11 años tenía cuando abrí por primera vez un libro que me llamaba la atención y me pedía a gritos que le leyera; fue una experiencia agradable y extraña al mismo tiempo, sólo leía los libros de la escuela con cierto desagrado, ya que me aburrían las tontas y aburridas caricaturas con los que la editorial disfrazaba cada palabra para “animar” a los niños. Mi padre, que toda su vida ha sido un “comelibros”, intentaba convencerme de la importancia de la lectura, me comentaba y hasta dejaba sin llaves su vieja vitrina de libros, yo siempre le pasaba por un lado y le miraba de reojos. Un día, de visita en casa de una tía, su hija mayor tenía una montaña de libros sobre un mueble: libros de todos los tamaños y colores, todos con una portada de tapa dura e imponentes colores; recuerdo que leí los autores y títulos de algunos de ellos; hablaban sobre Gandhi, la independencia de los Estados Unidos y hasta de la Revolución Francesa, pero entre el montón de libros, tomé uno de tapa dura, de la editorial DEBATE y portada negra con la fotografía de dos hombres, su título era “Queremos que seas rico”, yo abrí mis ojos como quien se hubiese encontrado algún tesoro; abrí el libro y leí el prólogo, del cual recuerdo la narración de un encuentro entre los hombres de la portada y luego su posterior trabajo. El libro olía a húmedo, sus páginas eran carrasposas y tenía aproximadamente más de 300 páginas, yo lo visualicé por un largo tiempo y leí líneas al azar, incluso leí la bibliografía; en cuestión de minutos, mi prima me preguntó si me llamaba la atención y que si lo quería leer lo podía llevar a mi casa y que cuando lo terminara se lo devolviera, no dudé. De regreso a mi casa y con el libro entre mis brazos, me sentía como mi papá, un tipo intelectual y que por primera vez leería por instinto propio. Al llegar a mi casa, inicié aquella aventura, cada página me parecía súper interesante, incluso me parecía increíble la arrogancia de uno de los escritores, el otro era más culto e inteligente, pero el arrogante era quien tenía la experiencia “para ser rico”. Mientras los días pasaban, yo me enfocaba más en el libro, mi papá me miraba como intuitivo, pero yo seguía leyendo; al finalizar el libro, luego de 10 días, me senté frente a la computadora y escribí en el buscador “DONALD TRUMP” y luego “ROBERT KIYOZAKI”.
Realmente fue una experiencia agradable, hasta que supe quién era Donald Trump, y hoy día repugna el saber aún más quién es. El encuentro fue por un tiempo frustrante, porque había terminado de leer y no era rico, al final la frustración pasó pero quedaron aquellas ganas por seguir buscando respuestas entre los libros y sus líneas. A partir de aquel día, seguí interesado por cualquier libro que me llegará a las manos, incluso guardaba dinero para comprar libros, tradición que no he dejado atrás hoy día. Mis encuentros con los libros son cada vez más agradables, cada libro tiene algo por enseñar y que me ha demostrado lo importante que es para la sociedad, para un país y para el mundo. La lectura es aquella arma a la que le temen los tiranos, es más potente que la bomba H y que cualquier otra invención, son justamente los libros los que cambian el pensamiento y lo elevan a la reflexión, son los libros y su amor por ellos los que quitan vendas de los ojos y comprueban que lo que creíamos que era así, otro día no lo es. Mi encuentro con los libros será eterno, hoy Día del Libro lo reitero, son encuentros íntimos con las palabras, con el pensamiento, con el “yo interior”, es el desarrollo de masa a ciudadano. No dejemos de leer, pero no leamos por obligación, porque la presión no deja conocimientos, sólo rechazo por la lectura. Son los libros el arma capaz de destruir a la “Policía del Pensamiento”, aquella de la que habló Orwell en “1984”, son los libros los que nos mostrarán el camino de solución a las crisis. Vamos a leer, amigos.
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