquier política de seguridad implementada o reforzada por los gobiernos de Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, España y Bélgica, que son los blancos del Estado Islámico en Europa, de los cuales solo Italia no ha sido víctima de un atentado hasta ahora.
En vista de que controlar las conductas disociativas de los agentes terroristas se ve como una misión casi imposible, la estrategia pasa por aplicar medidas y políticas de seguridad basadas en la contención y la investigación. Contener el acceso de personas que hayan sido objetos de investigación por antecedentes penales, independientemente de su credo religioso, es una clave para impedir las concentraciones de criminalidad y distorsiones psicosociales en zonas de alta densidad de población nacional o extranjera con aversión a la idiosincrasia, cultura, estilo de vida, condiciones políticas y económicas del país donde habitan, con el fin de evitar los extremismos impulsados por prácticas fanáticas de corte ideológico y religiosamente fundamentalista, si tal es el caso.
Las investigaciones de Scotland Yard determinaron que Masood actuó solo. Indagan si se le vinculan posibles cómplices. "Hay una posibilidad de que nunca comprendamos por qué hizo esto", dijo Neil Basu, uno de los comisionados de ese cuerpo policial.
El seno del Parlamento Europeo y las cumbres multilaterales de los ahora veintisiete de la Unión Europea deben consensuar la creación de un mecanismo continental institucionalizado que actúe como una central de inteligencia en la cual se registren las bases de datos del flujo migratorio cuyo segmento poblacional posea antecedentes penales o vínculos con actividades delictivas, al crimen organizado, al narcotráfico o al terrorismo.
El trabajo de las embajadas de Francia, Reino Unido, Alemania, España e Italia en países del Medio Oriente como Siria, Irak, Yemen, Somalia, Libia, Marruecos y Turquía puede orientarse a que los funcionarios diplomáticos diseñen una red compartida de información que controle y monitoree los ingresos y egresos de ciudadanos de esos países a territorio europeo, coadyuvados con las Policías nacionales de la parte oriental y la parte europea para determinar prontuarios, delitos, imputaciones judiciales u otros indicios de posibles amenazas a la seguridad nacional.
Ricardo Serrano | @RS_Journalist
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