Siria es un país en guerra completamente fragmentado y dividido por el control de dos grupos armados rebeldes, dos grupos terroristas y el Gobierno, así como por la presencia militar de EE.UU. y Rusia
Desde hace 6 años, la República Árabe de Siria vive una guerra que comenzó como cualquier otro episodio bélico de la trágica historia de la humanidad: por la ambición y la sed de poder de los hombres de querer dominar y ejercer ese poder sobre otros. Lo mismo pasó en Siria; la sed de poder del régimen de Bashar Al-Assad por disuadir cualquier foco de tensión que se cerniera sobre su gobierno, impulsado por la oposición civil, lo llevó a usar toda la fuerza del Estado para reprimir a la población. Lo que Al-Assad no sabía o de lo que no se percató fue que empezaría a alimentar a un monstruo que fue creciendo a medida que su represión iba en aumento. Ese monstruo es lo que hoy conocemos como la oposición del Ejército Libre Sirio, compuesta por los llamados rebeldes moderados y rebeldes islamistas. Aunque, concretamente, no creo que exista diferencia alguna entre moderados e islamistas (radicales), ya que al final ambos persiguen un mismo interés: derrocar al gobierno autoritario y totalitario de Bashar Al-Assad.
A simple vista pareciera que esta es una guerra de dos, pero, ¿cuándo empezó a volverse una guerra? Justo en el momento en que Al-Assad también dejó de reconocer a otro grupo extremadamente nacionalista y adversario de su gobierno: los kurdos sirios, que buscan acabar con el Gobierno para iniciar un proceso de secesión de su parte del enclave en una nueva República con zonas que son jurisdicción de Siria. Aquí entran en juego las fuerzas del enclave del Kurdistán sirio, quienes luchan por ganar terreno enfrentándose a los rebeldes y también al Ejército de Siria, que apoya al gobierno junto con la Armada y la Fuerza Aérea. Por si fuera poco, hay otro grupo que está en conflicto, no solo con el Gobierno, sino también con los rebeldes y los kurdos: el autodenominado grupo terrorista Estado Islámico (ISIS). Una especie de tormenta perfecta para crear lo que parecía una utopía pero hoy en día es una realidad en Siria; un Estado fallido.
Según datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos: “La guerra civil en Siria ha dejado para el 2015 más de 220 000 muertos; (ya en 2013 se contaban 63 072 víctimas civiles) provocado la huida de más de 3 000 000 refugiados y ha dejado a la mayoría de las ciudades en un estado casi de devastación. La guerra de Siria ha elevado el número de desplazados a escala mundial a su máximo nivel en los últimos 18 años, mientras que el 40 % de la población está en una situación de crisis”.
Ahora pues, hace mucho tiempo que esto dejó de ser una “guerra civil” para convertirse en una guerra de intereses. La doctrina expansionista de injerencia militar que Estados Unidos, apoyando a los rebeldes, y Rusia, apoyando al Gobierno (alianza Putin-Al Assad), están llevando a cabo evidencia que el impase diplomático de larga data entre Washington y Moscú tiene su epicentro en Siria, donde ambos países con dos de los ejércitos más grandes y poderosos del mundo, luchan día a día por aparentemente “liberar” al país del terrorismo cuando en realidad pareciera que los bombardeos que ambos ejecutan contra posiciones de Estado Islámico en la llamada “guerra contra el terrorismo” es más un plan de contingencia militar entre ambas potencias para dividir y repartirse el territorio sirio bajo la cortina de humo de, por parte de EE.UU., darles control a los rebeldes para originar una transición política, y por parte de Rusia, proteger el control del Gobierno sobre el territorio, del cual solo domina un 20%.
Es así pues que, a pesar de haber creado un plan para iniciar una tregua y un alto al fuego, éste representa una jugada maestra de EE.UU. y Rusia puesto que ambos alegan que el mismo ha fallado asumiendo que las fuerzas opositoras y kurdas no aceptan la tregua, pero en realidad ellas son las más interesadas en aceptarla para poder negociar el control del país, siendo así la manera en que Washington y Moscú presentan ese incumplimiento de la tregua sin hacer un ‘mea culpa’ y justificando entonces su prolongación militar en el país para repartirse un territorio que es clave para el control y la estabilidad del Medio Oriente debido a su posición estratégica en frontera con una potencia nuclear como Irán, un representante euroasiático de la OTAN como Turquía y una zona de alta crispación militar rebelde como lo es Iraq, así como su posición frente al Kurdistán; zona clave para cualquier punto de partida en un asentamiento militar y una fuente de yacimientos petroleros que podría ser un elemento de poder económico potencial para el país que la controle.
Entonces, ¿qué debe hacerse en Siria? Resolución tras resolución ha emitido el Consejo de Seguridad de la ONU sin resultado alguno. La política adecuada debe pasar porque EE.UU. y Rusia dejen de echarse la culpa el uno al otro sobre quién atacó posiciones del Ejército sirio y quién atacó los convoyes con ayuda humanitaria de la ONU. Lo ideal es que se establezca una zona exclusiva de contingencia con tropas binacionales ruso-estadounidenses en tierra en conjunto con una zona aérea de sobrevuelo entre ambos países para vigilar a los rebeldes y a los kurdos y así disuadirlos de atacarse mutuamente y al Gobierno. Tanto Rusia como EE.UU. deben usar su influencia diplomática para persuadir al régimen de Damasco de no atacar a los rebeldes y a los kurdos. Rusia y EE.UU. deben posicionar tropas especiales en cada depósito y almacén de armas en Aleppo, Homs, Damasco, Deir El Zhor y Raqqa. Ubicar otro lote de tropas ruso-americanas en las rutas de transporte de armas de ambos grupos podría cortar el flujo de artillería que se desvía a manos de Estado Islámico y de esa forma podría reducirse su aprovisionamiento y financiamiento.
Es imprescindible entender que las tensiones bajarán cuando EE.UU. y Rusia trabajen en conjunto para implementar un dispositivo militar de vigilancia por tierra y aire, y de bloqueo por tierra a las rutas de armas y sus depósitos, así como la apertura simultánea de canales humanitarios en el centro de las zonas que podrían someter a régimen de contingencia por la periferia para contener y aislar a los rebeldes, a los kurdos y a ISIS para luego atacar a ISIS por aire y frenar a los dos primeros por tierra en un radio de acción de al menos 3 km lejos del acceso de convoyes humanitarios con comida, medicinas, agua e insumos para los desplazados civiles.
Por todos estos factores bélicos es que, hoy por hoy, Siria es un Estado fallido, un territorio sometido al control de ISIS, las milicias kurdas, el Gobierno, la oposición “moderada” (rebeldes) y el frente Al-Nusra (filial de Al-Qaeda en Siria), que se enfrenta a todos los anteriores pero está minimizado, todos en ese orden de acuerdo a quien tiene más porción de terreno. Sin duda alguna, la guerra de intereses nacionales e internacionales que hay en Siria no acabará hasta que el poder militar de EE.UU. y Rusia se enfoque en aliarse para controlar al resto de los beligerantes en lugar de dividirse en dos bandos para llevar a cabo una guerra fría dentro del país.
Ricardo Serrano / @RS_Journalist.
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