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El terrorismo no espera


Una vez más la humanidad ha lamentado otro trágico suceso, tal vez el peor que pueda existir: otro atentado terrorista. Así como a lo largo de la historia ha habido trágicos acontecimientos que sin duda alguna convulsionaron a la sociedad occidental y la marcaron para siempre, también han surgido posturas radicales basadas en ideologías que se apegan a la interpretación fanática, unilateral y nacionalista de lo que hoy en día constituye una de las religiones con mayor peso y fuerza de apoyo social en el mundo después del catolicismo: el islamismo. Es precisamente en este contexto que lamentablemente se creó desde hace un poco más de una década el agobiante flagelo del terrorismo islámico, un cáncer que debe ser extirpado del mundo cuanto antes sea posible.

Pareciera que fue ayer cuando un martes 11 de septiembre del 2001, lo que parecía ser un día normal de agitado trabajo empresarial en el centro financiero de Nueva York, el mundo veía en vivo y directo cómo las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio (World Trade Center) se desplomaban “a fuego lento” por los múltiples ataques de dos aviones de caza presuntamente conducidos por pilotos del grupo terrorista Al-Qaeda, liderado en ese entonces por uno de los hombres más buscados y peligrosos del mundo en la historia, Osama Bin Laden. A partir de ese día, la visión política, social e incluso económica de Occidente cambiaría en lo absoluto porque todos los esfuerzos de los gobiernos occidentales, más que todo el de Estados Unidos, irían orientados a trabajar en pro de diseñar políticas de Estado que propiciaron un resurgimiento geopolítico del hemisferio mediante el reforzamiento de las estrategias de defensa y seguridad nacional así como de un crecimiento económico que demostrara que Occidente era lo suficientemente fuerte como para recuperarse psicológicamente en el ámbito político internacional de un golpe tan duro como lo fue el atentado a la infraestructura del corazón de los negocios de Wall Street, y por ende, de las finanzas de los mercados internacionales que marcaban la tendencia comercial de la región en aquel momento.

Pero es ese punto de la historia en el que, por más importante que parezca, es necesario dejar de lamentarse por las pérdidas económicas que ocasionan los atentados terroristas porque no tienen ni el más mínimo ápice de valor en comparación con las pérdidas humanas, no de capital humano, sino de personas inocentes que se producen en este tipo de ataques. Es aquí cuando es necesario dejar de preguntarse por qué se dan estos ataques, aunque ya los motivos sean conocidos: como la visión de castigo que los musulmanes radicales tienen de la sociedad occidental por su modo de vida “impuro” en todos los aspectos y que, según ellos, se contrapone a los principios de un Corán (la “biblia” de los musulmanes) que es enfermiza y erróneamente interpretado por esos extremistas en lo más amplio de la esencia y ortodoxia ideológica religiosa que supone en realidad.

Es hora de que Occidente deje de preguntarse el porqué de estos atentados y de lamentarse pasivamente por las tragedias ocurridas sin respuesta visible alguna. El 7 de enero de 2015 fue el inicio de una serie de atentados que dejaron en evidencia el claro ensañamiento que el autodenominado Estado Islámico de Irak y Siria, el grupo terrorista de actual predominio geográfico y armamentístico en el Medio Oriente, tiene en contra de los países occidentales de Europa; ese día, ISIS realizó un ataque en el que asesinó a sangre fría a un grupo de 12 editores de una revista satírica francesa de París, llamada Charlie Hebdo, por sus publicaciones caricaturizadas sobre Mahoma, el profeta de Alá y pilares teológicos del islam. Francia reaccionó de una manera en la que durante un tiempo pareció haberse dormido en sus laureles porque no reforzó como debía su sistema de seguridad antiterrorista y sería el viernes 13 de noviembre de ese mismo año cuando París sería testigo y escenario de otro sangriento ataque simultáneo con bombas suicidas y fusiles de asalto perpetrado por ISIS en el teatro Le Bataclan y una plaza aledaña al lugar, en el que murieron 130 personas. Este fue el detonante para que Francia, agresivamente, empezara a implementar una recia política de seguridad al cerrar sus fronteras, reforzar medidas diplomáticas al anular la nacionalidad francesa a sirios y provenientes de países árabes así como a responder furiosamente al ataque de ISIS enviando su portaviones más grande e imponente, el Charles de Gaulle, a Siria para realizar bombardeos selectivos sobre posiciones tácticas de las fracciones de Estado Islámico en el territorio. La gota que derramó el vaso fue el ataque doble que ISIS perpetró con dos bombas el martes 22 de marzo de 2016 en el aeropuerto de Zaventem en Bruselas, Bélgica; corazón de la de Unión Europea, así como el que realizó con una tercera bomba en el metro de Bruselas, dejando un saldo de 34 personas muertas y 270 heridos.

