El régimen bolivariano ha ideado una forma más tecnológica de controlar, dividir y sembrar la discriminación entre los venezolanos: el llamado “Carnet de la patria”. La idea de crear este carnet surgió de una reunión entre los asesores económicos españoles de Maduro y el encargado del control de los CLAP en el ámbito nacional, Freddy Bernal. El objetivo del nuevo instrumento, según Maduro, es darle “mayor acceso” al pueblo venezolano en cuanto a temas de alimentación, medicamentos, automóviles, casas y otras herramientas que solo sirven para impulsar la fracasada política populista de los últimos años. Y el carnet del hambre no es la excepción.
En un año electoral, aunque aún el CNE no ha dicho una sola palabra sobre las elecciones regionales ni municipales, el régimen chavo-madurista se ha decidido de una vez por todas a emplear la llamada “tarjeta de racionamiento” cubana en Venezuela, solo que esta tendrá forma de carnet y será electrónica. El carnet del hambre será utilizado por el partido de gobierno para verificar quién está inscrito o no en sus filas y quién está dispuesto a apoyar a Nicolás Maduro en unas supuestas elecciones.
No es exageración cuando alertan que el nuevo método de control social, como lo es el carnet, tiene como otra función darle la potestad a los miembros del PSUV y de los consejos comunales en decidir quién puede acceder a los alimentos y otros rubros y quién no puede porque es considerado opositor al régimen. En palabras más claras, se está hablando de un apartheid más directo y sin escrúpulos que el chavismo prepara con la intención de perpetuarse en el poder mediante el control del hambre de la colectividad.
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