El lado occidental del Capitolio fue el escenario para la juramentación del 45° presidente de Estados Unidos de América
Las promesas de transferir el poder al pueblo, aunado a la frase de su discurso “una nueva misión va a gobernar a nuestra patria”, nos resultan conocidas a quienes hemos sido gobernados por el populismo salvaje y la incoherencia política disfrazados de “nacionalismo y proteccionismo”.
Donald Trump, el outsider millonario, ex estrella televisiva y sin ninguna experiencia diplomática o política, prestó juramento como 45° presidente de Estados Unidos de América. En medio de protestas en todo el país, incluso con mayor asistencia que a su toma de posesión, inicia un mandato repudiado por los sectores más influyentes de EEUU: Hollywood, la prensa y los inmigrantes.
La amenaza de construir un muro en los 3.200 Km de frontera con México, deportar a millones de inmigrantes y todavía pretender que todo esto sea pagado por México, lo convierte en uno de los hombres más odiados de América Latina. Sin duda, Trump será quién imponga la agenda y los temas de debate y, ¿cómo no? si hoy los países de Latinoamérica no saben que esperar ante un impredecible e impulsivo empresario con poder ilimitado.
Es así, como la estrategia del desgobierno de Nicolás Maduro, contraria a la de buscar una respuesta de Obama –que nunca sucedió–, es hacerse invisible ante la administración Trump. En reuniones del equipo de transición a la toma del poder, el nuevo presidente manifestó preocupación por los presos políticos y demostró interés en la situación venezolana, cosa que obviamente a Nicolás Maduro no le gustó. La administración Trump estaría tan involucrada con la realidad de Venezuela, que muchos de los asesores y miembros del nuevo gabinete habían invertido en nuestro país y sus propiedades fueron expropiadas.
El comercio, los impuestos, el terrorismo, la política exterior e incluso reformar la Obamacare, serán prioridad en el primer año de gobierno de Donald Trump. Un gobierno que, sin haber comenzado, aumentó la polarización progresiva que viene invadiendo EEUU.
Uno de los fenómenos que ha generado mayor observación desde el triunfo de Trump ha sido Wall Street. El comportamiento del mercado no solo estadounidense, sino mundial, no está muy entusiasmado con la figura de Trump, sin embargo, para demostrar optimismo, ha cerrado con leves alzas.
Ivanka Trump, la primogénita del nuevo presidente, será la primera dama en las sombras, siendo el único lado positivo del nuevo mandatario. Ivanka, quien se refirió en la campaña de su padre a temas que él nunca abordó como el cuidado infantil, el salario equitativo, los derechos de las mujeres y la ausencia por maternidad, es una promesa política que al estar al lado de Trump en los negocios y guiarlo, ahora en la Casa Blanca, podría convertirse en una de sus principales asesoras.
En redes sociales, circulaba la imagen donde podíamos comparar la toma de posesión de Obama en 2009 con la de Trump en 2017. Luego de un período histórico de Barack Obama como presidente de EEUU, era impensable, incluso descabellado, que un personaje sin ninguna experiencia política, arrogante, populista y sin ningún sentido de la coherencia, sería quien manejara la primera potencia mundial. Por supuesto, en democracia, aunque no tan directa, se deben aceptar los resultados y seguir adelante trabajando por el país. Es un ejemplo para muchos países de América la reciente toma de posesión donde acudieron expresidentes republicanos y demócratas e incluso, su derrotada rival, Hillary Clinton. Bochornosos actos como la toma de posesión de Mauricio Macri en Argentina, con la ausencia de la mandataria que entregaría la presidencia, demuestran cuál es la democracia que defienden quienes enarbolan la bandera de la “igualdad y participación”.
En cuanto a Trump, que comience el show.
Orlando Chacón | @OrlandoChacon_
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