Ahora sí es cuando Bélgica, Francia, el resto de la Unión Europea y Estados Unidos se avocan a crear una respuesta conjunta contra el terrorismo para erradicarlo y vencerlo, el detalle está en que se habla mucho pero se hace poco. La actuación egoísta y unilateral de Estados Unidos dentro de la coalición militar internacional de más de 50 países junto con la OTAN en Siria e Irak contra ISIS ha sido un factor para que el desorden táctico y la ineficiencia estratégica sea lo que predomine en esta lucha contra el terrorismo porque cada potencia occidental quiere convertirse en el héroe que finalmente acabe con el extremismo islámico en Medio Oriente y Europa, por ello vemos que Rusia entró militarmente en Siria para defender al Gobierno de su aliado Al-Assad pero a la vez tratar de ser más eficiente que EE.UU. en sus despliegues aéreos sin percatarse de que la mejor estrategia es la unidad táctica de cada país que lucha contra ISIS por cada perímetro y kilómetro cuadrado de territorio sirio, iraquí y europeo, es decir, ¡en la unión está la fuerza!. Algo que debemos tener muy claro es que no vasta únicamente con que un líder dé un discurso conmovedor acerca de que potencias militares como EE.UU., Rusia, Alemania, China, Francia, etc., deben aliarse y trabajar verdaderamente en equipo para acabar con ISIS. La clave para que Occidente pueda ganar esta batalla del bien contra el mal es diseñar una estrategia geopolítica clara, la pregunta es: ¿cuál pudiera ser esa estrategia? Abordar una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la ONU para crear una resolución que active un contingente de seguridad del cuerpo de los Cascos Azules en conjunto con las fuerzas de seguridad policiales (a nivel urbano) y militares (Ejército a nivel geoestratégico) de cada Estado miembro. Resulta imprescindible también que la Unión Europea, víctima principal de este flagelo, cree y apruebe en el Parlamento Europeo un estado de excepción en toda la región para militarizar las fronteras y aeropuertos de cada país integrante y los lugares públicos de las capitales europeas con la participación activa de la Europol (European Police o Polícia Europea). De igual manera, si la Unión Europea aprobara un tratado de libre cooperación para intercambiar información de inteligencia entre los servicios de cada Estado miembro, se maximizaría el grado de prevención de estos ataques porque se conocerían con anticipación los planes y estrategias de los terroristas que hay que contrarrestar.

Pareciera que esto luce como un camino fácil de recorrer, pero en realidad es la razón de que Europa y Estados Unidos aún no hayan actuado contundentemente: el temor a la dificultad que supone trabajar en equipo y no unilateralmente para demostrar superioridades militares y mantener un nivel hegemónico de potencia armamentista y militar en el mundo. Aquí la prioridad no son los medios, sino el fin, es por ello que las llamadas “potencias” deben comenzar a hacer valer su etiqueta de jerarquía aplicando el poder que poseen con el propósito de proteger a la humanidad entera y no solo a sus poblaciones y gobiernos. Ya no hay tiempo para lamentarse y preguntarse por qué sucedió, es tiempo de actuar con inteligencia más que con fuerza para acabar con el cáncer del terrorismo que el mundo está sufriendo antes de que haga metástasis.



Ricardo Serrano / @RS_Journalist.

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